Misas Espectáculos y Espectaculares
Todavía añoran algunos en la Iglesia, términos y gestos de comunicación “evangelizadora”, portadores de la “palabra de Dios”, tales como “orador sagrado”, “predicación”,”sermones”, “panegíricos”, “exhortaciones”, “canónigo magistral”, “púlpito”, “cartas pastorales”, “boletines oficiales” y hasta “echacuervos” o “predicador que iba por los lugares publicando la Bula de la Santa Cruzada”
. Cuanto se relaciona en la actualidad eclesial con la evangelización, acercamiento, interpretación y vida del mensaje y ejemplo de Cristo Jesús, apenas si se ha avanzado, o se hizo, en proporciones menores a las de otras instituciones u organismos, no solo técnicamente, sino en cuanto a la inclusión y ulterior difusión de sus contenidos.
. La Iglesia, y sus jerarcas más representativos, dieron siempre la impresión de que, pese al expreso mandato de Jesús de entregarse al ministerio de la evangelización, sus métodos para tal ejercicio estuvieron sometidos a acérrimas censuras, descalificaciones y condenas, no permitiendo siquiera las versiones de la Biblia a las lenguas vernáculas, y tachando de “impía y blasfema” la prensa, por prensa, siempre y cuando esta no fuera devoto y fiel espejo laudatorio de las interpretaciones oficiales
. Es difícil descubrir áreas y tiempos más lóbregos, obscuros y abyectos en la institución eclesiástica, que los relacionados con la libertad de expresión y con los medios “humanos y divinos” empleados en su domesticación, mansedumbre y amaestramiento.
. Los mismos vocablos sagrados de “predicar” o “sermonear” tienen en los diccionarios populares al uso, significados tales como “reprender agriamente”, “hacer observaciones “, “alabar en exceso”, “vituperar” o “censurar”, con olvido de “exposición de verdades sagradas “ y “adoctrinamiento religioso”.
. Medios como la televisión, financiados por la propia Iglesia - Conferencia Episcopal-, con o sin colaboración estatal, por imperativos concordatarios, o similares, son aprovechados fundamentalmente para ofrecer una idea de culto y evangelio, distantes de la verdad religiosa, o difícilmente inteligible a la luz conciliar de la fe, en el contexto “franciscano” auspiciado por el Papa actual.
. Las retransmisiones de las misas dominicales, de modo especial las calificadas como “solemnes”, a propósito de celebraciones o fiestas litúrgicas o para- litúrgicas, más que misas con las que satisfacer su devoción enfermos o impedidos, se convierten en otros tantos espectáculos que reclaman su revisión y reforma con urgencia, en profundidad y con evangelio.
. Por muy religiosos que sean, y se presenten, los espectáculos ni son ni hacen Iglesia. No educan en la fe, ni convierten. Con suma dificultad son caminos de adoración a Dios, y menos al servicio del prójimo. Es preciso descubrir cuales sean los verdaderos fines de la mayoría de tales espectáculos, prescindiendo aquí y ahora de las ceremonias, ritos, atuendos, mitras, báculos, inciensos y ornamentos que, con rigurosa prescripción litúrgica se sirven, previo el correspondiente ensayo de la “función” o representación, como se si tratara de cualquier obra de carácter oficial, social o civil.
. Es obligado reconocer y admitir la buena voluntad de cuantos responsables posibilitan la retransmisión de estas misas y de otras ceremonias y concentraciones “religiosas”. Pero es igualmente obligado insistir en la revisión y examen de las mismas, en conformidad con las ideas, propósitos y propuestas del Papa Francisco.
. El “bien religioso” que puedan aportar a creyentes e incrédulos, es un insondable misterio, aunque es, y será, siempre lícito y edificante estudiarlo, en disposición de actuar en conformidad con sus consecuencias.
. A las homilías, sobre todo, a las episcopales, que se dicen o predican en estas misas- espectáculos, hay que exigirles otra temática, otro tono de voz, más naturalidad y más evangelio. Las pronunciadas por el Papa Francisco son ciertamente ejemplares, con dignas y seguras posibilidades de merecer titulares de prensa, mientras que las episcopales siempre refieren lo mismo, como copias de otras anteriores, con serias dudas de falta de preparación y sobras de ritualismos.
