Los textos y los contextos: qué difícil lo ponen.
La Editorial BAC tiene publicadas las obras completas de San Jerónimo (c.340-420) en catorce tomos. En los tomos Xa y Xb se contienen las 154 cartas del prolífico escritor. Hay una de ellas, dirigida al Papa Dámaso I donde responde al encargo o ruego de llevar a cabo una nueva traducción al latín de la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamentos. Jerónimo realizó la traducción del griego al latín, obra conocida como Vulgata, sancionada por el Concilio de Trento como fidedigna y sin tacha, por lo tanto versión “oficial” de la Iglesia católica.
Las objeciones que en su momento expresó porcarta el sabio Jerónimo son dignas de ser conocidas y que sintetizamos. 1ª objeción: tener que realizar una obra nueva de textos viejos difundidos por todo el mundo; 2ª el tener que erigirse en árbitro sobre textos griegos que a veces difieren mucho entre sí; 3ª decidir cuáles son textos auténticos y cuáles no es para él una labor “peligrosa y temeraria”; 5ª tiene que erigirse en juez de lo que hicieron otros, sabiendo que, a su vez, puede ser tildado de “falsificador y sacrílego” por “agregar, cambiar o corregir libros antiguos”; 6ª que obedece por ser orden del primer obispo entre los obispos; 7ª que sus difamadores tendrán que admitir que en este tipo de textos que difieren entre sí, es difícil encontrar la verdad.
Jerónimo eligió los textos para él más fiables de los muchos de que disponía, que desde entonces pasaron a ser “canónicos”. Los otros, los que no podían entrar en el canon, los denominó con un término griego, apócrifos, por lo tanto, no inspirados por Dios. Y desaparecieron, sin que a día de hoy tengamos una relación de cuáles fueron. La mayoría de estos documentos del cristianismo primitivo desaparecieron cuando el emperador Teodosio ordenó que fueran quemados o destruidos. Había también en los libros canónicos citas o referencias a alguno de esos escritos que fueron expurgadas.
Nos podemos hacer una idea de qué escritos fueron excluidos y por lo tanto destruidos, a partir del descubrimiento en 1945 de los manuscritos encontrados en Nag Hammadi, localidad a 570 km al sur de El Cairo y a 117 al norte de Luxor, donde el Nilo traza una pronunciada curva. Fue allí donde San Pacomio fundó el primer monasterio cristiano en el año 320.Hoy esta localidad tiene una población de 45.000 habitantes.
Se encontraban en cuevas sitas en los cortados de la otra orilla del Nilo, encerrados en tinajas selladas y envueltas en cuero. Eran 13 códices en papiro traducidos del griego al copto con un total de 1.100 páginas. Es interesante saber que dichos escritos son coetáneos de San Jerónimo.
Es de suponer que los manuscritos fueran escondidos en grutas próximas para evitar su destrucción, como sabían que así ocurría en otros lugares de la cristiandad. Y, sobre todo, les importaba mucho esconderlos porque revelan una corriente muy pronto declarada herética, el gnosticismo.
Entre los documentos encontrados, ya disponibles en español en edición de Antonio Piñero y más, encontramos: Evangelio de Tomás, Evangelio de Felipe, El Libro secreto de Juan, el Evangelio de los Egipcios, el Evangelio de los Ebonitas, El Diálogo del Salvador, el Apocalipsis de Pablo, el Apocalipsis de Pedro. Así hasta 52 documentos.
El Códice I (Codex Jung), por ejemplo, comprende los siguientes apartados: I,1. Oración o plegaria del apóstol Pablo. I, 2. Apócrifo o libro secreto de Santiago. I, 3. Evangelio de la Verdad o Evangelio de Valentín. I, 4. Tratado de la Resurrección o Epístola de Regino. I, 5. Tratado Tripartito.
El Evangelio de Tomás, que aparece en el Códex II, junto al de Felipe contiene una colección de sentencias, que no de hechos vitales de Jesús, muy posiblemente fieles a lo que Jesús predicaba, anterior a los Evangelios canónicos. Son 114 números más algunas “logia” contenidas en papiros sueltos. Copio los números 13, 16 y 108.
- Dijo Jesús a sus discípulos: «Haced una comparación y decidme a quién me parezco». Díjole Simón Pedro: «Te pareces a un ángel justo». Díjole Mateo: «Te pareces a un filósofo, a un hombre sabio». Díjole Tomás: «Maestro, mi boca es absolutamente incapaz de decir a quién te pareces». Respondió Jesús: «Yo ya no soy tu maestro, puesto que has bebido y te has emborrachado del manantial que yo mismo he medido». Luego le tomó consigo, se retiró y le dijo tres palabras. Cuando Tomás se volvió al lado de sus compañeros, le preguntaron éstos: «¿Qué es lo que te ha dicho Jesús?» Tomás respondió: «Si yo os revelara una sola palabra de las que me ha dicho, cogeríais piedras y las arrojaríais sobre mí: entonces saldría fuego de ellas y os abrasaría».
- Dijo Jesús: «Quizá piensan los hombres que he venido a traer paz al mundo, y no saben que he venido a traer disensiones sobre la tierra: fuego, espada, guerra. Pues cinco habrá en casa: tres estarán contra dos y dos contra tres, el padre contra el hijo y el hijo contra el padre. Y todos ellos se encontrarán en soledad».
- Dijo Jesús: «Quien bebe de mi boca, vendrá a ser como yo; y yo mismo me convertiré en él, y lo que está oculto le será revelado».
Es de suponer que el bueno de Jerónimo era consciente de las discordancias existentes en lo que traducía, especialmente en el hecho más trascendental de la nueva religión, la resurrección. Desde luego los fieles que escuchan los evangelios en Semana Santa no caen en la cuenta de nada, todo lo aceptan. Unos ejemplos:
- Los sinópticos entierran a Jesús en el sepulcro de José de Arimatea; Juan, sin embargo lo deposita en uno que pillaba de paso.
- Mateo dice que ocurrió un terremoto, los demás sólo dicen que apareció removida la losa que cubría la entrada.
- Quienes primero saben que ha resucitado (más bien que el cuerpo no está en el sepulcro) son las mujeres, según los sinópticos; en Juan, es María Magdalena la que le avisa a él y a Pedro, que corren para confirmarlo. A continuación, dice que dos ángeles se aparecieron a María Magdalena (¿pero no había ido a avisar?) y luego el mismísimo Jesús.
- Cuando acuden a ungir el cadáver, Mateo y Marcos dicen que se les apareció un ángel; Lucas y Juan hablan de dos.
- Respecto a las primeras apariciones, Lucas sitúa a Jesús en Emaús; Mateo y Marcos en Galilea; Juan sin embargo hace aparecer a Jesús en la casa donde se habían reunido (¿pero no se habían dispersado todos después del prendimiento?)
Si esto escriben sobre el acontecimiento más importante del cristianismo, ¿cómo no dudar de la veracidad y credibilidad del resto de los relatos? Pero cualquier recitado que la Iglesia ofrece al pueblo ignaro es “palabra de Dios”, por lo tanto… a creer lo que se diga, incluso los relatos maravillosos de los próximos días navideños sobre el nacimiento de Dios.