(Archimadrid).- Hay tres cosas en el belén del Seminario Conciliar de Madrid de esta Navidad 2024 que lo hacen singularísimo. La primera, que es a tamaño natural; la segunda, que se puede entrar dentro, y la tercera es que María y José están de espaldas, adorando ellos también al Niño Jesús.
Ubicado en el hall de entrada, es una especie de jaima cuya entrada da acceso a un espacio con bancos laterales orientados hacia la escena principal, la única que hay en este montaje. «Es casi más un misterio que un belén», explica Borja Bilesa, seminarista de 4º curso, que son los que cada año se encargan de montar el belén.
Cuando los diez jóvenes de su curso se juntaron para hacer tormenta de ideas, hubo dos cosas en las que coincidieron todos: en hacer un belén «pensando en Jesús» y poniendo el foco en Él (también lumínico, por cierto; la luz no es directa y solo el Niño está iluminado). Y, en segundo lugar, que siendo la entrada del seminario «un sitio frío, por el que pasa mucha gente» se generase un espacio que invitarse a entrar, estar y rezar, «que es el objetivo de todo belén».
Pensar en Jesús, en cómo estaría cómodo en el pesebre, les llevó a mostrar a un bebé bien arropadito, solo su rostro sobresaliendo entre multitud de ropajes, propio de una noche fría de diciembre en la ciudad de Belén. También pensando en Él se situaron las figuras de la Virgen y San José, que están de espaldas al Niño,a sus pies. La Virgen, femenina, sentada de lado en el suelo; san José, arrodillado. Los jóvenes utilizaron maniquíes para sus figuras, recubiertas también con telas.
Todo el atrezo de este particular portal ha sido donado o rescatado de cosas que había por el seminario. Las telas para recubrir las pérgolas, las pajas para el suelo, los palés para la estructura trasera del montaje, los pilares, los utensilios… «Cuando montas un belén a tamaño real todo te sirve».
Pusieron herraduras y unas telas a la izquierda de la Virgen en tonos granates, rompiendo los colores cálidos del resto, que simbolizan el paso de los Reyes Magos para adorar al Niño. También incorporaron unas velas aromáticas, que hace uno de los seminaristas, con olor a nardo, un signo de la unción. El perfume de nardo, aquel que usó María de Betania para ungir los pies de Jesús y enjugárselos con sus cabellos; o el que se mezcla con el aceite del santo crisma, signo del buen olor de Cristo.
Los seminaristas han sido rápidos. «Empezamos el viernes por la tarde». Pero se atascaron un poco. «Vamos a dormir y a pedirle a San José que nos eche una mano». Al día siguiente, decidieron poner la pérgola al revés y ya fue todo rodado. A mediodía lo tenían listo.
Cuenta Borja que han quedado muy satisfechos con lo bien que ha quedado. «Éramos once cabezas pensantes», el curso entero más el formador, y eso es un plus. Pero también «todos estamos convencidos de que hubo intervenciones extraordinarias».
Borja concluye que «lo que ha quedado es mucho mejor que lo que habíamos pensando» y, además, «el comentario general es que se puede rezar; que te metes, te sientas y entras en el misterio». Y esto, al final, «era la idea que teníamos todos; los primeros que rezamos muy a gusto allí somos nosotros».