La publicación de la exhortación coincide con los 15 años del martirio de uno de los iconos de la defensa de la Amazonía “Querida Amazonía”: la Resurrección de la hermana Dorothy Stang

Hermana Dorothy Stang
Hermana Dorothy Stang

“Querida Amazonía” es un merecido homenaje a tantos mártires que dieron la vida por algo que querían de verdad

Los mártires de la Amazonía han resucitado en este proceso sinodal. Estos hombres y mujeres son precursores de la conversión a la que nos ha llamado el Sínodo para la Amazonía. Gente que no tuvo miedo en iniciar nuevos caminos

Monseñor Erwin Kräutler: “lo que me impresionó, desde que llegó aquí en 1982, fue su opción radical por los pobres”

“Unos días antes de morir, estuvo aquí conmigo, hablamos sobre la situación y le dije: Dorothy, estás siendo amenazada. Entonces, ella respondió: ¿quién va a matar a una anciana como yo?”

“Ella donó su vida para que todos tengan vida, y eso impresiona"

Su muerte, como la de tantos mártires, fue ejemplo de compromiso, de fe en el Dios que nos promete que seremos felices eternamente cuando asumamos su proyecto de vida

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Hay fechas que están asociadas a personas concretas. En la Amazonía brasileña, el 12 de febrero, desde 2005, es una fecha en la que se hace memoria de la hermana Dorothy Stang, alguien que consideró la Amazonía como una tierra querida, que no dudó en entregar su vida por una causa, la causa de los pueblos que en ella habitan. Fue en esa fecha cuando su martirio la convirtió en un icono de resistencia, en un ejemplo a seguir.

Que ese mismo día se dé a conocer “Querida Amazonía”, la exhortación post sinodal nacida de todo lo vivido durante la asamblea del Sínodo para la Amazonía, celebrada en Roma de 6 a 27 de octubre de 2019, y de los dos años en que, desde la escucha, fue preparada, es un motivo para pensar en que todo tiene un motivo y que puede ser considerado como un merecido homenaje a tantos mártires que dieron la vida por algo que querían de verdad.

Uno de los momentos más emocionantes de la asamblea sinodal fue la procesión que condujo a sus participantes desde la Basílica de San Pedro hasta el aula sinodal. Entre los muchos símbolos que acompañaron los pasos de los padres sinodales, auditores y peritos, estaban carteles en los que aparecían mártires de la Amazonía. La sangre de los mártires quería ser una fuerza que alentase el espíritu de los hombres y mujeres que durante tres semanas fueron pergeñando los nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral.

Inicio de la Asamblea Sinodal

En esos carteles aparecía la imagen de Alejandro Labaka e Inés Arango, Ezequiel Ramin, Chico Mendes, Josimo Tavares, Vicente Cañas, Cleusa Rody Coelho, Alcides Jiménez, Rodolfo Lunkenbein y Simón Bororo, también, junto con la de otros muchos, la de Dorothy Stang. Ellos entraron y permanecieron en el aula sinodal durante toda la asamblea, emanando la fuerza de quien renunció a su propia vida para que su querida Amazonía y los pueblos que la habitan tengan más vida. Mujeres y hombres cuya sangre se convirtió en semilla de vida nueva, en Pascua de Resurrección.

Son ellos, y todo lo que defendieron, los que han resucitado en este proceso sinodal. Estos hombres y mujeres son precursores de la conversión a la que nos ha llamado el Sínodo para la Amazonía. Gente que no tuvo miedo en iniciar nuevos caminos de evangelización, de acción pastoral, gente que se empeñó en defender la Madre Tierra y a los que mantienen con ella una relación sagrada, mujeres y hombres que dejaron atrás sus culturas para asumir una nueva, que fueron descubriendo en los pueblos a los que habían sido enviados, gente que no dudó en vivir la sinodalidad, en caminar junto con los pueblos.

