"Los ataques se centraron en la palabra usada, más que en lo que quería decir con ese lenguaje" Las "mariconadas"en el lenguaje de Francisco

El Papa, en su diálogo con sacerdotes romanos
El Papa, en su diálogo con sacerdotes romanos Vatican Media

Es conocido el efecto de los placebos y de los miedos en muchas actuaciones nuestras

Pero esos engaños actúan también en nuestro lenguaje: no hay palabras "buenas" y "malas". Las hacemos así nosotros: muchas veces de manera hipócrita para poner en las palabras el valor de las cosas.

La Biblia no tiene esos falos escrúpulos nuestros y habla tranquila y repetidamente de vulvas y de mear...

Los ataques a Francisco se centraron en la palabra usada (mariconada), más que en lo que quería decir con ese lenguaje

Intento de analizar un poco el argumento en sí, más que las palabras de ese argumento

Tesis de estas líneas es que la actitud de Francisco ante los seminaristas homosexuales se ha juzgado más por las palabras con que habló que por los argumentos que adujo. Esto no está bien, francamente. Aunque podemos comprenderlo desde una reflexión previa, que quizá será un poco larga.

El viaje de tus sueños, con RD

I.- Los placebos y antiplacebos del lenguaje

La psicología nos ha enseñado que se pueden producir en nosotros efectos carentes de toda causa externa. Son los llamados placebos: te explican por ejemplo que esta medicina es muy eficaz y luego te dan un vaso de agua o cualquier producto inútil. En muchos casos la curación se produce: no había ninguna causa exterior para ese efecto terapéutico. La única causa estaba en nuestro cerebro.

La psicología conoce también el poder de los miedos (que aquí voy a llamar “timebos”, derivado del latín timeo -temer- para hacer juego con los placebos). Ejemplo típico puede ser el del muchacho que comienza a conducir: “¡cuidado con aquel árbol! cuidado, no te la vayas a pegar”. Te va entrando el miedo de que vas a pegártela y acabas dando contra el árbol. No ha habido ninguna causa exterior de aquel choque: el árbol estaba suficientemente separado de la carretera como para que no tuvieras que chocar. La causa ha estado otra vez únicamente en tu cerebro: en tu miedo desproporcionado. Más adelante el mismo conductor pasará por ahí sin el más mínimo peligro de chocar: porque se le ha ido el miedo.

Un lenguaje coherente con un testimonio eclesial creíble
Un lenguaje coherente con un testimonio eclesial creíble

Lo que no hemos concienciado bastante es hasta qué punto esos mismos placebos o timebos se dan también en nuestro lenguaje. No voy a recomendar ahora una lectura del “San camilo 1936” del amigo Cela; pero es detalle conocido hasta qué punto Cela fue acusado de usar “malas palabras” en su literatura. Y Cela se cansó de repetir que las palabras en sí mismas no son ni buenas ni malas, ni sucias ni limpias. Son todas iguales: es nuestra subjetividad la que les pone ese carácter. Y aquí están, otra vez los timebos y los placebos: ahí está el Quijote repitiendo mil veces puta e hideputa, y nadie acusó a Cervantes de mal hablado. ¿Que “son cosas de la época”? Naturalmente. Pero eso significa otra vez que la supuesta maldad no está en las palabras sino en nuestra psicología.

Supongamos que estoy escribiendo algo y hablo del “c…” de la protagonista en lugar de hablar de vagina; se me tachará de usar un lenguaje obsceno. O que hablo de la “p…” de un personaje en vez de hablar del pene; o digo que follaron en lugar de decir que tuvieron una relación sexual: entraré ya en el campo de la pornografía. Y mejor habiéndolo escrito solo con la inicial y puntos suspensivos porque así queda más campo para la imaginación que es fundamental en estos procesos.

Aullido y palabra
Aullido y palabra

Pues bien: todas estas acusaciones son (como los placebos y los timebos) un engaño de nuestra psicología, que será muy difícil combatir como quiso hacer Cela, porque el engaño no es individual sino social, colectivo. Pero habrá que intentar combatirlo porque acaba generando una hipocresía muy típica de nuestras sociedades: la maldad o bondad de las cosas no está en ellas mismas sino en el nombre que les damos. Decimos con una expresión muy gráfica que “no queda bien” usar según qué lenguajes. Pero si preguntamos qué es eso de “quedar bien”, a veces puede tener el sentido de olvidarnos de lo que somos en realidad.

