Discurso de felicitación navideña del Papa a los curiales del Vaticano Francisco: "Me gusta pensar en la Curia romana como una gran oficina con un único fin: biendecir"
"En la Iglesia, signo e instrumento de la bendición de Dios para la humildad, todos estamos llamados a convertirnos en artesanos de bendición, no solo en bendecir, sino a enseñar a bendecir". "Podemos imaginarnos a la Iglesia como un gran río que se ramifica en miles y miles de arroyos, torrentes y riachuelos, algo así como la cuenca amazónica, para irrigar a todo el mundo con el amor de Dios"
"Debemos ser coherentes. No podemos escribir bendiciones y después hablar mal del hermano o la hermana. Esto arruina la bendición. Este es mi deseo: que el Señor nos ayude en todo momento a ser hombres y mujeres biendicientes"
"Bendigan y no maldigan". El simple título del discurso que esta mañana les leyó el papa Francisco a los miembros de la Curia vaticana era, en sí mismo, suficientemente elocuente. No necesitaría más desarrollo. Sin embargo, lo hubo, por espacio de unos quince minutos, salpicado de sus típicas improvisaciones y anécdotas, aunque con un carácter más positivo y conciliador que en anteriores ocasiones, donde más que una felicitación navideña, estos discursos suponían una verdadera sacudida para los curiales.
Antes de comenzar su alocución, el Papa agradeció las palabras que le brindó el cardenal Re, decano del Colegio Cardenalicio en nombre de toda la Curia romana. "No envejece el cardenal Re [tiene 90 años], y esto es lindo, gracias por su ejemplo de disponibilidad y amor a la Iglesia".
"He pensando que en el hablar bien de los demás y no hablar mal de ellos, es una cosa que nos concierne a todos, también al Papa", comenzó diciendo Francisco, una actitud que "es una expresión de la humildad, que es el rasgo esencial de la encarnación".
"Una comunidad eclesial vive en gozosa y fraterna armonía en la medida en que sus miembros transitan por el camino de la humildad, renunciando a pensar mal y a hablar mal de los demás", prosiguió, invitando en este punto a hacer el ejercicio de transitar por esa senda.
"¿Cuál es el camino de la humildad?", se preguntó a continuación. "Comienza por acusarse uno a sí mismo. Como hice hace unos 20 años, en una asamblea diocesana en Buenos Aires, así lo propongo hoy a todos nosotros para ejercitarnos en el acusarse a sí mismos, según las enseñanzas de los antiguos maestros espirituales, particularmente san Doroteo de Gaza. Sí, precisamente de Gaza, ese lugar que ahora es sinónimo de muerte y destrucción, pero donde en los primeros siglos del cristianos florecieron figuras luminosas".
"En el hablar cotidiano, cuando alguno critica, el otro piensa, '¿y por casa, como andamos?'", ironizó el Papa, recordando una anécdota vivida. "Nos ayuda a abajarnos el acudir al sacramento de la reconciliación", les recomendó Francisco, en una de las numerosas improvisaciones que efectuó levantando los ojos del discurso estampado en el papel.
"En la Iglesia, signo e instrumento de la bendición de Dios para la humildad, todos estamos llamados a convertirnos en artesanos de bendición, no solo en bendecir, sino a enseñar a bendecir". "Podemos imaginarnos a la Iglesia como un gran río que se ramifica en miles y miles de arroyos, torrentes y riachuelos, algo así como la cuenca amazónica, para irrigar a todo el mundo con el amor de Dios".
"Me gusta pensar en la Curia romana como en una gran oficina, en la que hay muchas tareas diferentes pero todos trabajan con un mismo fin, biendecir, difundir en el mundo la bendición de Dios y de la madre Iglesia", señaló, recordando, para agradecer en este punto, "el trabajo escondido del minutante, que en su oficina prepara una carta para que a un enfermo, a una madre, a un niño... les llegue la bendición del Papa. Gracias por esto, porque yo firmo esas cartas. ¿Y que es eso? ¿No es ser artesanos de bendición? Un minutante es un artesano de bendición".
"Pero debemos ser coherentes. No podemos escribir bendiciones y después hablar mal del hermano o la hermana. Esto arruina la bendición. Este es mi deseo: que el Señor nos ayude en todo momento a ser hombres y mujeres biendicientes", indicó el Papa, para, a continuación saludar uno por uno a los miembros de la Curia vaticana y felicitarles estas fechas navideñas
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