Entrevista al teólogo, autor de 'Simone Weil: el silencio de Dios' (Fragmenta) Josep Otón: "Hoy, Simone Weil estaría en Ucrania viendo qué está pasando e intentando aliviar"
"Para todo ese compromiso con los más vulnerables, con la justicia, ella encuentra en el cristianismo las palabras, el símbolo, el relato que le permite expresar lo que ya está viviendo"
"Fue una de las primeras que se atrevió a hablar, a criticar los dos totalitarismos; el de la Unión soviética y el del nazismo. Pero, sobre todo, a reflexionar qué tenían en común, cómo ambos deshumanizan a la persona y cómo a partir de la deshumanización de la persona se pueden cometer atrocidades"
"(hoy) La democracia parece más consolidada, pero aún así buscamos refugio en seguridades y en soluciones casi mágicas o mesiánicas porque, en el fondo, los totalitarismos no dejan de ser mesianismos"
"Hay un déficit de interioridad de nuestra sociedad; tenemos mucha tecnología y estamos ante las pantallas, pero cuando nos miramos interiormente es como si nos mirásemos la pantalla y lo que tenemos que ver en nosotros es una ventana"
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"(hoy) La democracia parece más consolidada, pero aún así buscamos refugio en seguridades y en soluciones casi mágicas o mesiánicas porque, en el fondo, los totalitarismos no dejan de ser mesianismos"
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"Leer a Simone Weil nos da un punto de esperanza en el futuro de la Humanidad". Quien lo dice es uno de los mayores expertos en la figura de esta activista y pensadora de la primera mitad del siglo XX. Josep Otón acaba de presentar en Madrid 'Simone Weil: el silencio de Dios' con Fragmenta.
"La gran aportación de Simone Weill es que es una activista política, una política sindical de nuestra justicia. Para entendernos, no vive recluida en el convento ni pertenece a una congregación que se dedica a no sé qué. Ella vive inmersa en este mundo político tan convulso y une lo que es su proceso interior, un proceso "místico" porque es misterioso, lo sincroniza, digamos, con el proceso social", sostiene Otón, quien se muestra convencido de que, hoy, Weil estaría en Ucrania, "viendo que está pasando e intentando ayudar".
-Estamos con Josep Otón. Acabas de presentar tu último libro 'Simone Weil: el silencio de Dios' con Fragmenta.
-Sí, bueno, es un libro antiguo. Lo acabo de presentar, pero es un libro que escribí en catalán y tuvo mucho éxito. Y ahora, hemos hecho la versión en castellano, lo que me ha venido muy bien para rehacer el libro. Por tanto, es la versión actualizada y mejor que la que la original porque está actualizada y más trabajada; porque al traducirlo, no solo traduces, reescribes.
-Es como los que escribimos en papel con bolígrafo y la primera vez que lo pasamos al ordenador, ya estamos corrigiendo.
-Exacto.
-Vamos a comenzar por algo muy básico para los lectores no iniciados. ¿Quién es o quiénes son Simone Weil? ¿Cuántas Simone Weil hay?
-Qué pregunta más difícil. Simone Weil es un personaje interesantísimo de la primera mitad del siglo XX. Estudió con Simone de Beauvoir, la Simone de París. Simone de Beauvoir fue la 'número dos' de su promoción y Simone Weil la número uno. Pero Weil murió a los 64 años, con lo cual, la conocida es Simone de Beauvoir.
Weil es un personaje de primera línea desde el punto de vista intelectual y de compromiso social y político con el mundo obrero. Ella fue a trabajar a la fábrica y se convirtió en el antecedente de los curas obreros; para ellos, el diario de la fábrica de Simone Weil era un poco la guía. El catecismo. Fue la pionera en esta línea. Y luego, es una persona que viene un mundo agnóstico, ateo, de origen judío pero no practicante, y tiene varios encuentros con el catolicismo; en Portugal, en Asís, es Solesmes…, que le ayudan a articular su pensamiento y su acción. Es decir, para todo ese compromiso con los más vulnerables, con la justicia, ella encuentra en el cristianismo las palabras, el símbolo, el relato que le permite expresar lo que ya está viviendo.
-Pero, dejando de ser agnóstica.
-Sí.
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— Fragmenta Editorial (@FragmentaEd) March 3, 2022
🗣️ Josep Otón «Weil descubre el potencial del cristianismo para expresar lo que está viviendo»
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-El encuentro con Jesús, ¿le cambia?
-Se habla de varias Weils, del antes y el después. Ella estaba muy comprometida políticamente, pero cuando encuentra el cristianismo, sigue igual de comprometida. Utiliza las imágenes, que para nosotros son muy conocidas, y que descubre desde una supuesta ignorancia; desde no militar. Se fascina por el cristianismo.
