Las exclarisas se suman a las monjas de Arlington, o Pienza, buscando el aval del exnuncio excomulgado De Belorado a Mel Gibson: el 'síndrome Viganò' se expande en los sectores tradicionalistas

De Belorado a Mel Gibson: el 'síndrome Viganò' se expande en los sectores tradicionalistas
De Belorado a Mel Gibson: el 'síndrome Viganò' se expande en los sectores tradicionalistas

Desde hace meses -y, especialmente, tras la muerte de Benedicto XVI, que actuaba como una suerte de ‘muro de contención’ frente a los grupos más rupturistas-, cada vez son más los grupos que propugnan una vuelta a la Iglesia anterior a la reforma, ya sea a través de los ritos preconciliares, o mediante una decisión de no obedecer las consignas del Vaticano II

Viganò no está solo. Obispos como Strickland, o líderes católicos de nueva era, como los actores Eduardo Verástegui o Mel Gibson han criticado, más o menos veladamente, las actuaciones del Vaticano

Dos meses después, el ‘culebrón Belorado’ sigue alimentando titulares de la prensa de medio mundo. Las ex monjas excomulgadas, que luchan contra el obispo (y el Vaticano) por -supuestamente- defender su libertad y la propiedad del convento, llegando a abjurar de la fe que durante décadas habrían practicado, son, con todo, un caso más dentro de un proceso, creciente especialmente en Europa, de desafección ante la Iglesia católica surgida del Concilio Vaticano II, y que ha encontrado en Francisco un decidido impulsor.

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Porque el caso de las monjas cismáticas de Belorado no es, ni mucho menos, único en el mundo. Más allá de los titulares que hoy encumbran el ex nuncio, también cismático, Carlo Maria Viganò (que este fin de semana ha encontrado en el atentado frustrado a Donald Trump una coartada para sus teorías conspiranoicas del Nuevo Orden Mundial), lo cierto es que, desde hace meses -y, especialmente, tras la muerte de Benedicto XVI, que actuaba como una suerte de ‘muro de contención’ frente a los grupos más rupturistas-, cada vez son más los grupos que propugnan una vuelta a la Iglesia anterior a la reforma, ya sea a través de los ritos preconciliares, o mediante una decisión de no obedecer las consignas del Vaticano II.

Curas que rezan por la muerte del Papa, alguno de los cuales visitaba con cierta frecuencia el cenobio de Belorado antes del cisma, religiosas que se enfrentan a la autoridad eclesiástica, cardenales y antiguos responsables curiales que, indirectamente (no son tan claros como Viganò) apuntan a posibles herejías si se bendicen parejas homosexuales, se permite el diaconado femenino o se da la comunión a divorciados vueltos a casar. La dinámica se ha multiplicado tras la muerte de Ratzinger y, especialmente, ante la convocatoria de la segunda asamblea del Sínodo, que ya ha conseguido descafeinar el Instrumentum Laboris.

Uno de los ejemplos más cercanos a Belorado, que hoy nos recuerda Katholisch, es el conflicto de las carmelitas de Arlington, en Texas, a cuya superiora, madre Teresa Agnes, el obispo Olson acusó de haber “cometido pecados contra el sexto mandamiento y roto su voto de castidad con un sacerdote de fuera de la diócesis de Fort Worth”, motivo por el cual expulsó a la religiosa. Aunque el Vaticano anuló esta decisión, sí avaló al prelado, también -como Iceta en Belorado- nombrado delegado apostólico, y también rechazado por las monjas. También, ambas religiosas se han tratado de cobijar en el regazo de Viganò.

Así, las de Arlington publicaron en su web una carta de apoyo del ex nuncio excomulgado, que denunció el “frenesí ideológico” de la Santa Sede para controlar a las religiosas ‘díscolas’, y acusando a Braz de Aviz (prefecto de Vida Consagrada) y a Rodríguez Carballo (entonces secretario de la misma, hoy arzobispo de Mérida-Badajoz) de “ultramodernistas, corruptos despiadados”.

Viganò también se convirtió en el defensor de la abadesa del convento benedictino de Pienza, también destituida en 2023 por el Vaticano. Aunque, en este caso (como también en Belorado, como también en Arlington) detrás había una cuestión crematística: las actividades comerciales del monasterio italiano, y la pretensión del ex nuncio de establecer a las hermanas en Viterbo, junto al lugar en el que pretendía fundar su nueva iglesia antibergogliana.

Con todo, Viganò no está solo. Obispos como Strickland, o líderes católicos de nueva era, como los actores Eduardo Verástegui o Mel Gibson han criticado, más o menos veladamente, las actuaciones del Vaticano. El más duro, sin duda, ha sido el director de La Pasión, quien denunció la excomunión del ex nuncio. “Viganò tiene razón (…). La Iglesia de Roma está saboteada desde dentro” perpetró en un vídeo de Youtube el protagonista de Braveheart o Arma Letal. “La raíz de los problemas está representada por el Concilio Vaticano II”, clamaba Gibson, denunciando el “miedo de un clero silencioso ante las obras de demolición de Bergoglio”. Casi nada.

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