San Valentín 2. HOY HABLAMOS DEL CANTAR DE LOS CANTARES
Hoy, 14 de febrero, celebramos el Día de los Enamorados. Una bonita oportunidad para asomarnos, una vez más, a poemas que hablan de amor. Se me ha ocurrido, para hoy y el próximo jueves, redescubrir el Cantar de los Cantares, que tiene mucho de antología: canciones de amor, cantos de boda, hábilmente injertados en una fascinante composición.
Seguro que fue mujer, una mujer enamorada y libre, quien entretejió, con sabiduría y ternura, el encendido diseño de este curioso poema, que, entre otras excelencias, ofrece al creyente el placet de oro de su divina inspiración. Presentaremos unos breves textos de poetas actuales y señalaremos, como fondo a investigar, versículos del Cantar de los Cantares relacionados con aquellos.
LA PASTORA Y EL PASTOR
En el poema "El buen día", Juana de Ibarbourou juega a los disfraces, se viste de inocencia y se perfuma con flores naturales, invitando al amigo al papel de pastor, y buscarse y amarse por la campiña. Algunos versos:
Me vestiré de blanco, me aromaré de rosas,
e iremos por las rutas que huelen a tomillo,
igual que una zagala va con su pastorcillo
en busca de lejanas capillas milagrosas.
He de tener las manos frescas como de agua.
Has de tener los labios dulces como de fresa.
Y en el ruedo crujiente de mi cándida enagua
cien espinas fragantes prenderá la maleza.
Y dirán los labriegos que se paren a vernos:
la morena zagala de sonrisa encantada,
con el pastor de ojos encantados y tiernos
se va ruta adelante y olvida la majada...
El Cantar se inicia, precisamente, con la desazonada búsqueda del pastor amigo, que no sabe bien la muchacha dónde pastorea su rebaño (Cantar 1, 5-8). Podéis asomaros, con imagen y sonido, al pasaje bíblico, pulsandoaquí.
CON SU IZQUIERDA SOSTIENE MI CABEZA
Infatigable buscador de trascendencia, el importante sonetista Blas de Otero, en Música tuya, se dirige a la amada, melómana "de Dios de parte a parte", música ella misma, y la invita al abrazo, a la intimidad. Veamos los tercetos del poema:
Mares, alas, intensas luces libres,
sonarán en mi alma cuando vibres,
ciega de amor, tañida entre mis brazos.
Y yo sabré la música ardorosa
de unas alas de Dios, de una luz rosa,
de un mar total con olas como abrazos.
Ironizó Balzac sobre el abrazo íntimo afirmando que para una mujer entregarse a un hombre es como "poner un violín en manos de un gorila". La ingenua sapiencia popular observa que mujeres y guitarras / es menester mucho tino / para templarlas. En Cantar 2,6s puede leerse: "Con su izquierda sostiene mi cabeza, / con su derecha me abraza". Para disfrutar texto y contexto, pulsar aquí.
SON TUS CABELLOS COMO HATO DE CABRAS...
Antonio Gala, en "Aún queda el sol", exalta la belleza de un cuerpo reposando sobre la tierra a la caída de una tarde de verano. "No hay paisaje que pueda compararse a un cuerpo que descansa y nos sonríe..." Leemos algún otro verso del poema:
Alguien dijo: “Paisaje no hay que sea
como un cuerpo. El mar, la flor, el árbol
nunca son más hermosos
que un cuerpo, terso y joven, desplegándose
en busca de caricias...”
Sugerí a unos jóvenes que realizaran, en collage sobre cartulinas de color, la surrealista descripción de la amada (Cantar 4,1-7). De sus ingeniosos recortes surgió ¡un delirante retrato a lo Dalí! Efectivamente, al novio le brota, en movimiento descendente, una caleidoscópica cascada de vivas imágenes, tiernas y divertidas, pastoriles primero, agrícolas y artesanales después, tierno viaje por la geografía amorosa del cuerpo amado. Para ver y oír la secuencia completa, pulsar aquí.
SUBIRÉ AL MONTE DE LA MIRRA
Jorge Carrera Andrade, poeta ecuatoriano imprescindible, bajo el título de Cuerpo de la amante, ofrece siete bellos poemitas. Reproducimos el sexto. Califica el sagrado cuerpo de la amada de "templo de oro, catedral de amor..." Y se declara fervoroso adorador del dios de vida presente en ese cuerpo, ante quien se postra agradecido:
Tu cuerpo es templo de oro,
catedral de amor
en donde entro de hinojos.
Esplendor entrevisto
de la verdad sin velos:
¡Qué profusión de lirios!
¡Cuántas secretas lámparas
bajo tu piel, esferas
pintadas por el alba!
Viviente, único templo:
La deidad y el devoto
suben juntos al cielo.
Sugiere Cantar 4,6—"subiré al monte de la mirra, a la colina del incienso"— que el vientre de la mujer es como una santa colina, metáfora viva del monte Moria, donde se levanta el Templo de Jerusalén, monte perfumado por el incienso de los sacerdotes, monte de mirra (mor en hebreo, cercano fonéticamente a moria). Rafael Montesinos, en el soneto Ven, exalta fervorosamente la dignidad de esta santa colina del amor: “Ven, que el amor más puro se me centre / en esa ensortijada gracia oscura, / cárcel de luz, recóndita angostura / y capitel airoso de tu vientre. // Oh surco de rubíes que sostienen / las dos altas columnas de tu templo / que a mí también como a Sansón me tienen... ”
Podéis pulsar aquí para, por última vez, ver y oír el texto bíblico.
Cerramos por hoy este experimento poético y teológico, que podría ser útil para irse introduciendo en la necesaria lectura primera del Cantar como libro literario con sutiles alusiones al amor y al erotismo. Clausuraremos el jueves este delicado ensayo.