El camino de la reconciliación

Reconciliación
Cuando nos han ofendido seriamente, uno tiende a no querer encontrarse con el que nos ha ofendido o nos hemos enfrentado. Si alcanzo a pasar por su lado hago como si no le viera, no quiero saludarle. Se ha roto algo en mi interior. Pero me queda un resquemor. Si soy creyente no puedo aprobar esta actitud. Si me he enfrentado con el otro por miras diversas hasta llegar a ofender el otro por sus ideas distintas a las mías tengo que buscar el camino para volver a iniciar un diálogo que nos conduzca a la reconciliación.

Lo primero, se requiere una buena dosis de humildad para volver a empezar y mucha paciencia para escuchar las posiciones del otro. Generalmente en la reconciliación hay un intermediario que hace de árbitro y busca los puntos que pueden acercar las posiciones conflictivas para hacerlos próximos y que no tengan reparo a estar uno junto al otro. Sin el interés de las dos partes no es posible la reconciliación.

No es fácil cuando se ha roto la amistad entablar una relación cordial. Para que exista reconciliación hay que tener un reconocimiento de ambas partes de los posibles errores que les haga capaces de volverse a mirar con serenidad, sin hacerse reproches mútuos.

San Pablo habla en sus cartas de la reconciliación: “Todo esto es obra de Dios, quien por medio de Cristo, nos reconcilió consigo mismo y nos dio el encargo de anunciar la reconciliación” (ll Co 5,18). Ahí está la clave para un cristiano ante la cuestión de la reconciliación. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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