Pablo, factótum del cristianismo .

Pablo tardó tres años en acudir a Jerusalén. Tres años de preparación, de estudio, de embeberse en la doctrina judía y deducir de ella al nuevo mesías, al salvador de todos y comunicar sus conclusiones a sus más allegados: nació un nuevo predicador, intitulado a sí mismo como “apóstol”.

Después de tres años de revelaciones, una nueva le sugirió que debía reunirse con Pedro y Santiago; fue a Jerusalén y convivió con ellos durante quince días. Después, y durante otros  catorce años esparció por el mundo conocido la semilla de Jesucristo. De nuevo, y también por una revelación, regresó por segunda vez a Jerusalén. Según aparece en Hechos, hubo sus más y sus menos por el asunto de predicar y ofrecer la salvación tanto a judíos como a gentiles.

“Logicamente”, Pablo salió vencedor de la trifulca, más que nada porque él lo dice. ¿Se puede dar crédito a lo que Lucas dice en Hechos de los Apóstoles? Sí y no. Como siempre sucede, la verdad es lo que dice el vencedor, en este caso Pablo ante Pedro y Santiago. El triunfo paralelo de Pedro llegaría mucho más tarde, pero no por su doctrina sino por la elección de la sede del cristianismo, Roma.

Roma se hizo con el cetro religioso de la ciudad que antes fuera imperial, con la primacía frente a otras posibles sedes del cristianismo (Constantinopla, Antioquía, Alejandría, Éfeso y alguna otra de menor entidad) y los nuevos obispos de Roma necesitaban tener los cimientos bien asegurados, a ser posible en textos del Evangelio.

Por supuesto, Pablo de Tarso tenía un bagaje doctrinal muy superior a los Apóstoles verdaderos, algo que sus Cartas acreditan, no sólo las autentificadas como suyas sino también aquellas que siguen su estilo. El resto de las cartas que aparecen en el N.T. tienen como titulares a Santiago, Pedro con dos cartas, Juan con tres cartas breves y Judas. Se puede dudar con fundamento de que las cartas tengan la autoría que dicen, que bien podrían haber sido  escritas por discípulos, “funcionarios”, escribas o copistas de su séquito.

El asunto de los destinatarios de la predicación fue lo suficientemente serio como para provocar debates agrios y crisis en el seno de la comunidad de creyentes en Cristo, algo que se hizo patente con la llegada de Pablo a Jerusalén. El asunto de la circuncisión como signo de alianza con Yahvé suscitó agrios debates. Seguro que Pablo esgrimió ante los chauvinistas jerosolimitanos el texto de Isaías 56.6 donde habla de los extranjeros admitidos por Yahvé:

Y a los extranjeros que se entreguen a mí… yo los traeré a mi monte santo y los haré felices en mi casa de oración. Y aceptaré en mi altar sus holocaustos y sacrificios, porque mi casa será declarada casa de oración para todos los pueblos.

Y a raíz de las conclusiones del concilio de Jerusalén, se añadiría en los Evangelios (Mat. 28.19; Mc. 16,15; Lc. 24,47), significativamente en las últimas palabras del último capítulo de sus respectivos textos, las palabras que dan respaldo a la doctrina y a la praxis de Pablo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura… …haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Asunto concluido. Palabras del mismísimo Jesús.

Pablo renuncia o se independiza totalmente del judaísmo, que estaba en contra de la expansión del cristianismo entre los gentiles, cosa que mantenían los discípulos recluidos en Jerusalén. Santiago y Pedro mantuvieron durante un tiempo la “concordia” entre la ley mosaica y la nueva doctrina que Jesús había revelado a Pablo, ostentando la jefatura de la comunidad judeocristiana. Pablo, por su parte, centró su predicación en los gentiles. Es lo que afirma en Gálatas, 2.7: Pedro para los circuncisos, Pablo para los incircuncisos.

El resultado final, a la hora de considerar la expansión del cristianismo, es claro: el verdadero creador del cristianismo es Pablo. La Iglesia de Jerusalén se quebró, a la vez que el conglomerado judío, cuando Vespasiano y Tito terminaron con la sublevación judía entre los años 66-70. ¿Dónde fueron los cristianos de Jerusalén? Según Eusebio de Cesarea se refugiaron en Pella, próspera ciudad cercana a Tesalónica, en Macedonia, aunque necesariamente tuvieron que ser integrados en las comunidades que Pablo había fundado por el Imperio de Oriente y de Roma.

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