"Caminando juntos, la Iglesia podrá aprender a vivir la comunión" Por una Iglesia sinodal, que "hará posible la escucha real del Pueblo de Dios”
El recorrido sinodal está teniendo tres fases que van de octubre de 2021 a octubre del 2023: la primera, llamada fase diocesana, ha tenido lugar entre octubre del año pasado y abril de este año. La segunda, la fase continental, se realizará desde septiembre de 2022 a marzo de 2023. Los trabajos que se hagan en estas dos fases, darán lugar a dos Instrumentum Laboris diferentes, antes de la fase definitiva, que será la tercera, la universal, y que tendrá lugar en octubre del 2023
Desgraciadamente, en una Iglesia jerarquizada, a los laicos no se les tiene en cuenta y por eso no son escuchados
Este es el título del Documento Preparatorio que la Iglesia nos ha ofrecido como un servicio al camino sinodal. Fue el papa Francisco que, el 24 de abril de 2021, aprobó el itinerario para la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los obispos.
El Sínodo es una institución consultiva instituida por el papa Pablo VI el 15 de septiembre de 1965 (por medio del Motu proprio “Apostolica Sollicitudo”). Por tanto este órgano nació en el marco del Concilio Vaticano II, con el objetivo de ayudar al papa en el gobierno de la Iglesia, por medio de sus consejos. Desde 1965 se han celebrado en la Iglesia 29 Asambleas del Sínodo de los obispos. Por otra parte, los últimos años el papa Francisco ha dado una nueva dimensión a los Sínodos, con la participación de todo el pueblo de Dios y no solo los obispos sino también religiosos, laicos, hombres y mujeres.
El texto: “Por una Iglesia Sinodal”, es el instrumento que servirá “para favorecer la primera fase de escucha y consulta del Pueblo de Dios en las Iglesias particulares”, que ha tenido lugar desde octubre de 2021 a abril del 2022.
El recorrido del Sínodo se inició en el Vaticano el 9 y 10 de octubre del año pasado, mientras que el día 17 del mismo mes se inició en las Iglesias diocesanas de todo el mundo. Así, en el País Valenciano, el 17 de octubre de 2021 comenzaron este camino sinodal los cristianos valencianos de las diócesis de Tortosa, València, Sogorb-Castelló y Oriola-Alacant.
El recorrido sinodal está teniendo tres fases que van de octubre de 2021 a octubre del 2023: la primera, llamada fase diocesana, ha tenido lugar entre octubre del año pasado y abril de este año. La segunda, la fase continental, se realizará desde septiembre de 2022 a marzo de 2023. Los trabajos que se hagan en estas dos fases, darán lugar a dos Instrumentum Laboris diferentes, antes de la fase definitiva, que será la tercera, la universal, y que tendrá lugar en octubre del 2023, con la celebración de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los obispos. Por eso, como desea el Documento Preparatorio, la articulación de las diferentes fases del proceso sinodal “hará posible la escucha real del Pueblo de Dios”.
Con este texto, el papa invitaba a la Iglesia “a interrogarse sobre un tema decisivo para su vida y su misión”, para así impulsar la “comunión, la participación y la misión” de la Iglesia en este tercer milenio.
Este camino, hasta octubre de 2023, “se sitúa en la línea del aggiornamento de la Iglesia propuesto por el Concilio Vaticano II”, un camino que, como dice este Documento Preparatorio, “es un don y un trabajo”. Y es que “caminando juntos, la Iglesia podrá aprender a vivir la comunión” y así, “abrirse a la misión”. Por eso, en medio de diversos movimientos inmovilistas que cuestionan (y casi desautorizan) el Concilio Vaticano II, el papa ha declarado que “el Concilio es nuestro ecosistema eclesial y pastoral” (Religión Digital, 28 de septiembre de 2021).
Este camino de la sinodalidad, como dice el texto de trabajo, “es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. Como dijo muy acertadamente José Mª Marín, la sinodalidad ha de ayudar a la Iglesia “a sanar la parálisis eclesial”, de la misma manera que fue curado el paralítico y que recoge el Evangelio de San Juan (Jo 5:1-16), al mismo tiempo que también ayudará a renovar las comunidades cristianes a la luz del Evangelio.
Sé de cristianos valencianos que han trabajado el Documento Preparatorio, como el grupo de la parroquia de San Jaime de Algemesí, un grupo que, desde hace más de treinta años, periódicamente, se reúne para leer, comentar y reflexionar la Sagrada Escritura. En el documento que este grupo ha trabajado y en las reflexiones que ha hecho llegar al Vaticano, aunque se reconoce una cierta desconfianza, como me comentaba el amigo Vicent Niclòs, los integrantes de este grupo no quieren desfallecer y por eso continúan pidiendo en las propuestas que sus miembros han enviado a Roma, “lo que es justo y necesario para nuestro pueblo”.
