"La corrección fraterna, un deber" Advertir y corregir

Lámpara y luz
Lámpara y luz

"Leemos en el libro de los Proverbios: 'Lámpara es la instrucción y luz la enseñanza, camino de vida la reprensión que corrige' (Prov. 6,23)"

"Por eso, el Señor envía a sus centinelas que, como el mismo Ezequiel, tendrán que 'tocar el cuerno' para 'advertir' y 'corregir' al pueblo"

"Este deber de advertir y corregir, expresado claramente en el profeta, se hace precepto evangélico por parte de Jesús"

"La corrección fraterna implica mucha prudencia y, al mismo tiempo, constituye un deber y, a veces, un deber grave… No se puede obviar"

Estimadas y estimados. Leemos en el libro de los Proverbios: «Lámpara es la instrucción y luz la enseñanza, camino de vida la reprensión que corrige.» (Prov. 6,23). «Miseria y vergüenza a quien rechaza la advertencia, quien se deja corregir se cubrirá de honor.» (Prov. 13,18).

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También en el Antiguo Testamento, en un verdadero contexto de crisis espiritual y política, el profeta Ezequiel habla de corregir y advertir, contemplando la presencia gloriosa del Señor que, a pesar de todo, renovará al pueblo de sus infidelidades. Por eso, el Señor envía a sus centinelas que, como el mismo Ezequiel, tendrán que «tocar el cuerno» para «advertir» y «corregir» al pueblo. De aquí que el profeta ponga en boca de Dios mismo estas palabras: «Si yo digo al malvado: “Malvado, eres reo de muerte”, pero tú no hablas para advertir al malvado que cambie de conducta, él es un malvado y morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Pero si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida» (Ez 33,8-9).

Este deber de advertir y corregir, expresado claramente en el profeta, se hace precepto evangélico por parte de Jesús. He aquí el pasaje clave: «Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.» (Mt 18, 15-17). A la luz de esta enseñanza, nos damos cuenta de cómo la corrección fraterna implica mucha prudencia y, al mismo tiempo, constituye un deber y, a veces, un deber grave. También, en la Epístola de Santiago, encontramos escrito: «Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo convierte, sepa que quien convierte a un pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.» (St 5,19-20).

La corrección, por lo tanto, no se puede obviar, cosa que implicaría desentendernos de la persona concreta. Todavía menos, criticar o divulgar las ofensas o las faltas a hombros del interesado. Esta es la actitud del profeta Natán que corrige y advierte severamente al joven rey David, después de su grave pecado contra Urías, robándole a su esposa, Betsabé (2 Sam 12,1-12). «Más vale corrección con franqueza que amistad encubierta» (Prov. 27,5), afirma también el libro de los Proverbios.

Este deber, convertido en precepto evangélico, es ampliamente comentado por los Padres de la Iglesia. A modo de ejemplo, afirma san Agustín: «Si dejas estar a tu hermano, tú eres peor que él; él ha cometido un pecado, y con el pecado se ha herido a sí mismo; ¿no te importan las heridas de tu hermano? Lo ves morir o ya muerto, ¿y permaneces indiferente? Tú eres peor callando que él faltando» (Sermón 82, 4, 7). «¿Quién tiene celo por la casa de Dios? Aquel que pone todo el esfuerzo para corregir todo aquello censurable que observa» (In Ioann., 10, 9). Dice también san Bernardo: «Callar cuando puedes y debes reprender es consentir; y sabemos que está reservada la misma pena para quienes hacen el mal y para quienes lo consienten» (In nat. Ioann. Baptis., 9).

CORRECCIÓN FRATERNA

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