. Titular “misas” a estos espectáculos por muy religiosos que sean y, a la vez, a la Santa Cena, que intentan alongar, deja a muchos cristianos ciertamente perplejos.
. Cuanto se relaciona en la actualidad eclesial con la evangelización, acercamiento, interpretación y vida del mensaje y ejemplo de Cristo Jesús, apenas si se ha avanzado, o se hizo, en proporciones menores a las de otras instituciones u organismos, no solo técnicamente, sino en cuanto a la inclusión y ulterior difusión de sus contenidos.
. La Iglesia, y sus jerarcas más representativos, dieron siempre la impresión de que, pese al expreso mandato de Jesús de entregarse al ministerio de la evangelización, sus métodos para tal ejercicio estuvieron sometidos a acérrimas censuras, descalificaciones y condenas, no permitiendo siquiera las versiones de la Biblia a las lenguas vernáculas, y tachando de “impía y blasfema” la prensa, por prensa, siempre y cuando esta no fuera devoto y fiel espejo laudatorio de las interpretaciones oficiales
. Es difícil descubrir áreas y tiempos más lóbregos, obscuros y abyectos en la institución eclesiástica, que los relacionados con la libertad de expresión y con los medios “humanos y divinos” empleados en su domesticación, mansedumbre y amaestramiento.
. Los mismos vocablos sagrados de “predicar” o “sermonear” tienen en los diccionarios populares al uso, significados tales como “reprender agriamente”, “hacer observaciones “, “alabar en exceso”, “vituperar” o “censurar”, con olvido de “exposición de verdades sagradas “ y “adoctrinamiento religioso”.
. Medios como la televisión, financiados por la propia Iglesia - Conferencia Episcopal-, con o sin colaboración estatal, por imperativos concordatarios, o similares, son aprovechados fundamentalmente para ofrecer una idea de culto y evangelio, distantes de la verdad religiosa, o difícilmente inteligible a la luz conciliar de la fe, en el contexto “franciscano” auspiciado por el Papa actual.
. Las retransmisiones de las misas dominicales, de modo especial las calificadas como “solemnes”, a propósito de celebraciones o fiestas litúrgicas o para- litúrgicas, más que misas con las que satisfacer su devoción enfermos o impedidos, se convierten en otros tantos espectáculos que reclaman su revisión y reforma con urgencia, en profundidad y con evangelio.
. Por muy religiosos que sean, y se presenten, los espectáculos ni son ni hacen Iglesia. No educan en la fe, ni convierten. Con suma dificultad son caminos de adoración a Dios, y menos al servicio del prójimo. Es preciso descubrir cuales sean los verdaderos fines de la mayoría de tales espectáculos, prescindiendo aquí y ahora de las ceremonias, ritos, atuendos, mitras, báculos, inciensos y ornamentos que, con rigurosa prescripción litúrgica se sirven, previo el correspondiente ensayo de la “función” o representación, como se si tratara de cualquier obra de carácter oficial, social o civil.
. Es obligado reconocer y admitir la buena voluntad de cuantos responsables posibilitan la retransmisión de estas misas y de otras ceremonias y concentraciones “religiosas”. Pero es igualmente obligado insistir en la revisión y examen de las mismas, en conformidad con las ideas, propósitos y propuestas del Papa Francisco.
. El “bien religioso” que puedan aportar a creyentes e incrédulos, es un insondable misterio, aunque es, y será, siempre lícito y edificante estudiarlo, en disposición de actuar en conformidad con sus consecuencias.
. A las homilías, sobre todo, a las episcopales, que se dicen o predican en estas misas- espectáculos, hay que exigirles otra temática, otro tono de voz, más naturalidad y más evangelio. Las pronunciadas por el Papa Francisco son ciertamente ejemplares, con dignas y seguras posibilidades de merecer titulares de prensa, mientras que las episcopales siempre refieren lo mismo, como copias de otras anteriores, con serias dudas de falta de preparación y sobras de ritualismos.
. Titular “misas” a estos espectáculos por muy religiosos que sean y, a la vez, a la Santa Cena, que intentan alongar, deja a muchos cristianos ciertamente perplejos.