"Lo que es normal a los ojos de Jesús no es siempre lo más corriente" ¿Corregir a Jesús?
"Es posible que el mal de Pedro sea también el nuestro"
"Hemos empezado el tiempo de Adviento y queremos ser mejores para prepararnos adecuadamente por la Navidad. Pero a veces nos pasa que no cambiamos"
"Después de la confesión de fe de Pedro, Jesús se puso a instruir a los discípulos diciéndoles que el Mesías sería rechazado. Pedro lo increpó. Jesús le respondió: '¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!' (Mc 8,32-33)"
"Ser discípulo no es corregir al Cristo o adaptar su mensaje, sino seguirlo "llevando la cruz" (Mc 8,34). ser coherente con el Evangelio. Aunque esto implique el hecho de tener que ir a contracorriente"
"Después de la confesión de fe de Pedro, Jesús se puso a instruir a los discípulos diciéndoles que el Mesías sería rechazado. Pedro lo increpó. Jesús le respondió: '¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!' (Mc 8,32-33)"
"Ser discípulo no es corregir al Cristo o adaptar su mensaje, sino seguirlo "llevando la cruz" (Mc 8,34). ser coherente con el Evangelio. Aunque esto implique el hecho de tener que ir a contracorriente"
Estimadas y estimados. Hemos empezado el tiempo de Adviento y queremos ser mejores para prepararnos adecuadamente por la Navidad. Pero a veces nos pasa que no cambiamos: seguimos con nuestros propios pensamientos, que no son los de Dios y, sin mala intención, nos oponemos al mensaje de Jesús. Es aquella oposición «de buena fe» al proyecto del Reino de Dios, como hace Simón Pedro, cuando todavía no ha comprendido que el camino de Jesús tiene que pasar por la cruz.
Después de la confesión de fe de Pedro (Mt 16,13-20; Mc 8,27-30; Lc 9, 18-21), el Evangelio nos afirma que Jesús se puso a instruir claramente a los discípulos diciéndoles que el Mesías sería rechazado. «Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» (Mc 8,32-33).
Uno de los dramas de la predicación de Jesucristo fue hacer comprender el significado profundo del Reino de Dios sin alimentar las expectativas políticas judías. Esta es, precisamente la tentación que el diablo le ofrece en el desierto (Mt 4, 1-11; Mc 1,12-13; Lc 4,1-13): presentarse como un Mesías político y poderoso. Pero el Reino de Dios que anuncia Jesús no es ni político, ni temporal. De aquí el paralelismo sorprendente del pasaje de Marcos acabado de mencionar con el episodio de las tentaciones: «Vete, Satanás». Jesús solo lo dice al diablo en el desierto (Mt 4,10) y a Pedro. Porque Pedro, en este momento, todavía «no ve las cosas como Dios, sino como los hombres». Por eso quiere «corregir» a Jesús mismo.
De hecho, si miramos la historia de los cristianos y la misma actualidad eclesial, nos damos cuenta de que, como Pedro, muchas veces hemos querido corregir al Cristo, para acomodarlo al mundo, para adaptarlo a las diversas situaciones. No son los hombres y sus estadísticas quienes nos tienen que decir cómo tiene que ser el Evangelio hoy, sino que es el Evangelio quien nos tiene que decir hoy y siempre como tienen que ser los hombres.
Es posible que el mal de Pedro sea también el nuestro. A menudo tenemos la tentación de adaptar excesivamente el Evangelio al mundo, de diluirlo, de hacerlo suave, de esconder algunas páginas para no herir susceptibilidades, de reducirlo a un lenguaje políticamente correcto, con la pretensión teórica de ganar más adeptos, o para que no nos digan que estamos desfasados. Pero, entonces, en vez de evangelizar al mundo, mundanizamos el Evangelio.
Ser discípulo no es corregir al Cristo o adaptar su mensaje, sino seguirlo «llevando la cruz» (Mc 8,34). Jesús acepta la cruz como fruto de su fidelidad radical a la misión recibida de Dios Padre y no simplemente como una pura abnegación antihumana. También el cristiano que de verdad quiera seguir a Jesús tiene que ser coherente con el Evangelio sin corregir al Cristo ni diluir ni una brizna de su mensaje. Aunque esto implique el hecho de tener que ir a contracorriente. Porque lo que es normal a los ojos de Jesús no es siempre lo más corriente.