Del "Totus tuus" al "Tutti fratelli" Antonio Aradillas: "Tutti contenti"
De la Iglesia del “Totus tuus” a la del “Tutti fratelli” media un gran trecho... La encíclica “Tutti fratelli” provocará grandes conmociones en la propia Iglesia… Es otra. Es la de hoy. Es la que tiene que ser.
Es posible, y deseable, jubilar algunos devocionarios y lecturas piadosas “de toda la vida”, así como libros de texto y recopilaciones de homilías y de Cartas Pastorales
Y así, solamente sí, con respeto a la pluralidad, y al ritmo que marcan los tiempos, será cómo podremos vivir y con-vivir dentro y fuera de la Iglesia, “tutti contenti”, sin dramatismos, sin miedos, sin anatemas
Y así, solamente sí, con respeto a la pluralidad, y al ritmo que marcan los tiempos, será cómo podremos vivir y con-vivir dentro y fuera de la Iglesia, “tutti contenti”, sin dramatismos, sin miedos, sin anatemas
Huelga “castellanizar” estas frases latinas, con la del “tutti contenti”, incluida, como lemas de Iglesia, y que con ocasión de la publicación de la reciente y radiante encíclica del papa Francisco, merece y reclama multitud de consideraciones: “Todo tuyo”, “Todos hermanos” y “Todos contentos”.
Pero no está todo en la literalidad. Está más bien en el sentir de la Iglesia, en quienes están al frente de ella e intentan explicarla y aplicarla en las circunstancias de tiempo y lugar en los que vive y en la capacidad de recepción que define a sus destinatarios. Una sola Iglesia, pero plural a la vez, con santo y responsable sentido de acomodación y vivencia.
Así las cosas, y por breves y compendiadas que tengan que ser, las conclusiones que se atisban por los horizontes eclesiásticos y eclesiales son notablemente diferentes, si no en su radical contenido, sí en su presentación y “liturgia” evangelizadora.
De la Iglesia del “Totus tuus” a la del “Tutti fratelli” media un gran trecho. Recorrido, por supuesto, con la mejor y más salvadora de las intenciones, pero en algunas de sus faceta catequizadoras, las diferencias son obvias.
El “Totus tuus” hizo aparición espectacular en la visita que a su Polonia natal hizo Juan Pablo II el año 1987, como recordatorio pontificio personal de la devoción que de por vida le profesaba a la Santísima Virgen María. Como lema, y sin más explicaciones marianas, las masas que les seguían y posteriormente habrían de seguirle en sus visitas, viajes y concentraciones, la traducción que le prestaron no fue otra que la de la aquiescencia triunfante al héroe, sucesor de san Pedro el pescador, quien con toda seguridad, alivio y evangelio, hubiera rehuido tantos y tan excelsos y aún desproporcionados gestos imperiales de grandeza “en el nombre de Dios”, como si se trata de un rey o príncipe de este mundo, y no como el “Alter Christus”, es decir, el Jesús avecindado en Nazaret, conviviendo con José, María y otros familiares.
El “Totus tuus” se lo apropiaron y administran organizaciones “religiosas” como el Opus Dei, “Regnum Christi- (Legionarios de Cristo) y otras entidades y congregaciones que encarnan y acaparan para sí su pertenencia, casi en exclusiva, de cuanto el papa-papa –“siervo de los siervos de Dios”- es y significa, y como si el concilio Vaticano II no se hubiera celebrado, y todavía se viviera en la Iglesia a la sombra y con las directrices de cualquiera de los concilios niceno- constantinopolitanos. Una -¡otra¡- copia exacta de lo que refiero bien pudiera ser el mexicano “Movimiento de la Llama del Amor Inmaculado”...
Pero el tiempo está ya a punto de pasar en el marco de otras y distintas coordenadas, con nuevas preguntas teológicas, antropológicas, sociológicas y religiosas, a las que la Iglesia ha puesto en pie el papa Francisco firmando la encíclica “Tuti fratelli” junto a la tumba de su homónimo e instigador, el de Asís.
La Iglesia, encarnada y descrita en la citada encíclica, no es en todo coincidente con las situadas en las esferas del “Totus tuus” y de sus intérpretes más notables y preclaros. Es otra. Es la de hoy. Es la que tiene que ser. “Es el movimiento que resulta de escuchar la voz de Dios, la del pueblo, del pobre, del enfermo, de la naturaleza, pero transformado en estilo de vida”.
“En” ella -la Iglesia-, y “por” ella, todos hermanos y con plena conciencia de fraternización universal. La nueva encíclica marca y marcará, antes y después, en la Iglesia y en cualquier otra religión y actividad entre los humanos, constituirá una nueva era. Para ello, es posible que no se cuente solo con un puñado de intérpretes, solo los “oficiales”, clericalizados o clericalizables. Es posible, y deseable, jubilar algunos devocionarios y lecturas piadosas “de toda la vida”, así como libros de texto y recopilaciones de homilías y de Cartas Pastorales. Es así mismo deseable y urgente que se revisen la “palabras literales” que les transmitieran la Virgen y los sanos” a niños y a niñas, en otras tantas “apariciones” prescindiendo de sus obispos y hasta del Romano Pontífice. La encíclica “Tutti fratelli” provocará grandes conmociones en la propia Iglesia…
Y así, solamente sí, con respeto a la pluralidad, y al ritmo que marcan los tiempos, será cómo podremos vivir y con-vivir dentro y fuera de la Iglesia, “tutti contenti”, sin dramatismos, sin miedos, sin anatemas, y con las valoraciones en las que el AMOR fraterno se convierta en “Camino, Verdad y Vida”, que nada ni nadie acaparará, por que Dios es, de por sí, de todos y en la misma proporción y medida sin medida, es decir, infinitamente.