En o Por La Iglesia
Ociosa, gratuita y además ofensiva, habrá de parecerles a muchos la duda acerca de las “nulidades” matrimoniales sacramentales en curso, suscitada a propósito del estudio teológico-pastoral sobre la institución familiar, una de las prioritarias preocupaciones del Papa Francisco.
. Más que “por” la Iglesia, muchos matrimonios se han casado, y se casan, “en” la Iglesia, no solo en España, sino en los demásde los países “católicos, apostólicos y romanos”. Analizar a la luz de principios elementalmente catequísticos la “sacramentalidad” de la mayoría de los matrimonios canónicos, obliga a los propios contrayentes, familiares y amigos a llegar a la concluyente convicción de que, de sacramento, nada o casi nada.
. Razones o motivaciones de cualquier otro tipo, ajenas al amor verdadero, y a la significación sagrada implícita en el rito y en la ceremonia litúrgica, suplantaron con creces y, en ocasiones, con exclusividad, el contenido “religioso” que canónicamente se le adscribía. “Santo y seña” de la veracidad de tan descalificadoramente grave aseveración, está fundamentada en el dato de que cualquiera –sí, cualquiera- de los matrimonios que creyeron conveniente su disolución por parte de la Iglesia, con plena y satisfactoria aceptación en la sociedad “religiosa”, se les facilitaba el reconocimiento de su “nulidad”, siempre y cuando, expertos matrimonialistas ampararan la causa, y los procedimientos, previos los trámites y los “pagos” establecidos por los aranceles y “extras”.
. El capítulo de los Tribunales Eclesiásticos, prescindiendo, aquí y ahora, con benevolencia y piedad, de los abusos escandalosos y torpes, es de lo más lamentable y desedificador en todo el contexto pastoral de la historia eclesiástica, tal y como lo es en el orden teológico y canónico,, con explícito provecho para los poderosos y ricos, y sin que el pueblo- pueblo “por la gracia de Dios”, pero sin cultura y sin medios de fortuna, pudiera beneficiarse, y así afrontar situaciones personales, familiares y sociales, y además resolverles problemas de conciencia.
. Seguir negándole a la sagrada Comunión , y escatimarles la plena inserción en la Iglesia a los “divorciados”, y no a los “anulados” por los procedimientos canónicos al uso –abuso- vigentes, es práctica anti eclesial y anti evangélica, por lo que, hasta su incongruencia es bochornosa , por muchos cánones que sea legítimo asignárseles..
. La teología del matrimonio, elaborada por clérigos celibatarios, y sin intervención alguna de los laicos, ni fue, ni es, ni será respuesta de salvación temporal y eterna para los hijos de Dios, a los que definen la realidad de la vida y sus cambios, precisamente queridos, o permitidos, por Dios, de los que la sociología es reflejo fidedigno y constante.
. Prescindir de las aportaciones “teológicas” tradicionales, inspiradoras de códigos y principios morales referentes al matrimonio, es tan apremiante y urgente, como lo es recabar la participación, concurrencia y cooperación activa de casados y casadas, en la elaboración- reelaboración de sus principios, aplicaciones y calificaciones.
. El pueblo-pueblo de Dios sabe tanta o más teología que sus teólogos “oficiales”, y concretamente en cuanto se relaciona con el matrimonio, como sacramento, como gracia de Dios y de conducta eclesial, por lo que no les hace caso alguno ni sigue sus orientaciones, El “cisma moral” que se registra entre la “doctrina” oficial de la Iglesia y la praxis que siguen los cristianos, es bien patente y apenas si constituye preocupación alguna para quienes se consideran creyentes de verdad, “buenas personas”, buenos hijos y más buenos padres y madres, les sea permitido o no oficialmente recibir la sagrada Comunión, cuando lo crean conveniente y en sagrada sintonía con su propia conciencia.
. Más que “por” la Iglesia, muchos matrimonios se han casado, y se casan, “en” la Iglesia, no solo en España, sino en los demásde los países “católicos, apostólicos y romanos”. Analizar a la luz de principios elementalmente catequísticos la “sacramentalidad” de la mayoría de los matrimonios canónicos, obliga a los propios contrayentes, familiares y amigos a llegar a la concluyente convicción de que, de sacramento, nada o casi nada.
. Razones o motivaciones de cualquier otro tipo, ajenas al amor verdadero, y a la significación sagrada implícita en el rito y en la ceremonia litúrgica, suplantaron con creces y, en ocasiones, con exclusividad, el contenido “religioso” que canónicamente se le adscribía. “Santo y seña” de la veracidad de tan descalificadoramente grave aseveración, está fundamentada en el dato de que cualquiera –sí, cualquiera- de los matrimonios que creyeron conveniente su disolución por parte de la Iglesia, con plena y satisfactoria aceptación en la sociedad “religiosa”, se les facilitaba el reconocimiento de su “nulidad”, siempre y cuando, expertos matrimonialistas ampararan la causa, y los procedimientos, previos los trámites y los “pagos” establecidos por los aranceles y “extras”.
. El capítulo de los Tribunales Eclesiásticos, prescindiendo, aquí y ahora, con benevolencia y piedad, de los abusos escandalosos y torpes, es de lo más lamentable y desedificador en todo el contexto pastoral de la historia eclesiástica, tal y como lo es en el orden teológico y canónico,, con explícito provecho para los poderosos y ricos, y sin que el pueblo- pueblo “por la gracia de Dios”, pero sin cultura y sin medios de fortuna, pudiera beneficiarse, y así afrontar situaciones personales, familiares y sociales, y además resolverles problemas de conciencia.
. Seguir negándole a la sagrada Comunión , y escatimarles la plena inserción en la Iglesia a los “divorciados”, y no a los “anulados” por los procedimientos canónicos al uso –abuso- vigentes, es práctica anti eclesial y anti evangélica, por lo que, hasta su incongruencia es bochornosa , por muchos cánones que sea legítimo asignárseles..
. La teología del matrimonio, elaborada por clérigos celibatarios, y sin intervención alguna de los laicos, ni fue, ni es, ni será respuesta de salvación temporal y eterna para los hijos de Dios, a los que definen la realidad de la vida y sus cambios, precisamente queridos, o permitidos, por Dios, de los que la sociología es reflejo fidedigno y constante.
. Prescindir de las aportaciones “teológicas” tradicionales, inspiradoras de códigos y principios morales referentes al matrimonio, es tan apremiante y urgente, como lo es recabar la participación, concurrencia y cooperación activa de casados y casadas, en la elaboración- reelaboración de sus principios, aplicaciones y calificaciones.
. El pueblo-pueblo de Dios sabe tanta o más teología que sus teólogos “oficiales”, y concretamente en cuanto se relaciona con el matrimonio, como sacramento, como gracia de Dios y de conducta eclesial, por lo que no les hace caso alguno ni sigue sus orientaciones, El “cisma moral” que se registra entre la “doctrina” oficial de la Iglesia y la praxis que siguen los cristianos, es bien patente y apenas si constituye preocupación alguna para quienes se consideran creyentes de verdad, “buenas personas”, buenos hijos y más buenos padres y madres, les sea permitido o no oficialmente recibir la sagrada Comunión, cuando lo crean conveniente y en sagrada sintonía con su propia conciencia.