Una Semana Santa despojada de sus vestiduras Miércoles Santo: “¿Acaso soy yo?”
En el evangelio se nos pide ser misericordiosos como el Padre, “Abba”. Urge responder a esta invitación con una conducta solidaria, en vez de quedarnos en el ritualismo, en la indiferencia religiosa y en la superficialidad
Evangelio del día
“Al atardecer, Jesús se puso a la mesa con los Doce. Mientras comía les dijo: uno de vosotros me entregará. Le preguntaron uno tras oro: ¿soy yo acaso?”. Los Doce significa la totalidad de la Iglesia. Por eso “uno tras otro”, sin excluir a ningún cristiano, se preguntan sobre su fidelidad al Maestro que sin embargo a todos ama: “mientras comía”, un gesto de amistad.
1.- Jesús desea celebrar la Pascua con sus discípulos. La Pascua es el paso de Dios liberando de las limitaciones que esclavizan a los seres humanos. Implica una muerte a nuestro egocentrismo y una apertura libre a la presencia de Dios amor que nos transforma, nos libera y nos salva. Jesús desea celebrar esta Pascua. Pero esta celebración no es un rito vacío; implica un compromiso de vida. En el juicio final algunos dirán: ”hemos comido y bebido contigo”, pero Jesús responderá:“no os conozco”, no habéis seguido mi conducta; habéis cumplido externamente pero no habéis participado de verdad mi vida, “mi cuerpo y mi sangre”; habéis seguido instalados en vuestras falsas seguridades. La figura de Judas es simbólica pues sabemos muy poco históricamente, pero según el relato evangélico está entre los Apóstoles. La infidelidad en la vocación bautismal o seguimiento de Jesús pueden tener lugar en todos los bautizados, incluidos los que han recibido un ministerio de autoridad en la Iglesia.
2.- En las últimas décadas estamos viendo con horror esa lacra de la pederastia en el mismo clero. Pero ese cuerpo espiritual de Jesucristo que es la Iglesia sufre otras heridas muy graves por ambiciones de poder, por el fetiche de dinero, por el ansia de prestigio y relevancia social, Los llamados pecados capitales también agarran en los cristianos y explican los ridículos antagonismos., los fundamentalismos cerrados y las rivalidades a muerte que con frecuencia vemos incluso en las altas instancias de la Iglesia.
3.- En estas momentos de crisis quienes nos confesamos cristianos vamos con todos las demás seres humanos en el mismo barco muy azotado por violentas olas.. Desde nuestra fe o confianza en Dios revelado en Jesucristo, deberíamos ser un signo creíble de solidaridad y de esperanza. Me impresionó ver al papa Francisco, en la plaza vacía de San Pedro levantando la custodia, símbolo real de Dios encarnado como presencia de amor a favor de todos. Los cristianos celebramos esa presencia que a todos nos hermana en la comida eucarística. Para no quedarnos en las apariencia y en la mentira, cada uno sinceramente debemos preguntarnos: “¿soy yo acaso? “. “Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. En el evangelio se nos pide ser misericordiosos como el Padre, “Abba”. Urge responder a esta invitación con una conducta solidaria, en vez de quedarnos en el ritualismo, en la indiferencia religiosa y en la superficialidad.