No era normal lo del cardenal de Barcelona. Siempre riendo cuando lo de su diócesis era de llorar.
Hoy veo que
Eclesia Digital nos lo presenta serio y con semblante incluso de preocupación. ¿Se habrá dado cuenta, al fin, del desastre que es su diócesis? ¿Es eso lo que ha hecho desaparecer su absurda sonrisa permanente? Si así fuere cabe alguna esperanza.