Yo soy defensor de que no hay dos Weils, es la misma. Solo que hay un momento en que ella descubre el potencial del cristianismo para expresar lo que está viviendo.
-Como la vida de cada uno. No hay una conversión en sí, sino que es un proceso. No se cayó de un caballo.
-No. Pero sí se cayó de una manera articular. Yo creo que ella tenía muchos problemas para expresar lo que vivía, y el cristianismo le vino como anillo al dedo. Sobre todo, la figura de Jesús. Estaba en una procesión en Portugal y vio a gente muy pobre cantando a la Virgen de los Dolores. Dice, entonces:"me toca ser cristiana", porque ella, una gran intelectual, en una manifestación de religiosidad popular siente. «Jesús muere como un esclavo, el cristianismo es una religión de los esclavos, los esclavos del siglo XX son los obreros. Yo soy obrera (porque ella estaba trabajando en una fábrica), el cristianismo es mi religión». Al revés que Nietzsche.
-Sí. El proceso contrario.
-Nietzsche dice que rechazamos el cristianismo porque es la religión de los esclavos. Y Simone piensa que precisamente por eso tiene valor. ¿Hay ahí una conversión? Pues, sí y no.
-En el caso de Jesús y de los pobres, es un proceso de revolución y de liberación. Y en el caso de Simon Weil, de los obreros. No es incompatible.
-Claro, es que los pobres del siglo XX viven en la Europa de la crisis de los años 30. Del paro, del trabajo a destajo, de la producción en cadena… Ella ve la película de Charles Chaplin, 'Tiempos modernos', y piensa: «esto es lo que me pasa a mí. Estamos allí poniendo un tornillo y no sabemos qué es lo que estamos fabricando. Esto es la esclavitud».
La esclavitud en el mundo capitalista y también en Rusia, donde igualmente los obreros están esclavizados aunque el propietario de la fábrica sea el Estado y no un burgués. Y por tanto, ella no encuentra referentes para entender esta opción por los vulnerables, por los pobres, o por los obreros; es igual. En cambio, el cristianismo le ofrece este relato y ella lo asume como propio.
-Simone asume ese relato en una época de cambios en lo político, en lo cultural y también del ascenso de las grandes ideologías que acaban provocando la Segunda Guerra Mundial; el nazismo por un lado, y como has comentado, en la Unión Soviética el ascenso de Stalin.
-Mi tesis doctoral fue sobre el totalitarismo en Simone Weil, de cómo entra en las entrañas de este régimen. Yo siempre digo que es precursora de Hannah Arendt. Algunas de las intuiciones de Hannah Arendt ya están en Simone Weil. Fue una de las primeras que se atrevió a hablar, a criticar los dos totalitarismos; el de la Unión soviética y el del nazismo. Pero, sobre todo, a reflexionar qué tenían en común, cómo ambos deshumanizan a la persona y cómo a partir de la deshumanización de la persona se pueden cometer atrocidades.
Ella no conoció Auschwitz, murió cuando se empezaba a oír sobre el holocausto. Pero ella intuyó esas estructuras y cómo como el ser humano se tiene que acoplar a ellas, a esa deshumanización, que es lo que vive en la fábrica; el paso previo a arrebatarle la dignidad a las personas.
-En esa época, como en la actual, decimos que los extremos se tocan. La ultraderecha y la ultraizquierda, los populismos de todo signo, tienen mucho más en común de lo que parece. Eso, que también pasaba entonces, parece que pasa hoy.
-Sí. Pero en esa época no se veía. Determinadas formas totalitarias tenían muchísimo prestigio en un lado y en otro.
-No éramos adultos democráticos. Ahora, supuestamente, podemos distinguirlo.
-Claro. Y la democracia estaba mal vista porque no era eficaz para resolver los problemas. Y ella lo advierte en esos momentos, y advierte del peligro de la máquina. De convertir a la sociedad en un engranaje. En una maquinaria.
Lo advierte… La propaganda que hay hoy día, las fake news; ella ya lo advierte en la propaganda de los nazis. Ella estudia estos elementos. Por ejemplo, siendo judía va a Alemania cuando Hitler está en el poder para estudiar qué está pasando allí.
Viene a la Guerra Civil. Entra en Barcelona y está alucinada de ver la revolución, piensa: «esto es lo que he deseado toda mi vida. Esto va a ser con 1789, 1870, la Comuna de París… ahora sí que lo vamos a hacer bien. Y advierte, pero me sorprende ver chicos de 17 años con un fusil.» Es decir, ya intuía lo que luego vio Orwell.
Luego se fue al frente de Aragón, a Pina de Ebro. Ella trabajaba en la cocina, estaba con los milicianos, pero se iba a hablar con los campesinos y les pregunta qué vivís, cómo vivís, y le sorprendía que sus compañeros, que habían ido a liberar España, se hacían sus tertulias hablando de a quién hemos matado y a quién hemos dejado de matar y no se preocupaban de los que, teóricamente, iban a liberar.