Tampoco cabe negar que esta tentación de hipocresía lingüística tiene un cierto fundamento en nuestra misma constitución humana que abarca tranquilamente desde lo más sublime hasta lo más ridículo. Comenté otra vez cómo leyendo nada menos que el comentario amplio de K. Barth a la carta a los romanos, me tropecé con la frase de que “en el ser humano cabe desde la experiencia mística de Dios hasta la digestión”. Salté con una pequeña carcajada porque era claro que Barth, al hablar así, no se refería tanto a la digestión cuanto “al resultado” de las digestiones. Y me comenté a mí mismo: el día que Barth escribió esto debía tener el pobre unas diarreas impresionantes”…

Podcast "En voz alta". Universidad Comillas
Podcast "En voz alta". Universidad Comillas

Me viene a hora a la mente el aviso de Pere Ribas, un gran jesuita de la otra época que nos ayudó mucho a los entonces jóvenes a entrar en esta: por favor hermanos; digan siempre voy al váter y no “voy a lugares”. Porque si no, dentro de poco ya no podremos hablar de “los Santos Lugares”… Y será humano y razonable que los lavabos tengan hoy mucha más pulcritud y sanidad que en los tiempos de la Biblia; pero eso tampoco justifica el que los construyamos de mármol y con ribetes de oro, como ocurre en algunas viviendas de grandes personajes y como si eso fuese a cambiar la calidad del producto. ¡Pobres idiotas!

II.- De hoy a treinta siglos antes

Quisiera haber sabido describir solo una mentalidad social con sus causas y sus peligros. Ahora vamos a dar un salto a otra época y otra mentalidad.

  1. Cuando san Jerónimo traduce la Biblia hebrea, utiliza una expresión curiosa que usa el Antiguo Testamento para designar al primer nacido de una mujer: “el que abre la vulva” (adaperiens vulvam). Pudo haber traducido mucho mejor y más literal: todo aquel que abre el útero: porque eso es lo que significa la palabra hebrea rhm[1]; o incluso haber usado la palabra primogénito que ya la tenía en latín, y que es la que suelen usar la mayoría de nuestras traducciones. Pero no lo hizo así y no vio nada indecoroso en pasarse del órgano sexual interno al externo de la mujer. Durante mucho tiempo (prácticamente hasta Lutero) todas las traducciones de la biblia a lenguas vernáculas venían de esa primera traducción latina, que debió crear a los traductores una serie de problemas que no había tenido Jerónimo. Y podría ser entretenido comparar traducciones y ver los distintos eufemismos o circunloquios a que a veces recurría el traductor.

Porque, además de los ejemplos clásicos de esa expresión (Ex 13, 2.17, Núm. 18,1) encontramos, en Génesis 29,45, una bien explicita “bendición de pechos y vulvas” que nuestras biblias suelen traducir como “de pechos y ubres”. Y además encontramos ese mismo vocablo latino en otros momentos como cuando Job (10, 18 y 31,15) se queja a Dios: “¿por qué me sacaste de la vulva?” (queja repetida en Jeremías 20,18), o cuando el mismo Jeremías (1,5) describe la clásica bendición: “te santifiqué ya antes de que salieras de la vulva”. No son los únicos ejemplos, pero bastan para dar la sensación de una mentalidad muy distinta de la nuestra y de un lenguaje mucho más libre y menos remilgado que el nuestro.

San Jerónimo
San Jerónimo

Por qué razón san Jerónimo tradujo dando ese salto que a nosotros nos resulta casi pornográfico, yo no lo sé. Quizá lo saben los especialistas. Yo solo puedo añadir que no es que Jerónimo fuese una especie de ñoño o asexuado. Él mismo describe en una carta cómo le atormentaban las imágenes de las bailarinas de Roma que alimentaban sus “malos deseos” (y que al menos sirvieron de materia para un cuadro de Zurbarán[2]). Sin embargo una cosa no parece que tuviera que ver con la otra: una cosa son las tentaciones y otra las traducciones.

