Comentario al Evangelio del 23º Domingo del Tiempo Ordinario Mons. Ojea: “Corrección fraterna, un llamado a la responsabilidad por nuestro hermano”
“La corrección fraterna es un llamado a hacernos cargo fraternalmente de los errores que comete mi hermano porque yo también puedo cometer errores”
“El Señor nos presenta el desafío de hablar primero con el hermano, de poder confrontar sin exponerlo, sin buscar herirlo, sino solo para hacerle bien”
“El fundamento último de todo este Evangelio es de sentirnos responsables de nuestros hermanos"
“El fundamento último de todo este Evangelio es de sentirnos responsables de nuestros hermanos"
Luis Miguel Modino, enviado especial al Sínodo de la Sinodalidad
En su comentario al Evangelio del vigésimo tercer domingo del tiempo ordinario, Mons. Oscar Ojea comenzó afirmando que “el Evangelio de este domingo nos trae el tema de la corrección fraterna”, definiéndola como “un llamado a la responsabilidad por nuestro hermano”, algo que recuerda también aparece en la lectura del profeta Ezequiel, “que llama a hacerse responsable del error del hermano advirtiéndole”. Frente a ello, señala “qué común es en el momento que estamos viviendo decir que cada uno se arregle, a mí que me importa, reflejando aquella frase del Génesis: ‘Soy acaso yo guardián de mi hermano’”.
Hacernos cargo de los errores del otro
Según el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, “la corrección fraterna es un llamado a hacernos cargo fraternalmente de los errores que comete mi hermano porque yo también puedo cometer errores”, destacando como primer principio la humildad, que define como “el reconocimiento de que yo también me puedo equivocar”. En ese sentido, recordó que “nosotros cuando comenzamos la Eucaristía pedimos perdón por nuestros pecados, no por los pecados de otro, por los nuestros; y así podemos comenzar la celebración de la Eucaristía”.
Para el obispo de San Isidro, “la humildad es básica en este primer paso de la corrección fraterna, que es decirle a mi hermano y advertirle que lo que ha hecho no está bien. Animarnos a hacerlo bien, pero para hacerlo bien tengo que excluir cualquier otro tipo de interés, solamente me tiene que mover el interés de hacerle bien y esto enseguida uno se da cuenta cuando alguien viene a decirle algo para hacerle bien y que no existe otro interés”. Algo que ve como “un gesto de delicadeza para evitar exponerlo a un escarnio público o para ir directamente a la crítica sin pasar por este paso”. En ese sentido hizo ver que “entonces sí sabemos que la lengua mata, qué fácil es hablar de los pecados de mi hermano, de las faltas de mi hermano”.
Ayudar al hermano
“El Señor nos presenta el desafío de hablar primero con el hermano, de poder confrontar sin exponerlo, sin buscar herirlo, sino solo para hacerle bien”, recordó Mons. Ojea. Según él, “de esta parte primera del proceso dependen todos los otros pasos. Si mi hermano percibe la delicadeza, la verdad y la humildad, del modo como se lo estoy diciendo, sabiendo que yo también soy pecador y que yo también me puedo equivocar, entonces evito la sola crítica”.
Para el presidente del episcopado argentino, “así se entiende pasar al segundo paso, ya si no me escucha, dos o tres testigos, ir avanzando en esta necesidad de que él pueda ver el daño que ha provocado. Y finalmente, el tercer paso, decirlo a la comunidad”.
Finalmente, Mons. Ojea hizo ver que “el fundamento último de todo este Evangelio es de sentirnos responsables de nuestros hermanos; también en aquellas cosas que pueden estar mal, el hacernos cargo, el no lavarnos las manos como Pilato y preocuparnos solo de lo que nos pasa a cada uno”.