El valor de los comentarios a los artículos ¿La última reforma del Seminario?
Un buen comentario, crítico o laudatorio, o simplemente “opinatorio”, enriquece un artículo
Las "pequeñas incomodidades" son una escuela para la vida
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Hecho de menos los comentarios que se permitían hace tiempo ya en Religión Digital (RD). Muchos eran verdaderas aportaciones que enriquecían el artículo. Sí, ya sé que había también imbéciles incapaces de juntar dos letras sin caer en el insulto o la ordinariez. Pero a veces merecía la pena pagar ese tributo de “mierda” si entre medio se podía leer algún comentario hecho desde la tolerancia y el respeto, aunque fuese crítico, pero con argumentos serios.
Ahora esos comentarios, al menos a mi, me llegan por vías más privadas o en conversaciones de tertulia con un café o en la barra de un bar, o en la cocina de una casa.
El reciente artículo sobre las reformas hechas en el Seminario Diocesano de Vitoria han originado algunos comentarios que me apetece comentar. Incluso ha generado la posible quedada de viejos compañeros del Seminario en un par de meses.
Por lo tanto hoy este post puede considerarse todo el un
“Non solum sed etiam”, secuelas de un artículo.
El primer comentario que llamó mi atención fue realizado por un joven con experiencia en familia numerosa. Según él, no veía un acierto haber rehabilitado las viejas habitaciones del Seminario para instalar un baño completo por ejemplo: “un seminarista tiene que aprender a lavarse los dientes al lado de otro seminarista” dijo literalmente. A mi me recordó a otra frase más escatológica que yo he dicho en alguna ocasión: “cagar y mear en el mismo sitio nos ayudó mucho en nuestra formación y convivencia”.
La tesis de este joven es que a veces las pequeñas “incomodidades de la vida” son parte del crecimiento personal. Reconocía nunca haber tenido habitación propia, siempre compartida, y lamentaba descubrir que algunos de sus amigos hoy serían incapaces de compartir la habitación con nadie.
Esta experiencia antiguamente se “curaba” con la mili, aunque también, y de manera más lúdica y temporal se podía tener en los campamentos y colonias organizadas por parroquias, grupos de iglesia o empresas.
Su hermana compartía la opinión y añadía que con haber adecentado las viejas estancias, estas seguirían teniendo el sabor añejo del Seminario, que para ella también es un valor. Y se habría mantenido el número de 60 habitaciones disponibles.
Un buen amigo me agradecía que reconociera agradecido mi paso por el Seminario, algo que siempre he hecho y de lo que he presumido. Una parte de mi formación, de mi espíritu crítico, de mi amor a la Iglesia y de saber verla en lo bueno y en lo malo, se lo debo al Seminario.
Otro buen amigo exponía otra tesis diferente al hilo del mismo artículo y apuntaba a que los nuevos seminaristas tendrían que llevar un régimen de vida con experiencia de familia real, la propia o de “adopción”. Es decir vivir como cualquier estudiante en casa de sus padres o de otra familia, acudir a las clases y, eso sí, rezar y actividad pastoral con sus compañeros del Seminario.
Es una opción, no digo que no. De hecho algún sacerdote ya la práctica y algún obispo escogió esta fórmula también para no residir en un palacio episcopal. Por lo tanto no veo mal esta opción si más tarde se va a tener como alternativa. Sin duda vivir en familia puede ser toda una escuela de vida y a pie de calle.
Nadie duda de las buenas intenciones de quienes han proyectado la última reforma del Seminario Diocesano de Vitoria. Además la incorporación de fuentes de energía renovable es una apuesta “Laudato Sí” en toda regla. Y buscar una comodidad en la estancia de los seminaristas es un deseo legítimo. También es cierto que denota una apuesta por un modelo de Seminario muy concreto, el “modelo burbuja” podría definirse. Yo lo sentía en cierto modo en mis tiempos. Se procura aislar al seminarista de todo lo que le pueda contaminar fuera. Es un modelo paternalista, protector, pero que genera sorpresas cuando se enfrenta a la vida real. Es el modelo que ha funcionado casi desde siempre en la Iglesia, pero también un modelo que ha demostrado fisuras de diverso tipo.
Yo pensaba en los seminaristas llegados de África o de Latinoamérica o de Asia, me imagino que alguno sentirá que le acaban de transportar a un hotel cinco estrellas.
Con la comunidad africana estamos viendo la existencia de un pequeño gueto africanista que tiene su sede en un bar en la calle Cofradía de Arriaga, donde los blancos también somos bien recibidos, lo digo por experiencia propia.
No tengo datos detallados, solo la impresión de que el Seminario Diocesano de Vitoria hoy no tiene nada que ver con lo que fue en sus años florecientes ni siquiera en mi época donde empezó la decadencia vocacional. Se me hace más al estilo de otros Seminarios de los que oíamos hablar existían en Toledo o en alguna otra ciudad española.
Doctores tiene la Santa Madre, y, aunque los doctores también a veces se equivocan, a ellos les compete decidir sobre la formación del futuro clero. Ello no quita para que otros podamos opinar o incluso sugerir, desde el respeto por supuesto, otras alternativas de vida y formación para el futuro clero.
Pronto llegará la decisión de concentrar seminarios y Vitoria tiene papeletas para ser uno de los centros seleccionados para acoger seminaristas de otras diócesis. Con las recientes obras esa acogida podría hacerse efectiva desde ya.
Pero la historia nos deparará nuevas reformas. ¿Qué haremos cuando el sacramento del orden sacerdotal se abra a la mujer? que esa reforma llegará, más tarde o más temprano se llevará a cabo, y no por falta de vocaciones masculinas sino por justicia divina. ¿Daremos paso a los seminarios mixtos? ¿Se tomarán en serio las propuestas de vivir en familias? ¿Se empezarán a crear pequeñas comunidades cristianas que acojan a las y los candidatos a las órdenes sagradas del diaconado y el presbiterado, y será desde la comunidad desde donde se formará y preparará a los nuevos candidatos, que incluso han podido surgir de dentro de la propia comunidad:
De momento y para un futuro inmediato el Seminario de Vitoria está listo y acondicionado para los planes que hoy se estilan en la diócesis,¿ mañana, Dios dirá ? ¿Habrá sido esta la última reforma del Seminario? yo no lo creo. Que conste que valoro positivamente la obra realizada en el Seminario Diocesano de Vitoria, pero saber que otros aportan otras opciones me parece necesario, importante y enriquecedor. Yo solo me hago eco.
Y a ver si RD recupera la opción de los comentarios, le daba vidilla al artículo, incluso hasta algunos comentarios de los idiotas de turno.