Los Operarios Diocesanos dejan el Seminario de Zaragoza. La Institución fundada por aque sacerdote, santo donde los haya, que fue Don Manuel Domingo y Sol, agoniza. Y no es para lamentarlo.
Durante muchos años prestaron un extraordinario servicio a la Iglesia dirigiendo numerosos seminarios y el Colegio español de Roma. Hoy, abandonada Zaragoza, siguen en Guadix y no sé si en algún seminario más. Tal vez ya en ningún otro. Y en Guadix no lo tienen nada claro. El obispo, de quien dicen son los negros inspiradores, está a punto de ser sustituido y es más que probable que el nuevo prescinda de sus muy dudosos servicios. Ya no les quiere nadie.
Domingo y Sol era un enamorado del sacerdocio y quiso cuidarle, desde la incipiente vocación, en la piedad, la fidelidad, el estudio, las virtudes sacerdotales que él deseaba para todos sus hermanos.
Durante mucho tiempo prestaron un excelente servicio a la Iglesia y muchos obispos se los disputaban para dirigir sus seminarios. Hasta que llegó el postconcilio y se embarcaron decididamente en él. Hoy son cuatro ancianos despistados que en breve tiempo desaparecerán. Consiguieron dejar de servir a las vocaciones sacerdotales y, a su vez, perdieron sus propias vocaciones. Hoy ya nadie quiere ser Operario Diocesano.
Cuando alguien tiene decidida voluntad de suicidarse es imposible impedirlo. Y estos se han suicidado. No se ha perdido nada tal como estaban hoy. Ellos se lo han buscado. Ojalá el Seminario de Zaragoza, bastante languideciente, recupere con otras personas el ritmo de otros seminarios.