-Todos iguales, pero algunos más iguales que otros.
-Exacto. Ella también es precursora de Orwell. De 'Animal farm' y de '1984'. Tiene intuiciones en esa dirección porque lo vive en Alemania, lo vive aquí en la Guerra Civil o lo lee.
-¿Hemos aprendido algo, después de todo lo que nos contaron Simone Weil u Orwell. De tantos y tantos que nos advirtieron y de la propia realidad, o seguimos repitiendo los mismos errores tropezando en las mismas piedras?
-Yo creo que hemos aprendido mucho, pero a veces se nos olvida. Porque venimos otra vez de una crisis económica, de la crisis de la pandemia.
-Y tendemos a buscar seguridad y las seguridades no siempre son democráticas.
-Exacto. Entonces, buscamos seguridades y soluciones fáciles a problemas complejos. Yo creo que estamos en un periodo bastante similar, esperemos que no acabe igual. También tenemos un nivel de vida superior en comparación con la pobreza que había en los años 30, que era horrible. La democracia parece más consolidada, pero aún así buscamos refugio en seguridades y en soluciones casi mágicas o mesiánicas porque, en el fondo, los totalitarismos no dejan de ser mesianismos.
-¿Te has acordado de Weill esta últimas semanas, con lo que está sucediendo en Ucrania?
-Y tanto. Pienso que hoy, Weill estaría en Ucrania viendo qué está pasando e intentando aliviar. Ella era muy patosa, todo hay que decirlos, pero igual que vino a España iría allí, no sé a hacer qué. Pero no podría estar viviendo sin conocer directamente qué estaba pasando. Porque el problema que tenemos, es que no sabemos a ciencia cierta qué está pasando.
-Tenemos, supuestamente, más información que nunca o más acceso a la información que nunca, pero estamos totalmente desinformados por saturación…
-Estamos más saturados, y esta saturación nos insensibiliza. Hemos visto tantas fotos, tantas películas, que vemos el bombardeo de no sé dónde y ya nos parece una película. Entonces, por una parte, yo creo que sí tenemos conciencia pero, también, debemos tener en cuenta que estamos desinformados por saturación de información. Y de que los extremos también son peligrosos; hacer la división maniquea de 'los malos son estos y estos los buenos'. Esto no es ser crítico. Hemos de atrevernos a la incertidumbre de la crítica.
-Sin embargo, en estas circunstancias, incluso estando en contra de la guerra, ¿cómo te posicionas ante un conflicto así?
-Qué difícil. En el caso de Weill, ella también tiene sus contradicciones y se arrepiente. Por ejemplo, cuando la Conferencia de Múnich, ella aplaudió el apaciguamiento. En realidad, dejaron que Hitler evolucionara. Y luego, años más tarde, dice "fui una insensata, estaba tan cansada que no pude pensar sobre eso, acogí la paz ingenuamente y ahora tenemos aquí al monstruo". Claro, es muy difícil.
-¿Hay soluciones para esas diatribas? Porque, si no, las respuestas son las del populismo; las respuestas concretas, rápidas y activas, pero que nos llevan a no construir una sociedad en la que quepamos todos.
-Yo, lo que he encontrado en Weill es esperanza. Ella era un poco depresiva. Vivía en un ambiente horrible: una persona débil físicamente que trabaja en una fábrica, tenía migrañas, estaba siempre de baja por accidentes, la Guerra Civil… Y, bueno, todas las esperanzas que tenía en la liberación obrera se vinieron abajo. En cambio, en vez de ir a la pensamiento distópico de Orwell, por ejemplo, o de Huxley, ella está dentro del pensamiento utópico y coge un camino cristiano, que es la gracia, y habla mucho de la 'apesanteur', que se traduce normalmente por la 'gravedad', la 'pesadumbre'. Habla de la pesadumbre moral que nos arrastra y que no levantamos el vuelo. Pero que, en medio de todo hay el 'milagro'. El milagro de que en medio de ese infierno puede haber un poco de luz y esperanza. Ahí tenemos a Etti Hillesum, que ve esa lucecita en el barracón de Auschwitz.
Es decir, que sí, que parece que todo nos arrastra por la fuerza de la gravedad, por la pesadumbre, por la 'apesanteur'; que todos nos vamos a la distopía, a la sociedad de Orwell de '1984' con algún ribete de Huxley, de 'Un mundo feliz, de entretenimiento.
Pero yo creo que ella nos habla de esa posible esperanza, de esa gracia, de eso que está fuera de nuestro control y que no responde a esa fuerza de la gravedad.
