¿Quién va a negar importancia y asombro a los variados y eficaces medios de comunicación, a la rapidez de viajes y transportes, a las medicinas y tratamientos terapéuticos, a las posibilidades de dialogar y hablarnos a largas distancias?. ¿Cómo quedar insensibles ante los viajes y exploraciones del espacio más allá de la órbita de nuestra tierra? ¿Y cómo quedar fríos cuando vimos a un vecino nuestro poner sus pies en la luna…?
Estos
asombros por sí mismos nos dan pie para cambiar imágenes de nuestra realidad terrestre y ayudan a sentir realismo ante esta nuestra pequeñez y a reactivar nuestras posibilidades de crecimiento.
Sin embargo
la forma y dinámica de esta crisis tiene trazas de no contentarse con retoques estéticos o disimulos en la producción de injusticias y prepotencias.
De momento parece que las “
circunstancias” van a enraizarnos más en fraternidad de amigos que en calidad productiva de rebaño.
No es que vayamos a salir como entusiasmados de una inolvidable noche de verano. Ni que ¡de repente! experimentemos conversiones multitudinarias.
Es que el ritmo y los contenidos de la dura
crisis de crecimiento que estamos padeciendo, se orientan - ¡¡creo yo!! - hacia calidad personal-social más que hacia niveles de mando o volumen de cuenta corriente.