Infeliz Navidad catalanista Antonio Aradillas: "Sin felicidad, la Navidad pasa de largo por el calendario civil y eclesiástico"
"Los políticos, hoy en nóminas suculentas, comenzando por los catalanes y catalanistas, incluidos los de otras latitudes y colectivos, hasta tienen a gala creerse y alardear de que una cosa es “servir al pueblo” y otra –la misma- es “servirse del pueblo”"
Lo de que la felicidad-infelicidad viene del cielo y ya está, es pura entelequia y algo irreal. La felicidad –“estado de ánimo que se complace en la satisfacción de un bien”- es gracia de Dios para algunos, pero para otros –los más- es conquista, reconquista y esfuerzo físico intelectual o moral para conseguir algo. Se da por supuesto que el sujeto-objeto de la felicidad, lo mismo “de tejas arriba”, que de “tejas abajo”-, cuenta siempre con el “otro” como parte de la comunidad en la que se está, y por la que se es.
La felicidad es la razón de ser de todas y de cada una de las personas. Es su aspiración, tarea, oficio y misión. Es su ministerio. Es su vocación-profesión. De no ser así, como con frecuencia acontece, la vida no es vida. Es otra cosa. En los tiempos en los que nos encontramos, la Navidad se hace presente con caracteres festivos y con frases y signos externos excepcionales. Alrededor de la Navidad se da la impresión de que la felicidad también lo es un poco, o un mucho, más. Sin felicidad, la Navidad pasa de largo por el calendario civil y eclesiástico.
Acontece, no obstante que, aunque de por sí, por definición y coherencia, la Navidad no debiera tener enemigos, hay situaciones, tiempos y lugares en los que precisamente en su marco, es en el que estos –los enemigos- se confabulan entre sí e inventan y reactivan razones para “hacerles las pascuas” (fastidiar o perjudicar) a los otros, sin miramientos ni humanos ni divinos y sin capacidad de discernimiento de ninguna clase.
Tal es la impresión que mayoritariamente se percibe en España en relación con Cataluña, y también en no pocos ámbitos de esa misma Comunidad Autónoma. Los catalanistas “les están haciendo las pascuas” hasta robarles parte importante de la merecida felicidad a la que tienen derecho, y más precisamente por ser Navidad. Estas “razones” aparecen en las primeras líneas de las preocupaciones de la generalidad de los españoles. Conversaciones, noticias, informaciones sobre reuniones y contra- reuniones, pactos ficticios y sus correspondientes y alternantes rupturas, ambigüedades, “saltarse a la torera”, leyes “supremas”, prescindir olímpicamente de ordenamientos democráticos con perversión de tan sacrosanta idea, chulerías, pensar y actuar interesadamente en el bien propio y en el de los suyos y no en el de los otros, servirse del pueblo y no servirlo, victimizarse, corrupciones monumentales, permisos y condonaciones “legales”… son hoy por hoy, temas-eje de grandes temores en la Navidad en el resto de España y parte del mundo.
Lo de la “globalización” y balcanización -“desmembrar un país en territorios o comunidades”- tiene mala prensa, por las posibles fotos y el número y calificación de los protagonistas de las llamadas “guerras fratricidas”.
Cualquier institución o persona que no se comporte como obrero –artífice- de la paz, tanto como persona como cristiano, deberá dimitir y dedicarse a pastorear mariposas. Los políticos, hoy en nóminas suculentas, comenzando por los catalanes y catalanistas, incluidos los de otras latitudes y colectivos, hasta tienen a gala creerse y alardear de que una cosa es “servir al pueblo” y otra –la misma- es “servirse del pueblo”, y “caiga quien caiga”.
Dando por aceptables algunas reivindicaciones catalanas, por coherencia y por favor, que piensen a la vez que precisamente esta Comunidad Autónoma no se encuentra entre las más descapitalizadas y maltrechas de España, en ninguna de las áreas de las Consejerías o Ministerios que las configuran. Por poner un ejemplo, y tal y como rezan y lamentan las estadísticas, a los extremeños habrían de sobrarles razones para la sublevación… Y es que juntos, siempre se es y se está mucho mejor.
Pero que al resto de los españoles nos dejen tranquilos, al menos por Navidad, que nos permitan rezarle a la Virgen en castellano en sus advocaciones catalanistas –Poblet y Monserrat-, transitar por sus aeropuertos y autopistas, bailar la sardana, seguir degustando sus productos típicos y admirar su fútbol...
Y además, que a ninguno de sus dirigentes, por no ser catalanes, sino solo españoles, se le ocurra obsequiarnos con títulos tales como “zafios, irracionales, burdos, espesos y perezosos, bastos o groseros”… Todo tiene sus límites, y todo, o casi todo, puede volverse, y se vuelve, contra quien escriba y pronuncie tales lindezas, desaseado, sin educación e hidalguía y sin gracia de Dios y de la otra.
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