Domingo 28 del tiempo ordinario, ciclo C
Lc 17,11-19
Con que frecuencia caemos en expresiones excluyentes: «éste o ésta no es de los nuestros»; «es extranjero/a»; «no se esfuerza por aprender nuestra lengua, nuestra cultura»; «que se vaya a su tierra»; «nos quita el trabajo»; «para ellos son todas las ayudas sociales»; «que trabajen»; etc. En el fondo esta actitud responde a no considerar al otro como un igual: los extranjeros son los «otros», no son de los «nuestros».
Jesús, en el evangelio de este domingo, nos muestra cómo Él no hace acepción de personas, no pregunta de dónde es cada uno para ofrecer su curación gratuitamente, la salvación que libera.
De forma inexplicable el único que vuelve a dar gracias, «
alabando a Dios a grandes gritos», es un samaritano, un extranjero. «
¿Dónde están?», preguntará Jesús, los otros nueve que no eran extranjeros, los que son de los «nuestros», los de nuestra tierra, los que viven, hablan y piensan como nosotros. ¿No tienen necesidad de ser agradecidos, de dar las gracias?
Jesús señala la gratitud de este extranjero, su fe profunda, su actitud abierta. Todo ello, bien diferente, de aquellos otros que se consideraban del pueblo elegido, personas religiosas, pero incapaces de «sorprenderse» ante el don gratuito de Dios, de considerar que dicho don no conoce fronteras.
Javier Velasco-Arias