Entre las conclusiones a que han llegado los miembros de este grupo, destaca en primer lugar una constatación clara: “la poca conciencia de comunidad que existe entre los diferentes grupos” y por eso piden “crear comunidad, avanzar en el conocimiento de Cristo y trabajar la acogida y el acompañamiento”. Este grupo constata también un hecho bastante triste: y es que en la Iglesia “se fomenta una concepción individualista” y por eso mismo “se habría de trabajar una fe más participativa”, que hiciese posible “conocer y escuchar la Palabra de Dios, caminar juntos y escucharnos de veras”, ya que desgraciadamente, en una Iglesia jerarquizada, a los laicos no se les tiene en cuenta y por eso no son escuchados. Con valentía, este grupo de Algemesí pide “escuchar y acercarse a los descartados y excluidos que no tienen la oportunidad de expresar su voz”. De aquí la “necesidad del diálogo” en el seno de la Iglesia, escuchando a todos (y no solo a los sacerdotes, a los obispos y a los religiosos), “para hacer fructificar el amor” y de esta manera “avanzar con valentía”.
Aprender la lengua propia en los seminarios
Este grupo de Algemesí también constata en sus conclusiones, el escándalo que supone, por parte de la jerarquía del País Valenciano, el hecho de que nuestros obispos, desde hace siglos, continúan rechazando y excluyendo el valenciano en la Iglesia, cosa que es un “desprecio y un escarnio público”, ya que existe una “marginación intencionada, reiterada y permanente” de nuestra lengua en la Iglesia. Por eso este grupo valenciano pide que “los ministros ordenados aprendan la lengua propia en los Seminarios”. Y es que a pesar que las Constituciones Sinodales de Valencia y el Plan Pastoral Diocesano, pedían la normalización del valenciano (o catalán), con la publicación de los libros litúrgicos en valenciano, y de una manera particular la aprobación (por fin) del Misal Romano en valenciano, los obispos (haciendo caso omiso de lo que pedían aquellas asambleas), no han hecho nada de lo que pedían los participantes que aprobaron las Constituciones Sinodales de Valencia y del Plan Pastoral Diocesano.
El grupo de Algemesí cuestiona en sus conclusiones enviadas a Roma, que se priorice la misa dominical por encima de la atención integral y de calidad y por eso a menudo, “los jóvenes se aburren en misa”, debido, en buena parte, a las “cotillas litúrgicas” y a la “falta de participación en las celebraciones litúrgicas”. Hace falta, como pide este grupo, “dinamizar el edificio” y un mayor compromiso de las comunidades cristianas con “la justicia social, los derechos humanos o la ecología”. Igualmente se pide una mayor “corresponsabilidad y no tanta clericalización” (como existe en la actualidad) en el seno de la Iglesia.
Otro punto a destacar de las propuestas que este grupo de Algemesí ha enviado al Vaticano, es “la falta de diálogo de la diócesis con las otras diócesis de su ámbito social-cultural-político”, así como también “la falta de sintonía entre la Iglesia institucional y el mundo actual”. También es importante, como destaca este grupo, “la asunción de responsabilidades por parte de los laicos” y no identificar “la autoridad con el poder”. Por eso este grupo pide “reducir organismos consultivos”, para “dar voz y voto a los distintos estamentos de la Iglesia”. Y es que si la Iglesia lo somos todos, no se puede dar a los laicos (como precocinado) lo que los obispos y los sacerdotes han preparado ellos solos.
Formalismo, intelectualismo e inmovilismo
En la inauguración del Sínodo en Roma, el papa nos recordó los tres riesgos donde puede caer la Iglesia: el formalismo, el intelectualismo y el inmovilismo. Y por eso, Francisco pedía a Dios que nos libere de “convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro” (Religión Digital, 9 de octubre de 2021).
Solo si en este camino escuchamos la voz del Espíritu, con los oídos y todavía más con el corazón, como desea este grupo de Algemesí, podremos descubrir “el rostro y la forma de una Iglesia sinodal”, tal como pide el texto preparatorio del Sínodo. Y es por eso que el papa ha invitado a la Iglesia a “aprender a escucharnos: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos”, para de esta manera pasar del desencanto y del cansancio a la esperanza. Seguro que si se escuchasen las reflexiones de este grupo de Algemesí, la sinodalidad de la Iglesia sería una realidad.
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