Más precedentes y más reflexiones navideñas.
| Pablo Heras Alonso.
En esta época donde los niños son el centro de atención y tienen papel relevante, una de las tradiciones de mayor incidencia en la infancia es la de los Reyes Magos. En los países nórdicos predomina más la tradición de San Nicolás, con orígenes alejados de la narración evangélica navideña. Y en nuestros días, se va imponiendo Papá Noel, más que nada para que las vacaciones de Navidad den tiempo a amortizar los juguetes. Pero entre nosotros, los Reyes son los reyes.
Hoy las explicaciones homiléticas inciden en el carácter simbólico de la adoración de los Magos, viniendo a decir que el nacimiento de Jesús es una epifanía de Dios ante todos los hombres. Más o menos.
¿Por qué san Lucas introduce un relato tan alejado del ambiente y del ámbito judío? No hay precedente en los libros pero sí entre los dioses del Oriente. ¿De dónde, pues, puede venir esa rara referencia a magos u hombres sabios que acuden a la gruta a reverenciar al recién nacido? Thornton, en “Historia de China” escribe lo siguiente al hablar del nacimiento de Confucio:
Cinco ‘varones celestiales’ u `hombres sabios’ entraron en la casa del nacimiento del niño, mientras inundaba el aire una música de cantos y de instrumentos.
Pero no hace falta ir tan lejos para hallar adoradores estrafalarios o ilógicos que acuden al portal de lejanas tierras y que sólo tienen la finalidad de dar consistencia al propósito fabulador de quien quiere erigir un dios de la nada, un dios hombre y salvador creado muy a posteriori, cuando ya la doctrina cristiana se ha extendido y consolidado en numerosas comunidades crédulas.
El añadido de Lucas se inspira, como decimos, en leyendas precedentes cercanas. De Osiris y Zoroastro se dice que fueron visitados por “magos” y “hombres sabios”. El dios persa Mitra, competidor de Cristo en el Bajo Imperio romano, llamado “mediador entre Dios y los hombres”, también recibió en su nacimiento la visita de unos sabios llamados “magos” que, oh coincidencia, le ofrecieron oro, incienso y mirra.
¿Cómo no deducir que Lucas quiso arrebatar a Mitra tales signos o prerrogativas, justo cuando en los años de redacción de su evangelio el mitraismo era una religión muy extendida por el Imperio? El mismo Platón, idólatra de su maestro Sócrates, dice de él que en su nacimiento (469 a.c.) vinieron tres magos del Este a reverenciarlo.
Una semejanza más, la relacionada con el episodio del “niño perdido y hallado en el templo”, cumplidos los doce años. Que se pierda el niño en la barahúnda y entre el gentío del Templo se puede entender; resulta comprensible el desasosiego de sus padres por encontrarlo; no se entiende, como dice el evangelista, que se marchen de Jerusalén sin él y que lo buscaran entre la caravana de regreso… y resulta inverosímil que lo encuentren, al cabo de tres días de búsqueda, dentro del templo preguntando, dialogando y disputando con los doctores de la Ley.
Sólo se puede entender o como hecho ficticio o bien como reproducción de fábulas precedentes, en este caso el dios niño egipcio Horus. También la diosa Isis desconocía dónde podría estar su hijo Horus y también Isis lo encuentra en el Templo del Sol, nada menos que adoctrinando a los doctores del Templo.
Y ahora vayamos a lo que pueda pensar, si deduce, el creyente piadoso. ¿Se cuestionan los cristianos los hechos maravillosos que se narran sobre la infancia de Jesús? ¿Creen que la visita de los magos fue acontecimiento real? ¿Podrían pensar que lo que Lucas escribe son cuanto menos puras suposiciones? Lucas no podía saber nada de la infancia de Jesús, lo mismo que nada sabía el resto de los evangelistas ni tampoco Pablo de Tarso.
Ya, sí... Dicen que Lucas convivió un tiempo con María Santísima en Éfeso y que ella le hizo conocedor de todas esas maravillas ocurridas en la infancia de su Hijo. Pudiera ser, pero esto también es una suposición, pues nada de eso aparece en ningún testimonio coetáneo.
Podrían parecer hechos menores, lejos de la grandilocuencia que suponen las consideraciones teológicas sobre Jesús como Salvador, Mesías, Verbo de Dios y demás; hechos que en nada empañarían o trastocarían el relato del proyecto salvador. Sin embargo en toda investigación sucede que son los hechos menores y las pequeñas minucias las que delatan cualquier relato y cualquier averiguación sobre la realidad del personaje.
Y, como corolario final, si todo lo dicho en nada afecta a la esencia de la misión del personaje, ¿cuál es el motivo de incrustarlo en la historia real?