Al padre en su día
Ya empiezan a repetir que el día 19 es tu día, padre. Pero, bien mirado, tuyo es el año entero, todos los días, todas las horas. La madre suele ser quizá la más obsequiada, la más festejada. Pero cómo nos damos cuenta cada día de lo que ella te quiere a ti. Son mil pequeños detalles que nos dicen hasta qué punto está pendiente de ti, de tus gustos en la mesa y en la vida diaria, de cómo te vas a vestir en cada ocasión, de tu salud, de ti mismo… No hace falta que lo jure: está enamorada. Como tampoco hace falta que nos jures tú, padre, cómo la sigues queriendo… No te lo hemos dicho nunca. Estas cosas dan un poco de corte y no se habla de ellas, pero, con la madre y contigo, nos hemos sentido también nosotros queridos y seguros.
Gracias, padre por el amor que os tenéis. Gracias por el amor que, los dos juntos, nos dais. Las pequeñas discusiones entre vosotros, los disgustos pasajeros se olvidan, terminan siempre bien y son seguramente una prueba más de vuestro cariño. Lo peor sería la indiferencia y el silencio. Sabemos lo que sufren otros chicos cuando los padres viven en una agria y permanente discusión. O se odian. O ni siquiera se dirigen la palabra… Sabemos también del sufrimiento de los hijos de matrimonios separados, rotos.
Dios os conceda quereros hasta el final y cada día más.
No se nos ha ocurrido pensar en lo que podáis dejarnos en herencia. Ni nos importa. Ahora la mejor herencia y lo que más nos importa es el amor que os tenéis y el que nos dais, sin arrumacos ni tonterías, los dos juntos. Importa también, y mucho, lo que nosotros os queremos.
Dios te bendiga, padre, y te haga feliz hoy y siempre, con la madre y con tus hijos.
Amén.
Gracias, padre por el amor que os tenéis. Gracias por el amor que, los dos juntos, nos dais. Las pequeñas discusiones entre vosotros, los disgustos pasajeros se olvidan, terminan siempre bien y son seguramente una prueba más de vuestro cariño. Lo peor sería la indiferencia y el silencio. Sabemos lo que sufren otros chicos cuando los padres viven en una agria y permanente discusión. O se odian. O ni siquiera se dirigen la palabra… Sabemos también del sufrimiento de los hijos de matrimonios separados, rotos.
Dios os conceda quereros hasta el final y cada día más.
No se nos ha ocurrido pensar en lo que podáis dejarnos en herencia. Ni nos importa. Ahora la mejor herencia y lo que más nos importa es el amor que os tenéis y el que nos dais, sin arrumacos ni tonterías, los dos juntos. Importa también, y mucho, lo que nosotros os queremos.
Dios te bendiga, padre, y te haga feliz hoy y siempre, con la madre y con tus hijos.
Amén.