2.- Y pasemos de la mujer al varón. Para designar a éste la Biblia hebrea utiliza frecuente (e innecesariamente) la expresión: “los que mean a la pared” (mingentes ad parietem)[3]. San Jerónimo no consideró necesario sustituir esa expresión por otra más educada. Y la pregunta que queda es si es que nosotros somos más limpios que aquellos primitivos, o es que somos más hipócritas y ponemos la calidad no en las cosas sino en los nombres que les damos; mientras que nuestros antepasados eran más sencillos que nosotros para aceptar a la vez la miseria y la grandeza del ser humano. Por eso la Biblia sueñe añadir a esta expresión de los mingentes: “sean libres o esclavos”; cosa que hoy ya no valdría porque, entre nosotros, libres y esclavos ya no mean de la misma manera y, por lo menos, se distinguen en eso, ya que no pueden distinguirse en otras cosas de más calidad humana. Recordemos todo lo dicho en la parte anterior comentando a Barth...

En cualquier caso reaparecen aquí los placebos y los timebos con que abríamos estas reflexiones. Rechazos y deseos provocados por la sugerencia más que por la realidad; o por la imaginación y la visión a medias, más que por la percepción completa. Eso que tan requetebién sabe hoy nuestra publicidad que vive, crece y se alimenta de esa especie de placebos para hacer grandes promesas vacías (y grandes negocios bien llenos).

No sé ya de quién es la frase que leí hace tiempo: “es mucho más pornográfico un escote bien grande que unos pechos desnudos completos”. Y de eso vivimos tantas veces. Porque el sexo y el dinero son realidades con una capacidad tan enorme de promesa y de sugerencia que, si no se las reduce a sus dimensiones verdaderas, acaban siendo fuente de una búsqueda constante y constante, y hasta de un desengaño interno nunca reconocido. Yo mismo he caído en la tentación de utilizar ese lenguaje “incorrecto” para mi título, convencido de que así tendrá más lectores que si hubiese titulado: “Francisco y los seminaristas homosexuales”, o algo parecido.

Los religiosos apoyan públicamente, al fin, al informático que denunció al párroco que tenía porno en su ordenador
Los religiosos apoyan públicamente, al fin, al informático que denunció al párroco que tenía porno en su ordenador

Pero bueno: dejemos a Jerónimo por un lado disciplinándose para combatir sus malos deseos y, por el otro, traduciendo la Biblia sin escandalizarse del lenguaje como nosotros: porque él sabía bien que lo bueno y lo malo están en la realidad, no en el lenguaje con que la nombramos. Es hora de pasar a Francisco.

III.- Las palabras de Francisco

Quisiera que lo anterior sirva un poco, no para criticar a nadie sino para que seamos conscientes de nuestros condicionamientos. Ahora podemos pasar a las mariconadas de Francisco.

Lo de mariconadas es una expresión que todos oímos desde muchachos para aludir a relaciones homosexuales. Expresión peyorativa que sugiere (otra vez) que si hay algo malo en esas relaciones está en la manera de nombrarlas, no en ellas mismas. Ese tipo de lenguaje peyorativo no se usa solo para las relaciones homosexuales sino para toda clase de relaciones humanas: pensemos cuánto ha funcionado nuestro sistema económico hablando simplemente de “vagancia” en lugar de pobreza o de “extorsión” en lugar de impuestos... Lo cual nos libera de muchas preguntas incómodas.

El Papa, y el joven expulsado del seminario por ser gay
El Papa, y el joven expulsado del seminario por ser gay captura de pantalla

Francisco cometió una elemental falta de tacto al hablar así: porque debió adivinar que se le juzgaría no por lo que había dicho sino por las palabras con que lo había dicho; y debe saber que muchos poderes están esperando a verle un día con las unas uñas por cortar, para acusarlo de fiera. Y decir que es “un papa enemigo de los homosexuales” es una manera de no decir que es “enemigo de nuestro sistema económico” (que es lo que en realidad les duele a quienes así hablan).

Pero vamos a suponer que Francisco hubiera dicho: “ya ha habido demasiadas relaciones homosexuales en los seminarios para que metamos en ellos a un homosexual”. Ahora nos toca a nosotros juzgar. Sinceramente: ¿nos atreveríamos a calificar ese argumento como un rechazo a las personas homosexuales? Puede ser bueno leer también la novela del amigo Álvaro Pombo sobre este mismo tema de homosexualidad en el seminario. Lo malo es que ya no recuerdo su nombre.