Uno de los que mejor conocieron la vida y misión de la hermana Dorothy es Monseñor Erwin Kräutler, obispo emérito del Xingú. Él reconoce que “lo que me impresionó, desde que llegó aquí en 1982, fue su opción radical por los pobres”. El obispo recuerda que “ella fue a un área que en ese momento era, no sólo de pobreza, sino de miseria”. Inclusive, él mismo señala que “al principio casi no lo creía, porque esta mujer venía de los Estados Unidos, de la comodidad y de todo lo que se tiene allí en ese país, se metía en una situación, en una realidad tan cruel. Pero ella fue y se quedó hasta el día de su muerte”. El ejemplo de la hermana Dorothy, es sólo uno más de tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia de la presencia de la Iglesia católica en la Amazonía no dudaron en asumir una nueva forma de vivir.

Dom Erwin

En el caso de la religiosa, algo que también impresionó a Monseñor Erwin, que fue obispo del Xingú de 1981 a 2015, “fue su defensa de la Amazonía, en el sentido del bosque en pie. Ella no quería que la Amazonía fuera deforestada, y su lucha también fue en esta dirección. Por esta razón, ella luchó por proyectos de desarrollo sostenible”. Las consecuencias de esta postura, según el prelado, no se hicieron esperar, pues, “en ese momento, lógicamente, esta lucha por la Amazonía en pie, por el bosque en pie, contradecía los intereses de los grandes terratenientes y madereros”.

Monseñor Kräutler reconoce que “desde el principio, comenzó un gran complot contra ella, que culminó en su muerte”. A pesar de eso, él afirma que “nunca creímos en su muerte”. Inclusive, a modo de recuerdo, él dice que “unos días antes de morir, estuvo aquí conmigo, hablamos sobre la situación y le dije: Dorothy, estás siendo amenazada. Entonces, ella respondió: ¿quién va a matar a una anciana como yo?”. Esa es un prueba más de la confianza de alguien que no temía la muerte, que entendía la vida en función de algo que es mayor.

Según el obispo emérito del Xingú, “Dorothy estuvo amenazada durante mucho tiempo, muchas veces hablé con ella. Luchamos juntos, para nosotros dejó un gran legado”. Es por eso, que él no duda en afirmar que son “15 años de muerte, 15 años de martirio, es un legado para todos nosotros, es un ejemplo de vida donada”. Recordando sus palabras en el momento de su martirio, cuando “dije que ella hizo exactamente lo que hizo Cristo”, Monseñor Erwin insite en que “ella donó su vida para que todos tengan vida, y eso impresiona. Es una mártir por la causa del Evangelio, una mártir por la causa que defendió hasta la cruel muerte de la que fue víctima”.

Asamblea Sinodal

El testimonio de los mártires de la Amazonía es un ejemplo de que los nuevos caminos son posibles, que vale a pena dar la vida para que el Reino de Dios se vaya haciendo una realidad cada vez más visible en esta tierra, dominada por intereses similares a los que tenían quienes condenaron a Jesús de Nazaret a una muerte de Cruz. El Sínodo para la Amazonía ha plantado nuevas semillas, llegadas de una tierra donde el cuidado ha producido frutos abundantes, que quieren ser dados a conocer a toda la Iglesia, a todo el mundo.

La vida que no acaba, la vida nacida en la Pascua, esa vida que permanece de generación en generación, ha iluminado y continúa alimentando a una Iglesia y unos pueblos que el Sínodo para la Amazonía ha colocado en el centro del debate eclesial y social. Aquellos que muchos consideraron enemigos del sistema, y por eso fueron condenados a muerte, han renacido, han resucitado, continúan generando vida para la casa común y para los pueblos que de ella cuidan, también para una Iglesia que quiere estar al lado de lo que y de los que muchos consideran descartables.

La hermana Dorothy, con su rostro sereno, debe estar contemplando desde la Casa del Padre todo lo que está sucediendo en su querida Amazonía. Ella, el 12 de febrero de 2005, se dirigía a una comunidad para hablar sobre los derechos de la Amazonía, cuando fue abordada por dos pistoleros. Al preguntarla si estaba armada, respondió que su única arma era la Biblia que llevaba en su bolsa, que comenzó a leer en el pasaje de las Bienaventuranzas. Su muerte, como la de tantos mártires, fue ejemplo de compromiso, de fe en el Dios que nos promete que seremos felices eternamente cuando asumamos su proyecto de vida.

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