Ameríndia debate sobre "Sinodalidad: respuesta eclesial entre conversiones y sueños" Cardenal Ramazzini: “La sinodalidad supone ir disminuyendo la concentración de la responsabilidad de la misión en los pastores”
“No se ha logrado todavía la comprensión de la Iglesia ante la perspectiva de una eclesiología de comunión, a pesar que ya pasaron tantos años desde el Concilio Vaticano II”
En la Amazonía, la Iglesia ha sido muchas veces una constructora de puentes con las comunidades locales, intentando ser presencia en medio de la realidad amazónica y en diálogo con los pueblos que la habitan
La sinodalidad “se trata de un grito profético en el desierto”, que debe llevar “a una nueva manera de ser y estar como Iglesia en el mundo”
La sinodalidad “se trata de un grito profético en el desierto”, que debe llevar “a una nueva manera de ser y estar como Iglesia en el mundo”
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
La sinodalidad es la propuesta del Papa Francisco para ser Iglesia en el siglo XXI. A partir de esa idea, Amerindia organizaba este viernes un nuevo seminario virtual, como viene haciendo a lo largo de este mes de octubre, para hablar sobre "Sinodalidad: respuesta Eclesial entre conversiones y sueños". En esta ocasión los ponentes eran el cardenal Álvaro Ramazzini, Romina Gallegos y Mauricio López. El debate se engloba dentro del tema general que ha conducido las discusiones a lo largo de las últimas semanas, ”Teología de la Liberación en tiempos excepcionales de crisis y esperanza”.
El cardenal Ramazzini partía de un documento de la Comisión Teológica Internacional sobre el tema de la sinodalidad, afirmando que “no se ha logrado todavía la comprensión de la Iglesia ante la perspectiva de una eclesiología de comunión, a pesar que ya pasaron tantos años desde el Concilio Vaticano II”. Para ello propone “ir disminuyendo la concentración de la responsabilidad de la misión en el ministerio de los pastores”, pues todos somos misioneros, recordando el llamado de Aparecida a estar en estado permanente de misión. Se necesita una “renovación pastoral para poder lograr una verdadera sinodalidad que vaya más allá de lo institucionalmente establecido”, insiste el purpurado.
En este camino de comunión, Ramazzini citaba el papel de los consejos pastorales y la importancia de “activar una manera circular y no tanto de una manera perpendicular de arriba para abajo”. Esto encuentra obstáculos en la tentación de poder, que “en el caso del poder religioso se hace todavía mucho más grande y se hace todavía mucho más peligroso”. Frente a ello se necesita buscar la circularidad en todos los niveles de relación entre quienes están involucrados en la acción misionera y evangelizadora de la Iglesia, algo que el Papa Francisco ha expresado al decir que estamos todos en la misma barca.
Según el cardenal guatemalteco, un desafío es que los futuros sacerdotes comprendan la importancia de la participación y corresponsabilidad de los laicos. El ministerio nace del bautismo, de ser profetas, de ser sacerdotes, de ser servidores. Pero también es verdad que a veces existen laicos “que se consideran que hacen de pequeño párroco en su comunidad y que se considera también pequeño obispo o en su territorio”, algo que el cardenal ve como “una lucha siempre por el poder, por imponerme a los demás, por ser protagonista”.
La sinodalidad fue abordada en el Vaticano II, pero pasar a acciones concretas, eso costó mucho más. Actualmente, con el Papa Francisco, el Sínodo es un instrumento que está tomando más fuerza. En ese sentido, el cardenal ve el Sínodo para la Amazonía como “ejemplo de cómo se puede lograr esa circularidad entre obispos, laicos, pastores, personas de la vida consagrada”. El objetivo siempre será “caminar juntos hacia la plena unidad en la diversidad”. A ello ayuda algo que nos ha enseñado el Papa Francisco, “el diálogo constructivo con los hombres y las mujeres de las diversas denominaciones, de las diversas religiones, de las diversas ideologías, de las diversas posiciones”, nunca olvidando que “todos estamos en el mismo barco y al final todos somos seres humanos”.
El proceso del Sínodo para la Amazonía ha sido un ejemplo práctico de sinodalidad, algo sobre lo que hablaba Romina Gallegos desde su experiencia en la secretaría de la Red Eclesial Panamazónica. En la Amazonía, la Iglesia ha sido muchas veces una constructora de puentes con las comunidades locales, intentando ser presencia en medio de la realidad amazónica y en diálogo con los pueblos que la habitan. Romina, que participó en muchas actividades de escucha organizadas por la REPAM a lo largo del proceso pre-sinodal, relataba la riqueza de las experiencias vividas.
Fueron 57 asambleas, 21 foros nacionales, 17 foros temáticos y 179 conversatorios, en toda la Panamazonía, con una participación de casi 87 mil personas, y en algunos otros lugares fuera de ella, pues, como enfatizaba Romina Gallegos, el Sínodo para la Amazonía ultrapasó las fronteras regionales, ya que el tema de la ecología integral se constituye en un desafío universal. Estamos ante una sinodalidad amazónica que ya está presente y cada vez está siendo más fortalecida, algo que se expresó en los diferentes espacios de encuentro, en los procesos de diálogo y escucha, en los nuevos ritmos y lenguajes, en la diversidad de rostros, historias y raíces, en la dimensión profética y en las celebraciones como expresión del espíritu de sus pueblos.
