Te Deum por los 212 años de la Independencia Argentina Cardenal Poli: “Samaritanos de a pie, alma de la Argentina fraterna en la que deseamos vivir”
“Nuestros ruegos por la Patria, para que la prudencia de sus autoridades y la honestidad de sus ciudadanos robustezcan la concordia y la justicia y podamos vivir en paz y prosperidad”
Un momento para “renovar nuestra fidelidad a la noble herencia que nos urge reivindicar la tierra bendita del pan”, denunciando su falta, que debe llevar “a pensar en el prójimo y en sus necesidades básicas: educación, salud, justicia”
“Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano”
"No nos cansemos de promover el bien, la justicia, la paz, cuidando de transmitir a las actuales generaciones de niños y niñas, adolescentes y jóvenes los valores más auténticos y el acervo cultural que nos identifica, para que ejerzan el derecho de saber que hay futuro y razones profundas para seguir viviendo y amando en nuestra Patria”
“Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano”
"No nos cansemos de promover el bien, la justicia, la paz, cuidando de transmitir a las actuales generaciones de niños y niñas, adolescentes y jóvenes los valores más auténticos y el acervo cultural que nos identifica, para que ejerzan el derecho de saber que hay futuro y razones profundas para seguir viviendo y amando en nuestra Patria”
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
En el día en que Argentina conmemora 212 años de la gesta de la Revolución de Mayo, ha tenido lugar en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires el tradicional Te Deum, presidido por el Cardenal Mario Aurelio Poli, y que contó con la presencia de Alberto Fernández, presidente de la República Argentina, junto con otras autoridades civiles y militares.
La ceremonia comenzó con un homenaje con una ofrenda floral al general José de San Martín, padre de la Patria, cuyo mausoleo se encuentra en la Catedral Primada, inicio de una celebración cívico religiosa en la que estuvieron presentes los obispos auxiliares de la Arquidiócesis de Buenos Aires y representantes de diferentes credos.
El cardenal primado comenzó pidiendo a Dios que atendiese “nuestros ruegos por la Patria, para que la prudencia de sus autoridades y la honestidad de sus ciudadanos robustezcan la concordia y la justicia y podamos vivir en paz y prosperidad”.
Tras la lectura del pasaje del Buen Samaritano, el cardenal Poli dijo dirigir sus palabras “a todos los argentinos que hoy sienten arder el corazón”, haciendo una lectura de un proceso que llega hasta nuestros días. Un momento para “renovar nuestra fidelidad a la noble herencia que nos urge reivindicar la tierra bendita del pan”, denunciando su falta, que debe llevar “a pensar en el prójimo y en sus necesidades básicas: educación, salud, justicia”.
Queriendo responder a la pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”, el purpurado comentaba la parábola, presentando la figura de “un hombre corriente que lleva lo necesario para el viaje”, un samaritano, visto como pagano, pero que “en verdad no lo era: creía en el único Dios de todos”. Alguien que reacciona, que se conmueve ante “el cuerpo tendido de un semejante”, algo que no hacen las dos personas religiosas que antes lo vieron, que dieron un rodeo y no se comprometieron.
El cardenal fue relatando los gestos del samaritano, alguien que “se dejó llevar por el primer sentimiento del corazón, que es el bueno, sin cálculos ni vueltas”, que trata al desconocido “como hubiese querido ser tratado en similares circunstancias”, algo que el purpurado definió como “una regla de oro en las relaciones humanas”. Una actitud que le llevó a “evocar los inmensos tesoros solidarios del que ha dado pruebas nuestro pueblo en situaciones difíciles”, personas a quien ve como “hombres y mujeres anónimos que no pasan de largo ante el dolor del semejante”.
Desde ahí llamó a la esperanza, que “es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a los ideales que hacen la vida más bella y digna”. Algo que ve en quienes llamó “samaritanos de a pie”, y que ve como “el alma de la Argentina fraterna en la que deseamos vivir”. Por eso llamó a “no renunciar a los valores auténticos que nos vienen del pasado, a pensar en los demás, antes que en nosotros”.
En aquel que está tirado al borde del camino, el cardenal de Buenos Aires ha dicho ver “a toda la humanidad herida al borde del camino de la vida”, y en quien se detiene al mismo Jesús “que se acerca, toca la carne herida, se compadece de la víctima y hace lo posible para mitigar su sufrimiento”. Una parábola que guía la Fratelli tutti, donde “el Papa nos dice: con sus gestos, el buen samaritano reflejó que ‘la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro’”.
Una parábola que nos dice que, en el mundo actual, “ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano”, para evitar ser salteador o pasar de largo. En Fratelli tutti descubrimos que “la persona está en el centro y se valora, ante todo, su inalienable dignidad”, insistió el purpurado. Desde ahí, en nombre de la fraternidad humana, llamó a “pensar y gestar una sociedad más abierta”, evitando “pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas”.
El primado argentino ha señalado que “la democracia, que nos sostiene como cuerpo social organizado en instituciones, da lugar a la fraternidad, pero además requiere de la ética, la bondad y la solidaridad, la honestidad, el diálogo siempre beneficioso para el acuerdo y el compromiso por el bien común de todos”, todo ello para evitar “el enfrentamiento de unos con otros para preservar sus propios intereses”.
En esa perspectiva llamó a no desperdiciar “la fe que nos ayuda a trascender, nos pone de pie después de cada caída, nos anima en la adversidad y nos permite ver posibilidades donde otros solo ven fracasos”. Desde ahí, el cardenal Poli animó a “que no nos cansemos de promover el bien, la justicia, la paz, cuidando de transmitir a las actuales generaciones de niños y niñas, adolescentes y jóvenes los valores más auténticos y el acervo cultural que nos identifica, para que ejerzan el derecho de saber que hay futuro y razones profundas para seguir viviendo y amando en nuestra Patria”. Un deseo cordial que ha confiado a las familias y a la educación pública.