EL DIABLO NO ES UN SEÑOR AL QUE DIOS LE PERMITE TENTAR AL PERSONAL
LA CREACIÓN UN ACTO DE AMOR
- El diablo.
En el primer domingo de cuaresma leemos y recordamos las tentaciones del Cristo y del ser humano.
Era natural que se echase mano de la figura del diablo. Pero a estas alturas de la vida y del pensamiento cristiano no podemos creer que el diablo sea un personaje, un señor al que Dios le permite que ande por ahí haciendo el “canelo” con un tridente, oliendo a azufre y a la caza y captura de clientes para el infierno. Sería -es- un infantilismo carnavalero.
Diablo es lo contrario de símbolo.
Los símbolos centran, concentran significados: banderas, colores, anagramas, etc. representan pueblos, instituciones, movimientos, etc.
Diablo es lo que puede descentrar la libertad humana. Hay realidades en la vida que pueden despistar nuestra libertad: el dinero, la comida, el sexo, etc.
La cuestión del diablo y de las tentaciones radican en la libertad humana, no en un señor que pulula por ahí.
- un relato entramado de símbolos.
El relato de las tentaciones de Jesús es un entramado de símbolos que evocan el Éxodo, la libertad, los cuarenta días / años de desierto, es decir: toda la vida caminando para llegar a la Tierra de Promisión.
Toda vida humana es un Éxodo, un camino, una nostalgia (un intento) de absoluto, una promesa de tierra de plenitud.
- ¿Dios nos creó, pero le salió mal la creación?
Decimos y creemos que Dios es creador. Pues bien, cuando Dios crea, lo hace con amor y con todas sus consecuencias.
Si Dios crea la tierra, no pensemos que luego va a evitar los terremotos. La tierra, el universos y los pluriversos tienes sus leyes y pueden ocurrir catástrofes, que Dios no va a evitar.
Si Dios crea los mares, luego no va a evitar que se den maremotos.
Si Dios crea libre al ser humano, el hombre puede equivocarse y hacer el mal (pecado).
Las criaturas no somos dioses, somos limitados, corruptibles porque así nos ha creado Dios. Los humanos somos débiles y estamos llamados a morir. Dios nos ha creado siendo muy consciente de que podemos fallar.
04 La creación no es un acto de poder, sino de amor.
La clave para acercarse al misterio de Dios creador no es su poder, sino su amor.
Aunque Dios es todopoderoso, sin embargo la relación de Dios con el hombre no es desde la omnipotencia, sino desde el amor. Dios es amor (1Jn 4,16).
Cuando Dios emplea su poder (como su justicia), está regido por su amor hacia el mundo y hacia los seres humanos, (27).
Si Dios usara sin más el poder para suprimir todo mal, violentaría la creación, y, sobre todo, al hombre en su dignidad y libertad. Y la condición del amor es dejar a los otros ser lo que son en su identidad profunda. La permisión del mal es inherente a un Dios que transmite y respeta la vida, (Segundo Galilea).
El ser humano es libre y en el ejercicio de su libertad puede elegir, decidir, y se puede equivocar incluso puede actuar mal. La única manera de evitar las equivocaciones y el mal es no creando al ser humano, no creando las cosas ni la creación. Pero es mejor vivir la miseria humana con esperanza, con Éxodo y Tierra de Promisión que no vivir.
Por eso Dios crea con amor, aun a riesgo de que el ser humano se corrompa y se frustre.
Estamos en el núcleo del problema del mal, del misterio del mal.
La clave para iluminar el problema del mal es otra vez el amor de Dios. Por el amor que Dios nos tiene, es el único que puede transformar los males en bien final.
La solución al problema del mal humano, del pecado está en JesuCristo. Jesús crucificado es la razón última de la esperanza cristiana, de la liberación, de la Tierra de promisión. Jesús crucificado y no mis fuerzas, ni mi voluntarismo, es donde queda superado el aparente absurdo del mal inevitable.
Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.
(rezamos todos juntos estas palabras de San Pablo)
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre,
la desnudez, el peligro, la muerte violenta?
Estamos siempre expuestos a la muerte.
Pero en todo esto salimos más que vencedores
por medio de aquel que nos amó.
Nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente ni lo futuro,
ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios.
¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús,
nuestro Señor!
(Romanos 8, 35-37)