ETA prueba nuestra resistencia
Como es sabido, ayer, 24 de Agosto, ETA intentó una masacre en Durango al hacer estallar cien kilos de explosivo contra el cuartel de la Guardia Civil en Durango. Sabíamos que tarde o temprano sucedería, pero siempre nos parecerá igual de bárbaro y repugnante. ¡Cómo si las personas y niños que allí viven fuesen distintos a nosotros!
Si me pregunto por qué contra un cuartel, me lo imagino. ETA está probando las tragaderas de la sociedad vasca y comienza por un objetivo "militar", la Guardia Civil. Su intención es clara, " a ver si cuela, a ver si la sociedad vasca lo digiere como cosa de otros". ETA ya sabe que la sociedad española va a sentirse indignada; más aún, ése es el objetivo que busca: provocar ciertos efectos políticos en la gente y sobre el gobierno de turno.
Pero ETA calcula con más cuidado el efecto de su terror ante la sociedad vasca y me imagino que va a ir tanteando hasta dónde estamos dispuestos a callar. Por eso es tan importante decirlo desde el principio de este nuevo ciclo de violencia: el terror nunca, contra nadie, en ningún supuesto de nuestra convivencia política. El valor moral de esas personas, en un cuartel o en una estación, y el derecho político a vivir, debatir y decidir tantas cosas en una sociedad libre y en paz, son irrenunciables y absolutos para todos.
ETA no lo puede entender, y así lo prueba su trayectoria totalitaria, y lo prueban las palabras de sus "valedores" cuando creen que todo se habría podido resolver con un trueque entre ETA y el Gobierno: "paz por política". Hasta que ETA y su “entorno” no entiendan que estas dos cosas van por separado y que tienen distintos protagonistas, y que lo que unos llaman "derecho democrático de autodeterminación", otros vascos tienen igual derecho a no verlo así y que, por tanto, sin remedio, estamos condenados al pacto social y político entre distintos, provisional e incómodo para todos, pero siempre, primero y sólo, en una situación política de libertad y no violencia, decía que mientras esto no se entienda por tantos y tantos, ETA está "condenada" a la práctica del terror, su entorno a vivir entre la complicidad y el fanatismo moral y político, y nosotros a decir "no", "nunca"; a decir que "de ningún modo" lo vamos a admitir, disculpar o dejar pasar, y, por ende, que debe ser perseguido como un delito gravísimo y cruel.
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Si me pregunto por qué contra un cuartel, me lo imagino. ETA está probando las tragaderas de la sociedad vasca y comienza por un objetivo "militar", la Guardia Civil. Su intención es clara, " a ver si cuela, a ver si la sociedad vasca lo digiere como cosa de otros". ETA ya sabe que la sociedad española va a sentirse indignada; más aún, ése es el objetivo que busca: provocar ciertos efectos políticos en la gente y sobre el gobierno de turno.
Pero ETA calcula con más cuidado el efecto de su terror ante la sociedad vasca y me imagino que va a ir tanteando hasta dónde estamos dispuestos a callar. Por eso es tan importante decirlo desde el principio de este nuevo ciclo de violencia: el terror nunca, contra nadie, en ningún supuesto de nuestra convivencia política. El valor moral de esas personas, en un cuartel o en una estación, y el derecho político a vivir, debatir y decidir tantas cosas en una sociedad libre y en paz, son irrenunciables y absolutos para todos.
ETA no lo puede entender, y así lo prueba su trayectoria totalitaria, y lo prueban las palabras de sus "valedores" cuando creen que todo se habría podido resolver con un trueque entre ETA y el Gobierno: "paz por política". Hasta que ETA y su “entorno” no entiendan que estas dos cosas van por separado y que tienen distintos protagonistas, y que lo que unos llaman "derecho democrático de autodeterminación", otros vascos tienen igual derecho a no verlo así y que, por tanto, sin remedio, estamos condenados al pacto social y político entre distintos, provisional e incómodo para todos, pero siempre, primero y sólo, en una situación política de libertad y no violencia, decía que mientras esto no se entienda por tantos y tantos, ETA está "condenada" a la práctica del terror, su entorno a vivir entre la complicidad y el fanatismo moral y político, y nosotros a decir "no", "nunca"; a decir que "de ningún modo" lo vamos a admitir, disculpar o dejar pasar, y, por ende, que debe ser perseguido como un delito gravísimo y cruel.
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