Para responder a esa pregunta, puedo contar una anécdota que me sucedió hace ya bastantes años: pasé unos días en un convento de religiosas contemplativas (no recuerdo ya si era un cursillo de cristología o nos ejercicios o lo que fuera, pero eso es lo de menos). El hecho es que un buen día me vienen la priora y la maestra de novicias con esta pregunta: ha estado aquí una chica y nos ha dicho que quisiera entrar religiosa con nosotros y que es lesbiana. Usted ¿qué haría?

No di ninguna respuesta concreta ni sé si al final aquella muchacha entró monja allí o no. Simplemente me limité a evocar mi experiencia personal: entiendo que a esa chavala le ataren las mujeres como a mí, les dije: pues bien: si yo viviera con vosotras en lo que antes se llamaba “la clausura” y no en unas habitaciones aparte para huéspedes: compartiendo, por tanto, la inmediatez de las habitaciones y de las camas, el uso de las mismas duchas, la tranquilidad para vestirse y desnudarse si es que tenéis alguna pequeña balsa común, la manera como en pleno verano vestís cuando estáis solas en vuestras celdas y salís tranquilas para ir a la cocina o a la biblioteca  al baño… Si yo estuviese viviendo aquí en estas condiciones, creo sinceramente que no guardaría mi voto de castidad como (por la gracia de Dios) lo he guardado hasta ahora. Y si lo guardaba, podéis introducir mi causa de canonización en cuanto me muera (o declararme idiota y que el dicasterio romano de canonizaciones, distinga).

El homosexual del cántaro
El homosexual del cántaro

Eso es más o menos lo que respondí. Luego no sé, ni me importa, lo que ellas decidieron: porque también es cierto que la sexualidad femenina es distinta de la masculina. Pues bien: eso es lo que ha querido decir Francisco al rechazar la presencia de homosexuales en los seminarios. Y la pregunta es: ¿merece por eso ser tratado de enemigo de los homosexuales cuando aquí la homosexualidad es solo un caso particular de una ley más general? En mi adolescencia se nos repetía una frase que pudo tener sus lecturas exageradas (porque toda realidad las tiene), pero creo que algún valor conserva: “evita la ocasión y evitarás el peligro; evita el peligro y evitarás el trompazo”. Lo cual no vale solo para la sexualidad sino también para el alcohol, para la droga y (¡sobre todo!) para el dinero. Hasta vale también para el fútbol como estamos viendo por la manera tantas veces aburrida como se juega hoy.

Pero nuestros progresistas parecen tener una tendencia casi imparable e inevitable a desconocer esa labilidad humana, que mal llamamos pecado original. Quizá sea una tendencia lógica: pues, si esa fragilidad se reconociera, ¿quién se embarcaría en una aventura del progreso, si no hay una dimensión Trascendente que lo sostenga? Pero resulta una tendencia nefasta porque luego, cuando se tropiezan con la realidad del mal, acaban situándola siempre y totalmente fuera de ellos: solo en los otros, y construyendo sin querer un mundo de “buenos” (nosotros) y “malos” (ellos). Puede que ahí esté la causa del clamoroso desastre actual de los Estados Unidos como antaño símbolo y modelo del progreso… Aprendamos pues de la historia.

(N.B. Terminé este artículo el pasado día 8. No quise enviarlo en seguida porque estaba antes el que salió el domingo 9 en La Vanguardia. Si como parece, Francisco ha vuelto a algo de este tema, ahí ya no entro)-

---------- 

[1] De ahí viene (en plural = rahamin) esa expresión de “las entrañas de Dios” que a algunos comentaristas les gusta citar hoy.

[2] El recurso a estos episodios bíblicos parece ser una astucia de los artistas del Renacimiento para poder pintar escenas picantes (o desnudos como San Sebastián) sin tener problemas con la Inquisición…

[3] Si alguien quiere entretenerse o no se fía, puede ver: 1 Sam 25,22; 1 Reyes14, 10; 16,11; 21,21; 2 Reyes 9,8… Pero que consulte por ejemplo la Nueva Biblia Española: porque en otras puede encontrarse simplemente con la traducción: hombres.

Volver arriba