Los capuchinos como paradigma.


Me perdonarán el retraso, pero uno no puede hacer nada cuando el portal que nos acoge nos dice: Error estableciendo conexión con la base de datos! y nos impide la entrada.

Por necesidades del guión que rige últimamente mis días, he buceado por todas las páginas posibles y Webs de la O.F.M.Cap. o sea la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Una historia repleta de hechos gloriosos; una orden que si uno explora sus quinientos años de vida resulta simpática, eso sí, siempre a la greña con sus hermanos conventuales e incluso con los espirituales u observantes por preservar cada una su espacio vital.

En sus tiempos mejores, digamos siglos XVI-XVIII, llegaron a formar parte de este rebaño de seguidores de Jesús “versión” San Francisco de Asís, 34.000 capuchinos. Hoy, dice su página Web son cerca de 11.000 en todo el mundo. Y todavía me parecen muchos.

En España, siempre según su página Web, son 38 los conventos por ellos regidos. Entre todos suman 247 frailes, de media seis frailes y medio por convento. Contacté por teléfono con uno que se hizo famoso en los años 1950 por cuestiones burocráticas, el de Bilbao: no hay convento, hay 4 frailes reunidos en un piso. Es más barato.

Por orden alfabético me salen 34 “loci” y 38 casas:
Alicante, Alsasua, Antequera, Bilbao, Córdoba, Coruña, Escalante Estella, Gijón, Granada; Hondarribia, Jerez de la Frontera; L’Ollería; La Albericia, León, Logroño, Madrid: Jesús de Merdinaceli, Sagrado Corzón, El Pardo; Masamagrell; Montehano; Murcia; Ollería; Pamplona: Padre Esteban y San Antonio; Salamanca, Sangüesa; Sanlúcar de Barrameda; San Sebastián; Santander: ciudad y San Román; Sevilla; Totana; Valadolid, Valencia, Vigo, Zaragoza: San Antonio y San Francisco.

En el siglo XVI se habrían reunido todos en el mismo convento.

La casa de Valladolid tiene… 0 frailes. Entre las tres de Madrid suman 27 frailes, que no está mal y 24 en las dos de Pamplona… Pero el número es lo de menos. Hay otro dato que refulge al observar las fotos que proporcionan: la edad. Cada uno con la suya, desde luego, y ufanos de portar tanta santidad en su larga andadura... pero ¿y los que continuarán la empresa de los padres, dónde están?

Y como aquello que dicen que “el hábito no hace al monje”, prácticamente ha desaparecido el sayal basto color café, el cinturón y la capucha o cogulla puntiaguda que guardan en el museo que cada uno tiene en su habitación y que otrora los distinguía.

Los capuchinos no son un caso más. Pero… ¿cómo ha sido posible que aquello que no consiguieron Mendizábal, Madoz o las leyes de la República, lo esté propiciando nuestro tiempo? ¿Qué ha fallado? No es que pueda importar mucho su ocaso a esta sociedad nueva que nos aqueja, pero sí importan como elemento folklórico y, sobre todo, el acervo cultural que atesoran. Nada de eso se puede perder, como se perdieron, entre otras cosas valiosas, cuadros de Murillo allá por 1835 y siguientes.

Me viene al pensamiento la idea de que a los que ahí residen no les importa mucho el asunto: viven con lo que viven y “el que venga atrás que arree” como dice el dicho. ¿Quién de ellos no se conforma? Quizá algún jovencillo que todavía tiene fervores.

Alguien comenta en esos foros de Dios que esto incluso irá a peor. Dice, quizá con conocimiento de causa que se van a cerrar miles (¡) de casas religiosas y parroquias en España en las próximas décadas. Dice que en su lugar de residencia sólo un mísero 3% participa en las misas dominicales y, por lo general, son mujeres de más de 60 años.

Vuelvo a decir, aunque de otro modo, que el signo de los tiempos no se puede torcer. Quizá lo pueda hacer el Espíritu Santo, pero sus resoplidos más bien empujan que regeneran. Empujan hacia otras tierras (por ejemplo Hispanoamérica).
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