En ese camino sinodal, Romina ha podido recoger en las voces de los pueblos diferentes elementos que muestran la capacidad de perdón y reconciliación, el ser y hacer de la Iglesia, el reconocer a un Cristo encarnado en los pueblos y en la naturaleza, el respeto a las expresiones de espiritualidad amazónica, la evangelización como un punto de encuentro entre la Iglesia y los pueblos, pero también de la Iglesia con los pueblos. En la Amazonía, la Iglesia que está en la base quiere ser una Iglesia humilde, para poder escuchar a su pueblo, que se abaje, que no sienta ninguna superioridad cultural, social, económica, política y espiritual, una Iglesia simple y espontánea, hermana y aprendiz, profética.
Pero también es necesaria una Iglesia que escuche y apoye a las juventudes, que busque los talentos de las mujeres y de los diferentes pueblos y comunidades tradicionales presentes en la Amazonía, con mayor participación laical, que valore aquello que es fundamental para los pueblos indígenas: cultura, lengua y territorio, apoyando la formación de líderes y el compromiso y empoderamiento de las comunidades. Falta dar pasos, por ejemplo, en relación a las mujeres, para que el genio femenino se valore dentro y fuera de la Iglesia, para que no se pierda la riqueza de al menos la mitad de la humanidad.
Debemos preguntarnos “lo que esta pandemia desnuda y revela también en el desafío de la sinodalidad”, señala Mauricio López. Partiendo de las cartas de San Pablo a los Filipenses, se planteaba si “¿es posible afirmar un camino hacia una mayor sinodalidad que nos permita salir de esas diferencias aparentemente irreconciliables?”, buscando desde ahí “caminar juntos y juntas en la hermosa y multiforme diversidad de nuestro ser Iglesia en Cristo”. La pandemia ha revelado que los vulnerados siguen siendo los más impactados, algo que López iluminaba desde “La Peste” de Albert Camus.
Para alguien que como secretario ejecutivo de la REPAM ha vivido todo el proceso del Sínodo para la Amazonía, la sinodalidad, “se trata de un grito profético en el desierto”, que debe llevar “a una nueva manera de ser y estar como Iglesia en el mundo”. El llamado a la sinodalidad pide discernimiento, afirma Mauricio, insistiendo en que “esa ruta requiere afirmación de los sujetos en su diversidad de rostros pluriformes”. Al mismo tiempo es una llamada a “asumir nuestra herencia común como creyentes y el llamado a anhelar la casi impensable fraternidad universal”.
La sinodalidad es un camino a ser construido, también con quien piensa diferente, superando las enfermedades que actúan contra la sinodalidad: la esclerosis sinodal, propia de los fariseos, los separados, la misofobia sinodal, el temor a contaminarse, y el gnosticismoalienante, que produce un sentimiento de superioridad. Este gnosticismo, al que el Papa Francisco se refiere en la exhortación postsinodal, supone una fe encerrada en el subjetivismo, propia de quienes “absolutizan sus propias teorías e imponen a los demás para someterlos a sus razonamientos”.
Ante esto, proponía algunos caminos de purificación que nos pueden ayudar hacia esa sinodalidad. El primero sería una transformación de corazón, en segundo lugar, la lectura de los signos de los tiempos. La sinodalidad debe llevarnos no solo a caminar juntos, sino con quien y hacia dónde. Para ello, Mauricio, a partir de la experiencia del Sínodo para la Amazonía, ve necesario purificar la intención a través del discernimiento entre el sensu fidei, la revelación de Dios en el pueblo simple, y las verdades infalibles, como postulados ideológicos que estaban preestablecidos fuera de la territorialidad y de los rostros concretos. En ese sentido, conviene recordar las palabras del Papa Francisco, que insiste en que la Asamblea del Sínodo es más que un parlamento. Cuando dominan las posiciones ideológicas, caminar juntos se vuelve imposible.
Refiriéndose igualmente al Papa Francisco, Mauricio López hablaba sobre la lógica del desborde, solo superando “las perspectivas que nos impidan el encuentro, podremos encontrar perspectivas de sinodalidad”. Eso es algo que expresa Teilhard de Chardin cuando habla de neogénesis, de una conciencia universal en común. Siguiendo el pasaje del ciego Bartimeo, ante la crisis actual, señalaba que “hemos fracasado rotundamente en muchos niveles porque hemos sido incapaces de caminar juntos y juntas, porque hemos sido incapaces de ver con claridad”. Finalmente, un elemento que no puede faltar en el camino de la sinodalidad es la escucha, “escucha de Dios hasta escuchar el clamor del pueblo y escucha del pueblo hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama”, como nos recuerda Episcopalis Communio.