Concluyen las Jornadas "JóvenesIglesiaFrontera" "A tiempos nuevos, pastorales nuevas"

(JIF).- Por segundo año consecutivo se han celebrado en Zaragoza las Jornadas JIF (JóvenesIglesiaFrontera), organizadas por la JOC, movimiento apostólico juvenil diocesano; Jesuitas Zaragoza y Centro de Educación Secundaria San Valero, obra diocesana. Estas jornadas se enmarcan en el marco del Plan diocesano y de las orientaciones del Papa Francisco en la exhortación Evangeli Gaudium. Son la expresión de una Pastoral Juvenil abierta a unas sensibilidades de frontera y periferia. Un paso más en el camino hacia una Iglesia misionera.

Durante las #JIF 2014 reflexionábamos cómo hacer discípulos en la frontera, en lo que a pastoral juvenil se refiere. Y terminábamos con una conclusión importante: "Nuestra pastoral dependerá de cuál sea nuestra mirada hacia los JÓVENES y las jóvenes de nuestro tiempo".

Este año hemos querido dar un paso más, para plantearnos y explicar el por qué se habla hoy de "Jóvenes y ausencia de interrogantes religiosos", para acabar formulando algunas claves que nos ayuden, como acompañantes de jóvenes en sus procesos de iniciación a la fe, a "despertar la pregunta sobre Dios".

A través de ponencias, testimonios, concierto y talleres, estas jornadas se han consolidado como un espacio abierto y comunitario para preguntarnos, plantearnos y buscar algunas respuestas y pistas para la evangelización hoy en medio de los jóvenes. Las jornadas JIF pretenden abrir caminos hacia los jóvenes y sus realidades, acogiendo y acompañando sus proyectos y trayectorias, dentro y fuera de la Iglesia, estando especialmente atentos a aquellas realidades más precarias social, económica y laboralmente.

Más de 180 personas se han inscrito este año para participar, tanto en los actos desarrollados en el Centro Joaquín Roncal como en los talleres y oración final celebrados en el Centro Pignatelli de Zaragoza, dos espacios que nos parecen muy simbólicos en nuestra ciudad. Representan el diálogo entre culturas, religiones, generaciones. Son espacios de apertura al diferente y donde se están construyendo redes de trabajo colaborativo y solidario en distintos campos.

Pedro José Gómez Serrano nos ha acompañado e iluminado en la reflexión. Agradecemos de corazón su presencia entre nosotros y nosotras. Su experiencia y su testimonio cercano y reconocible, como miembro desde hace cerca de 35 años de una pequeña comunidad cristiana ubicada en el barrio madrileño de Pan Bendito (Carabanchel), uno de los barrios más desfavorecidos de Madrid, han contribuido a despertar y renovar nuestra vocación para el acompañamiento a jóvenes. Además destacamos su capacidad para dibujarnos y presentarnos la realidad actual y atisbarnos caminos y retos de futuro. No en vano, ser profesor de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid le hace estar diariamente en contacto con jóvenes. Pero es también colaborador del Instituto Superior de Pastoral de Madrid, dependiente de la Universidad Pontificia de Salamanca y actualmente es miembro de los comités técnico y científico de la Fundación Foessa, lo que nos da a entender el por qué de su lúcida reflexión que esperamos aprovechar para nuestra pastoral.

Una de las cuestiones más repetidas durante estas jornadas es que nadie empieza a preguntarse por Dios, sino por la vida. En este sentido, hemos de desmontar determinadas formas de actuar en la Iglesia, de presentar el Evangelio o de presentarnos nosotros y nosotras mismas como creyentes y seguidores de Jesucristo. Seamos cristianos practicantes, sí, pero practicantes del Evangelio. No podemos presentarnos -y conformarnos con ello- como practicantes en cuanto a participantes de actos litúrgicos sin más. Tenemos por delante una tarea más difícil y un grado mayor de responsabilidad y compromiso: ser testigos del Evangelio, organizar nuestras vidas siguiendo a Jesús, y organizar en función de ello nuestra economía, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestro tiempo... como discípulos comprometidos con el Reino de Dios y su justicia

Hemos de saber y reconocer que los tiempos han cambiado. Y a tiempos nuevos, son necesarias pastorales nuevas. En este sentido hay que acoger con gratitud los gestos del Papa Francisco y su compromiso para tender puentes dentro y fuera de la Iglesia. Diálogo, amor, cercanía y alegría deben ser hoy nuestra manera de mirar al mundo y a la juventud.

Hemos vivido instalados en la cultura del bienestar, del consumismo, el individualismo e inmediatismo. Se ha perdido silencio, necesidad de ir a la fuente, al manantial, tener sed de Dios y estar bien alimentados de fe. Tenemos una llamada a construir comunidades más sanas y accesibles. Sólo así haremos más cercano y creíble nuestro mensaje liberador.

Hay que reconocer también muchos de los errores y barreras que la Iglesia española ha construido en los últimos años. Lo que provoca que nos hallemos muchas veces en situaciones fuera de cobertura... Hay preguntas sin respuestas, llamadas que no encuentran a nadie al otro lado. Y a creer no se empieza si no es en contacto con otros creyentes.