-Esa maravilla de sentir que por muy intelectual que seas, por mucho que hayamos potenciado las capacidades del ser humnao, siempre hya algo que no comprendemos y que también nos sorprende y nos ayuda a cambiar nuestra forma estar.
-Exacto, algo que se nos escapa; que la esperanza no está puesta en nuestras propias fuerzas. Esto, si lo entendemos desde el punto de vista cristiano, es evidente a lo que se refiere, pero ella que le da un sentido muy general. Es decir, encuentra en el mundo, en La Ilíada, apoyada en el pensamiento griego, este punto de humanidad que va en contra de este proceso de deshumanización.
Yo pienso que por eso hay que leerla, para para tener esperanza a pesar de lo que estamos viendo. Leerla a ella, o leer a Etti Hillesum, nos da ese de punto de esperanza en la humanidad. Que a pesar de ser real la fuerza de la 'apesanteur', de la pesadumbre, de esta caída en la que nos precipitamos, de esta mecanización de nuestras relaciones, hay un punto de esperanza.
Ella dice que la persona es sagrada. Y no hay que justificarlo. Es sagrada porque sí, es un derecho sagrado e indiscutible.
-Estamos terminando, pero en la otra pata del título se lee: 'el silencio de Dios'. Hemos oído hablar de ello en muchas místicas, incluso santas y santos de nuestra época. Teresa de Calcuta, sin ir más lejos. ¿Qué es ese 'silencio de Dios' para una persona como Simone Weill que afronta esa visión de los religiosos?
-La gran aportación de Simone Weill es que es una activista política, una política sindical de nuestra justicia. Para entendernos, no vive recluida en el convento ni pertenece a una congregación que se dedica a no sé qué. Ella vive inmersa en este mundo político tan convulso y une lo que es su proceso interior, un proceso "místico" porque es misterioso, lo sincroniza, digamos, con el proceso social. Con lo cual, ella vive los embites de este proceso social, de este silencio de Auschwitz, cuando vemos cómo el mal vence de esa manera. Cuando ve en el 43 que Europa está siendo invadida, cuando ve que el mal toma las riendas de la historia y "Dios calla". Es un silencio que no sabemos por qué pasa. Y esto puede pasar tanto con hechos históricos o con la vida cotidiana.
Pero ella sincroniza los dos procesos, su proceso interior es un reflejo de lo que vive el mundo y, a su vez, este proceso interior, como Etti Hillesum o como Edith Stein, le ayuda a iluminar ese proceso histórico. En medio de esa oscuridad, ella vive su propia oscuridad, su propia noche espiritual. Y lo asocia al mito de la caverna de Platón, que eso es muy interesante, cómo lo relaciona.
Ella vive este proceso interior de oscuridad de noche, de tinieblas, y allí encuentra la luz para iluminar el "proceso" político, social, la sociedad de su entorno y busca en su propio interior, como Hillesum o Stein, motivos de esperanza; la gracia, que ella dice, para el exterior. Que no es sólo un proceso de santidad personal, que tantos místicos nos han explicado, y que si vemos a fondo, es lo mismo que esa salud interior que tiene, en medio de la oscuridad, Teresa de Calcuta, y que generan bien. Pues Weil, de una manera especial, con esta vocación política que tiene, nos permite unir los dos elementos. Y unir esa experiencia interior que tiene con el encuentro y también con la ausencia de Dios, para dar luz a ese silencio de Dios de algo como Auschwitz.
-Para terminar, ¿por qué deberían comprar y leer este libro?
-Por muchos motivos. Uno, porque Weil es un personaje imprescindible que nos puede iluminar muchísimo en estos momentos.
Nos ilumina en nuestro proceso interior. Yo creo que hay un déficit de interioridad de nuestra sociedad; tenemos mucha tecnología y estamos ante las pantallas, pero cuando nos miramos interiormente es como si nos mirásemos la pantalla y lo que tenemos que ver en nosotros es una ventana. Por tanto, es maestra de interioridad, es maestra del proceso espiritual. Y también nos enseña, a través de esta ventana interior, a mirar el mundo de una manera diferente y a percibir la necesidad que en este mundo hay de compasión, de gracia, de perdón, de hacer un mundo diferente que no nos deshumanice.
Simone Weil nos puede aportar estas claves y este es un libro que, para los que no han leído nunca a Weil, es una introducción. Y para los que la han leído, aporta muchos datos; hay una tesis doctoral detrás. Es un libro pensado para leerse con facilidad, pero estructurado y documentado para dar el fondo del pensamiento de esta autora tan original y que nos interpela, sobre todo en estos momentos.
-'Simon Weil: el silencio de Dios', publicado por Fragmenta Editorial y magníficamente editado. Josep Otón, gracias por la conversación, gracias por el libro. Y a vosotros, lectores, os recomendamos que lo que lo compréis y que no leáis.
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