¿Qué haría Jesús?
Anda el patio muy revuelto con la historia de los homosexuales. Unas personas están de acuerdo con las palabras de monseñor Reig en la retransmisión de la misa del Viernes Santo, otras desde Barcelona se muestran contrarias y la televisión, se plantea si pedir explicaciones a la conferencia episcopal. No juzgo al obispo de Alcalá porque lo que dijo en la homilía es lo que piensan muchos católicos viejos, es lo que nos enseñaron de niños pero la ciencia ha avanzado y los tiempos han cambiado, obligando a modificar un discurso que ha quedado obsoleto.
Me ha interesado leer un caso semejante (en el National Catholic Reporter) ocurrido recientemente en Austria. En una parroquia pequeña, Florian Stangl, de 26 años de edad, fue elegido por gran mayoría para formar parte del consejo parroquial, pero no pudo acceder al cargo porque el párroco Gerhard Swierkek, sacó del cajón el derecho canónico y le pidió que renunciara. ¿El motivo? Que convive con una pareja masculina estable.
No sé si fue el interesado o los fieles, los que elevaron una demanda a la archidiócesis para que mediara en el caso. Cuando confirmaron de las altas esferas, la decisión del párroco, Stangl pidió hablar con el cardenal Schönborn que, ante las dudas, se preguntó lo que haría Jesús en un caso semejante y la respuesta que le dio su conciencia fue clara: Jesús comería con el presunto culpable.
La comida se celebró y al salir, el cardenal reconoció que había quedado impresionado de la fe de Stangl, de su humildad y de la manera con la que realizaba su forma de servir a la Iglesia, unas virtudes del joven, que le hicieron comprender el voto masivo de sus compañeros para formar parte del consejo parroquial. Tan convencido quedó, que ha decidido cambiar las leyes que exigen que los candidatos a estos puestos, firmen su adhesión a todas las doctrinas de la Iglesia porque “hay muchos consejeros, cuyas vidas no están totalmente de acuerdo con los ideales de la Iglesia pero su ejemplo en conjunto, y sus esfuerzos para ser fieles mejoran a la comunidad”. En su homilía del Jueves Santo, Schonbörn seguía dándole vueltas a la idea y afirmó, que ante las personas cuyas vidas no son conformes con los ideales de la Iglesia, la comunidad debe actuar con cariño y cercanís, para facilitar su camino de fe.
Al pairo de este motivo, han circulado estos días por Internet unas palabras del cardenal Martini, sacadas de su libro Believing and Knowing, en las que decía que la sociedad debe defender y apoyar a la familia pero “no es mala la estabilidad en las relaciones homosexuales entre dos personas, frente a los encuentros ocasionales, y, por ello, el estado debía favorecerla”.
La moraleja que yo saco es que comer juntos, ayuda a entender a los que no piensan igual, incluso a los presuntos pecadores porque se comprueba que detrás de sus actuaciones hay buenas y bien intencionadas personas. Todos estamos muy lejos de los ideales a los que hemos sido llamados y Jesús, ya nos advirtió, de que las prostitutas nos precederán en el Reno de los cielos… por algo lo diría.
Me ha interesado leer un caso semejante (en el National Catholic Reporter) ocurrido recientemente en Austria. En una parroquia pequeña, Florian Stangl, de 26 años de edad, fue elegido por gran mayoría para formar parte del consejo parroquial, pero no pudo acceder al cargo porque el párroco Gerhard Swierkek, sacó del cajón el derecho canónico y le pidió que renunciara. ¿El motivo? Que convive con una pareja masculina estable.
No sé si fue el interesado o los fieles, los que elevaron una demanda a la archidiócesis para que mediara en el caso. Cuando confirmaron de las altas esferas, la decisión del párroco, Stangl pidió hablar con el cardenal Schönborn que, ante las dudas, se preguntó lo que haría Jesús en un caso semejante y la respuesta que le dio su conciencia fue clara: Jesús comería con el presunto culpable.
La comida se celebró y al salir, el cardenal reconoció que había quedado impresionado de la fe de Stangl, de su humildad y de la manera con la que realizaba su forma de servir a la Iglesia, unas virtudes del joven, que le hicieron comprender el voto masivo de sus compañeros para formar parte del consejo parroquial. Tan convencido quedó, que ha decidido cambiar las leyes que exigen que los candidatos a estos puestos, firmen su adhesión a todas las doctrinas de la Iglesia porque “hay muchos consejeros, cuyas vidas no están totalmente de acuerdo con los ideales de la Iglesia pero su ejemplo en conjunto, y sus esfuerzos para ser fieles mejoran a la comunidad”. En su homilía del Jueves Santo, Schonbörn seguía dándole vueltas a la idea y afirmó, que ante las personas cuyas vidas no son conformes con los ideales de la Iglesia, la comunidad debe actuar con cariño y cercanís, para facilitar su camino de fe.
Al pairo de este motivo, han circulado estos días por Internet unas palabras del cardenal Martini, sacadas de su libro Believing and Knowing, en las que decía que la sociedad debe defender y apoyar a la familia pero “no es mala la estabilidad en las relaciones homosexuales entre dos personas, frente a los encuentros ocasionales, y, por ello, el estado debía favorecerla”.
La moraleja que yo saco es que comer juntos, ayuda a entender a los que no piensan igual, incluso a los presuntos pecadores porque se comprueba que detrás de sus actuaciones hay buenas y bien intencionadas personas. Todos estamos muy lejos de los ideales a los que hemos sido llamados y Jesús, ya nos advirtió, de que las prostitutas nos precederán en el Reno de los cielos… por algo lo diría.