A ello nos ha ayudado también el testimonio de un joven no creyente. La asociación de Iglesia con el poder y no con los pobres, la organización profundamente jerárquica, los fines no siempre bien definidos, el papel de la mujer o la voluntad de imponer una doctrina y moral no siempre acompasada con los tiempos y con nuestros jóvenes son los elementos que han provocado un distanciamiento en ocasiones importante con una significativa parte de la juventud. Obviarlo no sirve de nada. Como tampoco la búsqueda de la culpa. Nos quedamos con la esperanza y la luz que nos dejaba el final de este testimonio: el desafío a abrirnos más a los jóvenes y la sociedad, desde un respeto mutuo. La modernización y acercamiento a jóvenes que tienen preguntas para las cuales hoy están buscando respuestas en las redes sociales y la comunicación digital. Y la voluntad de encontrarnos y entendernos en algunos espacios como la liberación de las personas y la dignidad humana para hacer y construir una sociedad más justa e igualitaria para los hombres y mujeres.

Lo que da vida es estar atentos a los deseos de los jóvenes, porque es la huella de Dios en nosotros; hay que estar atentos a esos deseos, porque provocan alegría y felicidad. Nuestra tarea es ayudar a despertar esa presencia.

Son tiempos en los que aparecen oportunidades pastorales que no debemos dejar escapar: ofrecer otros sabores; ofrecer menús alternativos. Los espacios y símbolos tienen que ser atractivos. Y tenemos que cultivar también nuestra paciencia educativa. La clave es hablar con los jóvenes de su vida, estar donde están ellos, vivir con alegría y con entrega. Y ellos suelen estar en las familias, en los colegios, en las universidades, en los trabajos precarios, en la red, en espacios deportivos, y sitios de diversión y fiesta. Seamos testigos y demos testimonio sencillo y verdadero. Los jóvenes que se topan con nosotros descubren que nuestra vida está promovida por alguien.

Es importante cultivar la actitud personal de grandes valores, de utopía, de esperanza, enseñar a compartir, a dar de sí, a crecer y a cambiar. Mostrar que la vida es un regalo, que no se nos puede escurrir de las manos. No es bueno educar en el ir tirando, hay que ofrecer horizontes a los jóvenes. Y, finalmente, hay que cuidar el ánimo y el estado de los acompañantes, para que transmitamos. No debemos centrarnos tanto en lo que hacer, sino en cómo acompañar.

Los talleres con los que finalizamos las jornadas son un intento de abordar estas nuevas oportunidades pastorales.

En primer lugar, hemos reflexionado sobre los desafíos de la comunicación digital en la pastoral con jóvenes y preguntarnos: ¿Cómo pasar de la pastoral de la respuesta a la pastoral de la pregunta? ¿De la pastoral centrada en los contenidos a la pastoral centrada en las personas? ¿De la pastoral de la transmisión a la pastoral del testimonio? ¿De la pastoral de la propaganda a la pastoral de la proximidad? ¿De la pastoral de las ideas a la pastoral de la narración? ¿A una pastoral atenta a la interioridad y a la interactividad?

En segundo lugar hemos querido preguntarnos: "Confirmación, ¿para qué?" con el que hemos pretendido adentrarnos en los problemas y las causas de que cada vez haya menos jóvenes que inician procesos de confirmación. Y, todavía más, que los jóvenes que finalizan este sacramento abandonen pronto los itinerarios y mediaciones eclesiales. Nos hemos acercado a testimonios de vida de jóvenes a quienes su proceso de confirmación les ha motivado para continuar participando en ámbitos eclesiales. La confirmación es un paso en el camino de un largo proceso. ¿No lo habremos convertido nosotros, la Iglesia, en un fin? ¿No estaremos haciendo lo mismo con otros sacramentos? Reflexionemos sobre ellos y despertemos la creatividad para abrir nuevas orientaciones más fieles a nosotros mismos y al Evangelio.

En tercer lugar, la música ha estado muy presente en estas jornadas. Tanto con el ConCierto Testimonio de Luis Guitarra como en el taller que ha llevado por título "Acercarse a Dios a través de la música". Y es que no cabe duda que la búsqueda de Dios o las preguntas sobre Dios también venir de la música. Es una manera muy natural de acercarnos a Él. Y un medio que es siempre muy juvenil. Como creyentes hemos de rastrear el paso de Dios por nuestras vidas y también por nuestras músicas. Hemos de ser capaces de ver los temas y canciones que hablan de Dios, aún cuando no lo nombren. Desde que Dios se hizo hombre, nada de lo que es humano debe dejar de afectarnos a los cristianos, tampoco la música y menos aún, la que es buena...

Por último hemos abordado en otro taller cómo trabajar con jóvenes en ambientes populares y marginales. Todos los ponentes, músicos y moderadores de estas jornadas tienen un elemento en común. Provienen de barrios obreros y están cercanos a realidades de márgenes: precariedad, pobreza y marginación. No hay que olvidar esta dimensión misionera de la Iglesia. En la opción por los pobres y la lucha por el presente para ganar el futuro de la dignidad humana para una vida con menos desigualdades e injusticias, y por tanto más humana y fraterna, es donde como cristianos hemos de ser constantes e iniciar procesos donde la fe pueda ser un motor de cambio y esperanza para tantas personas.

Hacemos desde las Jornadas JIF un llamamiento a nuestras parroquias diocesanas, seminario, congregaciones religiosas, centros educativos y movimientos apostólicos y otras asociaciones juveniles y comunidades de pastoral juvenil a interiorizar y acoger estas reflexiones y propuestas para ser callejeros de la fe, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza y a cada rincón donde se mueven los jóvenes, pero no desde una ambición numérica, sino desde el testimonio como hermanos que compartimos espacios, valores, preocupaciones, alegrías, gozos y tristezas con nuestros prójimos.

Creemos en Jesús porque tenemos la experiencia de que lo que dice es verdad. Y seguirle significa asumir vivir a contracorriente. ¡Vivámoslo saliendo a los márgenes, fronteras y periferias!

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