Presentación de 'La trinchera de Dios' en la librería Paulinas de Madrid Lamet y la tercera España, diferente de las dos enfrentadas
Para Miguel de Santiago “Las trincheras de Dios”, es, precisamente, una novela de tesis, que se plasma literariamente en la propia investigación doctoral que hace su coprotagonista
"En Huidobro se concentra, por tanto, el argumento mismo que el autor pretende defender con la novela: que existe y siempre lo hará una tercera España, diferente de las dos enfrentadas"
"Una mirada conciliadora que nos habla también de la pluralidad que existía en la Iglesia de aquella época. Y es que no es verdad que esta sirviese sólo al poderoso"
El autor se mostró partidario de que la Iglesia pida perdón por los errores cometidos durante la guerra civil
"Una mirada conciliadora que nos habla también de la pluralidad que existía en la Iglesia de aquella época. Y es que no es verdad que esta sirviese sólo al poderoso"
El autor se mostró partidario de que la Iglesia pida perdón por los errores cometidos durante la guerra civil
| Jorge Núñez de Prado
Ayer tuvo lugar la presentación de “Las trincheras de Dios”, el último libro de Pedro Miguel Lamet en la librería Paulinas de Madrid. Al autor lo presentó un poeta, periodista y amigo desde sus años de facultad en las Universidad de Comillas, Miguel de Santiago. Para él, Pedro Miguel es un escritor de raza, lo que se plasma en un manejo de registros muy diferentes, y en unas novelas históricas que destacan por estar magistralmente documentadas.
De hecho, para Miguel de Santiago “Las trincheras de Dios”, es, precisamente, una novela de tesis, que se plasma literariamente en la propia investigación doctoral que hace su coprotagonista, Milagros Aguilar (quién en palabras del autor sería su propio alter ego).
Una tesis sobre el factor religioso en la guerra civil que lleva a esta mujer, siguiendo las indicaciones de su director, hasta el filósofo jesuita Fernando de Huidobro, a quién acaba entendiendo como el ejemplo vivo de un sentir religioso diferente en la contienda.
El ejemplo de un hombre que decidió dejar una brillante carrera como filósofo en Alemania, donde era discípulo predilecto de Martin Heidegger, para asistir como capellán y enfermero a las víctimas de la guerra civil, sin importarle el bando al que perteneciesen.
En Huidobro se concentra, por tanto, el argumento mismo que el autor pretende defender con la novela: que existe y siempre lo hará una tercera España, diferente de las dos enfrentadas, y que se siente unida en la diversidad, con una raíz cultural de fondo que compartimos todos.
Una tercera España no sectaria, que no mira la guerra tratando de buscar culpables, ni la entiende como una historia de buenos y malos, donde la cosas son blancas o negras. Sino que lo hace con una mirada comprensiva, crítica, e integradora, que a menudo no interesa, y que hace a este un argumento siempre peliagudo para una novela.
Por eso el autor ha tardado mucho tiempo en escribirla, aunque llevase tiempo queriendo hacerlo. El que lo haya hecho ahora, justo que el tema vuelve a resurgir en nuestros días con un anhelo de revancha, es precisamente para hablar de esa otra mirada, y no dejar de dar ejemplos de esa voluntad siempre posible de reconciliación entre los opuestos.
Una mirada conciliadora que nos habla también de la pluralidad que existía en la Iglesia de aquella época. Y es que no es verdad que esta sirviese sólo al poderoso. Agrupaciones como El Sindicato Católico Agrario, entre otras muchas, lo atestiguan.
Lo que por otro lado no quita, en opinión del autor, que pueda venirnos bien pedir perdón por los errores cometidos durante la guerra. Y es que como argumentaban los que en su momento llevaron a cabo esta propuesta: “si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso, y su Palabra deja de estar con nosotros”.
En definitiva, una novela de tesis que termina con las conclusiones de la misma, donde a través de la opinión del personaje de Milagros se descubren las del propio autor: en la guerra civil española el verdadero protagonista, y la víctima real, fue el pueblo, que se vio abocado a una guerra fratricida, sin mayor argumentación, muchas veces, que el haberle tocado a uno u a otro lado de la contienda.