"Otra versión de esta expresión de religiosidad en tiempos de coronavirus"" Antonio Aradillas: "No se desaproveche esta ocasión para revisar los planteamientos de la Semana Santa"
"Aún no pudiendo celebrarse este año al estilo, manera y tradiciones de siempre, a la Semana Santa 'virtual' no le faltaría religiosamente ni una sola letra para dejar de ser 'santa' y 'semana'"
"El turismo y el folclore han contribuido, sobre todo en España, a desacralizar/paganizar no pocas Semanas Santas"
"La Semana Santa actual en la que los “coronavirus” son y serán sus principales liturgos, pasaría a la historia con rasgos malditos, de no ser por los ejemplos que nos dan los profesionales de la sanidad y tantos otro"
"La Semana Santa actual en la que los “coronavirus” son y serán sus principales liturgos, pasaría a la historia con rasgos malditos, de no ser por los ejemplos que nos dan los profesionales de la sanidad y tantos otro"
De todas las semanas –“septimana”, o periodo de siete días consecutivos”- es obligado aseverar que son santas. De por sí, bíblicamente, y en su tiempo, se enmarcó la obra creada por Dios, seguida por su descanso sabático y con la satisfacción de haberla realizado bien y al servicio de los seres humanos. Pero acontece que hay una semana entre todas las demás, especialmente caracterizada, considerada y conocida como “santa”, y que se corresponde” con la última de la Cuaresma, y que va desde el Domingo de Ramos hasta el de la Resurrección”.
Circunstancias particulares, sobre todo “coronavíricas”, explican y motivan un largo, devoto y cristiano compendio de consideraciones, teniendo presentes el cambio, -para muchos, hasta la desaparición-, de la festividad de mayor importancia y significado en el calendario litúrgico, documentada ya con todos los detalles en la historia eclesiástica de los primeros años de su existencia.
Aún no pudiendo celebrarse este año al estilo, manera y tradiciones de siempre, a la Semana Santa “virtual” no le faltaría religiosamente ni una sola letra para dejar de ser “santa” y “semana” . Todo es cuestión de catequesis, de reflexión a la luz de la fe y de atender y seguir adoctrinamientos jerárquicos, con relevante mención para los dictados por el papa Francisco, con sus palabras, gestos y silencios.
Es preciso reconocer que las circunstancias sociales, cívicas y religiosas que impiden las celebraciones “semanasanteras”, han de interpretarse con criterios misteriosos, aunque siempre desde perspectivas de salvación y liberación tanto personal como comunitariamente, estando de más otro tipo de explicaciones como pudieran ser las políticas, las técnicas, las estratégicas o las económicas.
Tal hecho, aquí reseñado, aporta de por sí santos y sobrados elementos como para que no se desaproveche esta ocasión para revisar en profundidad el planteamiento y desarrollo espiritual de cuanto han sido, son y serán las Semanas Santas y sus celebraciones en el Año Litúrgico y en las circunstancias concretas de lugar y de tiempo en las que se encuadran.
De la reforma de la Semana Santa, de todos sus siete días, de sus liturgias, ceremonias, acontecimientos, procesiones y manifestaciones, en términos generales es imprescindible advertir su necesidad y urgencia. Reconociendo y admirando el trabajo y las buenas y constructivas intenciones y colaboraciones de los seglares con los sacerdotes, el grado de religiosidad conseguido y expresado, pudiera y debiera haber sido ya bastante más notorio y explícito y en mayor y mejor consonancia con los principios y orientaciones procedentes del concilio Vaticano II.
El turismo y el folclore han contribuido, sobre todo en España, a desacralizar/paganizar no pocas Semanas Santas. Aún con todas sus virtudes y virtualidades, haber convertido la Semana Santa por antonomasia, en oferta turística de primera calidad y rentabilidad económica, le roba espiritualidad a este conjunto de días, todos “santos” de por sí y por definición.
En la “otra versión de la Semana Santa” de este año -precisamente la que no se celebra al estilo del resto de los años, por no haberse hecho presentes y activos en ellos los “coronavirus”-, se pretende destacar que toda ella y cada uno de los episodios y escenas que se representan y de alguna manera viven el pueblo y los participantes en sus actos de piedad y de culto, estos, o la más que justificada ausencia de ellos, pueden llegar a ser, y son, tanto o más santos y santificadores, que los rituales conformes con las tradiciones y costumbres religiosas de siempre… La atenta y meditada –rezada- lectura de los santos evangelios descubre, señala y facilita todos los caminos, con sus respectivas caídas y levantamientos, de las estaciones que, pasando por la crucifixión, en el Monte Calvario, lleva misteriosa y salvadoramente a la amanecida dominical de la Resurrección.
Más que los hermanos y cofrades - ellos y ellas-, los protagonistas y participantes “virtuales” de los actos “semanasanteros” de este año, tienen nombres y apellidos de “soledad, abandono, dolores, sufrimientos, lágrimas y miedos” de los contagiados así como de sus familiares y amigos, a punto de ser inscritos en las estadísticas macabras que día a día nos sirven los medios de comunicación social en las conferencias de prensa, con sus correspondientes, siempre las mismas y desconsoladoras, preguntas y respuestas “oficiales”.
"Haber convertido la Semana Santa por antonomasia, en oferta turística de primera calidad y rentabilidad económica, le roba espiritualidad a este conjunto de días"
La Semana Santa actual en la que los “coronavirus” son y serán sus principales liturgos, pasaría a la historia con rasgos malditos, de no ser por los ejemplos que nos dan los profesionales de la sanidad y tantos otros que con eficacia, y riesgos, nos facilitan poder seguir viviendo, aún en condiciones, a veces, tan precarias e indecisas.