"El cuidado es el camino ético hacia más humanidad" La cultura del cuidado: una propuesta para una sociedad donde se ha ido infiltrando la fiebre individualista
Camino de paz necesario para superar la lógica de la comercialización
Todavía con el azote de la pandemia el papa Francisco, en su mensaje para el año 2021, propone “la cultura del cuidado como camino de paz necesario para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día. Los eventos, que han marcado el camino de la humanidad en el último año, nos enseñan la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad”.
Dejemos caer esa propuesta en una sociedad, donde cada vez más, se ha ido infiltrando la fiebre individualista. Tomemos primero conciencia de esta enfermedad, y tratemos de aplicar la medicina del cuidado.
El “sino” del individualismo
La modernidad ha significado la subida y el relieve del individuo superando el anonimato institucional de los órdenes y gremios medievales; si nacías noble, morías noble; si nacías plebeyo, morías plebeyo. El individuo estaba dentro de una jaula institucional; la subjetividad y la libertad de las personas contaban muy poco. En ese marco Dios era como el garante del orden social establecido. ¿Cómo no ver la subida del individuo en la sociedad moderna como un paso adelante hacia más humanidad? ¿Cómo no cuestionar una imagen de la divinidad garante de un orden social donde el individuo queda reducido al anonimato?
Pero la subida del individuo y su relevancia también tiene un lado oscuro, cuando la subjetividad del “yo” pretende ser principio y criterio absoluto de verdad y de conducta. Así caemos en el subjetivismo: lo que piensa y decide “mi persona” es lo que vale; se hace criterio único de verdad, el individuo se cierra en sí mismo; los demás solo le interesan en cuanto le sirven; de ahí los “politiqueos” para conseguir la mayoría que le beneficia; el bien común para nada cuenta. La persona individualista y obsesionada solo por su propia seguridad, a veces inconscientemente, es capaz e crear una divinidad a su medida y tratar de encubrir su cerrazón con prácticas religiosas.
Estamos viendo las consecuencias nefastas del individualismo en la gestión de la economía. Se busca el máximo beneficio económico para uno mismo y para su grupo; y en orden a ese objetivo se utiliza irreverentemente a las personas y a las realidades creadas. En esa ideología individualista el mercado, instrumento valioso para las relaciones comerciales, acaba siendo lugar donde la libertad de los ricos impide a los el ejercicio de su libertad. La competitividad necesaria para el crecimiento mutuo, degenera en rivalidad a muerte. Y la codicia insaciable acaba depredando al mismo entorno creacional.
El cuidado en la lógica del amor gratuito.
El papa Francisco presenta la “gramática del cuidado: la promoción de la dignidad de toda persona humana, la solidaridad con los pobres y los indefensos, la preocupación por el bien común y la salvaguardia de la creación”.
Cuidar del otro, que es nuestro hermano, y del entono creacional, que es nuestro hogar, es vocación de todos Según el relato bíblico, el Creador cuida al ser humano poniéndolo en el paraíso; incluso cuida de Caín que ha matado a su hermano. Pero el pecado de Caín está bien claro: no ha sido guardián de su hermano Abel ni lo ha cuidado. Yahvé pide a la primera pareja que cuide de la creación. Con esa experiencia de Dios, Jesús pasó por el mundo curando heridas, y manifestó su experiencia en la impresionante parábola del samaritano. Un doctor de la ley judía pregunta: ¿Quiénes mi prójimo? Jesús responde con la narración. Un hombre supone que era judío, venía de la feria y en el camino le asaltaron unos ladrones, le robaron y le dejaron medio muerto en la cuneta. Pasaron por allí otros judíos de alta alcurnia religiosa y para no complicarse la vida, dieron un rodeo. Pero llegó un samaritano –considerado extraño, hereje y despreciable para los judíos- ; se bajó de la cabalgadura, dejó a un lado su proyecto de viaje, se arrodilló y curó como puedo las heridas del expoliado. Después lo llevó a una posada, encargó al mesonero que lo cuidase, y que a su regreso le pasara la cuenta de gastos.
Comenta el teólogo dominico Jesús Díaz: “En esa parábola el cuidado se torna respuesta a la muda llamada del amor por parte del débil y vulnerable, como es el herido. La imagen del buen samaritano presenta al prójimo en situación, al prójimo concreto, histórico, que interpela y compromete a cada uno en opciones decisivas, en relación con las cuales se demuestra si uno es o no es prójimo del necesitado.
