Su persona, su vida, su actividad, sus palabras y sus silencios...
Jesús es la revelación de quién es Dios y la revelación de quién es el Hombre.
Pedagogía de la FE
Cuántas veces hemos querido empezar nuestro camino hacia Dios por la vía de
razonamientos. ¡tiene que haber algo!, decimos y oímos decir. Y razonamos sobre ese “Algo” hasta formular cualidades que nuestra razón ve necesarias. Lo encontramos poderoso, sabio, bueno, infinito. Infinito en todo. Y así se calma nuestra pregunta.
En tiempo de bonanza esta conclusión nos basta. Podemos ir contentos y agradecidos por la vida.
En las tragedias, sin embargo ¿….?. Siendo infinitamente poderoso y bueno, siendo justo ¿por qué me castiga tan fieramente? ¿Por qué me abandona en esta desgracia?
Sucede que para acceder al Dios de Jesús, ese modo de situarnos no es el mejor camino.
Dios es amor, campo del corazón. Y “hay razones del corazón, que nunca entenderá la cabeza”.
Los amigos los allegamos con la simpatía. Con esa simpatía que nace de la contemplación, de la mirada limpia, sin intereses bastardos.
Cuando contemplamos las maravillas humanas ¿no os parece que estamos contemplando a Dios en persona? No precisamente en su plenitud, pero sí en su acción creadora. Tomar simpatía a quien tanta maravilla gratuita derrama día y noche, no puede ser difícil. ¡No es difícil!
Y a partir de aquí, sí, a partir de aquí ya tienen admirable oficio la mente y la inteligencia. Antes, no.
La pedagogía de la FE empieza en la contemplación, se hace experiencia, genera simpatía, llega hasta el corazón y da trabajo a la inteligencia. ¡ No al revés !
En realidad, esto no es pedagogía. Es Mistagogía al alcance de la mano.