Arranca su 40 Encuentro de jóvenes en Basilea, Lörrach y Saint-Louis La Comunidad de Taizé busca "encontrar un nuevo impulso de solidaridad en Europa"

(C. Doody/Agencias).- "Apoyarse en la oración", "ir a las fuentes de la fe y de la fraternidad" y "reunirse con personas que a través de su compromiso con el Evangelio afrontan los desafíos de hoy". Son los grandes propósitos que se han fijado los organizadores del Encuentro de jóvenes de la Comunidad de Taizé que arranca este jueves y que busca "encontrar un nuevo impulso de solidaridad en Europa".

Desde hoy y hasta el 1 de enero se celebra la 40 edición de este Encuentro que esta vez se lleva a cabo en forma simultánea en tres ciudades: Basilea (Suiza), Lörrach (Alemania) y Saint-Louis (Francia).

Los organizadores en los tres países destacaron que participan casi 20.000 personas procedentes de 45 países y que el objetivo será dar continuidad a la "Peregrinación de confianza sobre la Tierra", que comenzó el hermano Roger a fines de la década del 60.

"La región de Basilea y la comunidad de Taizé han tenido durante mucho tiempo una estrecha relación. Las iglesias y las comunidades cristianas de la región de Basilea se identifican con el objetivo de Taizé de acompañar y apoyar a los jóvenes en su camino personal de fe", subrayaron.

Comunidad Taizé

La historia de la Comunidad de Taizé comenzó en 1940 cuando, a la edad de veinticinco años, el hermano Roger deja su país natal, Suiza, para ir a vivir a Francia, el país de su madre.

Inmovilizado durante años por una tuberculosis pulmonar, fue en el curso de esta enfermedad cuando maduró en él la llamada a crear una comunidad. En el momento en que comienza la Segunda Guerra Mundial, tuvo la certeza de que, al igual que su abuela había hecho durante la Primera Guerra Mundial, tenía que ir sin demora a ayudar a las personas que atravesaban esta dura prueba.

La aldea de Taizé donde se estableció se encontraba muy cerca de la línea de demarcación que dividía a Francia en dos: una buena situación para acoger a refugiados que escapaban de la guerra.

Algunos amigos de Lyón comenzaron a dar la dirección de Taizé a aquellos que necesitaban refugio. En Taizé, gracias a un módico préstamo, el hermano Roger compró una casa abandonada desde hacía años y sus dependencias. Propuso a una de sus hermanas, Geneviève, que viniera a ayudarle en su trabajo de acogida.

Hoy la comunidad de Taizé reúne a unos cien hermanos, católicos y de diversos orígenes protestantes, procedentes de más de treinta naciones. Por su existencia misma, la comunidad es un signo concreto de reconciliación entre cristianos divididos y pueblos separados.

Los hermanos viven de su propio trabajo. No aceptan ningún donativo. Tampoco aceptan para sí mismos sus propias herencias, sino que la comunidad hace donación de ellas a los más pobres.

El Papa insta a los jóvenes a no cerrarse "a los demás ni a los sufrimientos del mundo"

Mientras tanto, el Papa Francisco se ha hecho presente en esta reunión de los jóvenes de Taizé  con un mensaje firmado por el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin.

En el mensaje, el Pontífice asegura su cercanía espiritual, agradece a los jóvenes por su presencia y se dice feliz de saber que participan en el encuentro "para acoger y profundizar el mensaje de Jesús, fuente de alegría para todos los que le abren su corazón". Los anima asimismo a permitir a la alegría "que nace de la amistad vivida con Jesús", que habite en ellos. Esa alegría de Jesús "que nunca se cierra a los demás ni a los sufrimientos de este mundo".

"Él los invita a permanecer unidos al Señor a través de la oración y la escucha de su Palabra", prosigue el cardenal Parolin, refiriéndose al Papa, "para que pueda ayudaros a dedicar vuestros talentos para 'una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos' (Carta apostólica Misericordia et misera, n. 20)".

Recordando los 500 años de la Reforma, Su Santidad pide al Espíritu Santo que ayude a los jóvenes protestantes, católicos y ortodoxos "a alegrarse y a enriquecerse con la diversidad de dones realizados a todos los discípulos de Cristo, para manifestar que la alegría del Evangelio nos une más allá de todas las heridas de nuestras divisiones".

Y los impulsa, por último, a "no tener miedo de recorrer los caminos de la fraternidad para que el encuentro de Basilea haga visible la comunidad alegre que mana de la fuente del corazón lleno del Señor".

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