Después de haber contado esa brevísima historia, el mismo Jesús es el que interpela al doctor de la ley ¿Quién de los tres personajes de la parábola parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Se le ha dado la vuelta a la pregunta inicial: no se trata ya de saber quién es mi prójimo sino de saber de quién soy yo prójimo, y cómo me convierto en prójimo del otro. El prójimo no es solo el otro para mí sino el yo para el otro. La parábola no solamente nos muestra con claridad que el prójimo es aquel de quien yo me hago cargo porque cuido de él en un momento determinado, sino también porque me preocupo de su suerte más allá de la acción concreta: “Cuida de él y si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva”.
Nadie habría podido pedirle tanto. Deteniéndose a su lado, curando al herido, llevándolo a un lugar donde pudiera recuperarse, había cumplido ya con su deber de justicia y podía sentirse tranquilo. Pero siente la necesidad de ir más allá. Su cuidado es verdaderamente completo, genuino, sin intereses, sin quedarse a la mitad; es un cuidado puro del don, de la gratuidad, un cuidado de benevolencia porque lo quiere de veras”.
La vigente cultura - forma de interpretar y organizar la vida- está marcada por la lógica de la comercialización: el valor es ganar y acaparar dinero y poder. La economía funciona sin ética, y el individualismo acaba matándonos a todos. A unos porque intentan saciar la sed de felicidad solo con sobreabundancia de recursos. A otros porque mueren de hambre. Los dos últimos papas proponen como solución la lógica de la gratuidad, considerando que todos somos hermanos y decidiéndonos a cuidar unos de otros con todas las realidades entre las que vivimos. El cuidado es el camino ético hacia más humanidad
Ambitos para ejercer el cuidado
- Como la caridad, el cuidado comienza por uno mismo. A veces nos obsesionamos por la salud física, pero frecuentemente caemos en la dejadez. Debemos cuidar también nuestra dimensión afectiva para encauzar bien nuestras filias y nuestras fobias. Cuando estamos atiborrados de información, urge cuidar y desarrollar nuestra capacidad intelectual en orden a discernir y pensar por nosotros mismos; de lo contrario nos quedaremos flotando en la superficialidad y en la insatisfacción. Y debemos cuidar también nuestra relación con ese misterio que a todos nos envuelve.
- Con las personas con quienes convivimos. Cada una es distinta, vive una situación determinada, con sus valores y contravalores, sus momentos de altura y sus momentos de bajura. La verdadera relación interpersonal no se logra mediante el poder que domina ni solo con el cumplimiento de unas normas comunes. La experiencia nos dice que cuando logramos conectar con las personas a nivel de sentimientos y en profundidad, encontramos ese lazo fraterno que a todos nos une. Y la comunicación a ese nivel supone que reconozcamos en cada persona su dignidad inviolable, que la amemos conscientes de que somos su guardián, que respetemos sus puntos de vista y que ofrezcamos con modestia nuestras opiniones.
- Dentro de una organización social. Donde hay muchas cosas buenas pero donde fácilmente ideologías o intereses egoístas generan y mantienen la injusticia y la desigualdad intolerables. El cuidado del otro exige un compromiso en el rumbo y en el cambio necesario de la organización social hacia mayor justicia en orden al bien común
- Bajo el impulso de la compasión samaritana debemos, al lado de los pobres, curar en lo posible sus heridas, ayudarles a que recuperen la confianza en sí mismo, y hacer lo posible erradicar las causas de la pobreza. Entre los pobres hoy en nuestra sociedad envejecida están las personas mayores. No es suficiente depositarlas en residencias o enfermerías. En esa etapa final necesitan cariño y atención espiritual que no se pagan con dinero. Será una pena que, contagiados con la lógica de la comercialización, cataloguemos a los mayores como personas que ya estorban porque no ganan dinero, suponen gastos y exigen atenciones. Esa lógica elimina fácilmente la compasión samaritana sin la cual nos deshumanizamos.
- Finamente el cuidado de las realidades creadas. La madre tierra es irreverentemente depredada por la misma ideología de la codicia insaciable que hunde cada día más a los pobres. “La tierra que pisas es santa”, está siendo creada continuamente desde el amor; merece respeto. Además, el Creador nos encomienda que la cuidemos. Su buena salud es necesaria para la vida saludable de la humanidad.