"Es bueno que pleiteen con respeto" Omella 'coram' Torra
¡Bienvenido sea recurrir a las leyes democráticamente vigentes, tanto por parte de las autoridades eclesiásticas –Cardenal Arzobispo Juan José Omella- , como por las políticas, el presidente Quim Torra, con la seguridad de que los adjetivos correspondientes a su “autoridad” no sea ni conlleve de por sí privilegio o desafección alguna!
Acostumbrados, es decir, malacostumbrados, en los últimos tiempos a que el lenguaje entre las “autoridades civiles, militares y religiosas” en España tuviera que celebrarse sempiternamente, entre nubes de incienso, es explicable que cualquier rozadura en el planteamiento o desarrollo de los diálogos nuevos escandalice al personal y hasta les retrotraiga a algunos a tiempos tenebrosos, que se creían ya felizmente superados. La frase “Omella “coram” -“ante” o “frente a”- Torra,” con explícitas referencias catalanas en este caso, puede servir certeramente de ejemplo en el desarrollo de esta reflexión.
Gracias sean dadas a Dios, y como expresión de la autonomía personal e institucional propia de las leyes establecidas por la naturaleza, que la diversidad de criterios es –tiene que ser- nota esencial y característica. Sería preciso tener que dimitir como persona y como parte activa del estado de convivencia entre los humamos, si el “Amén” en su abanico de formas y fórmulas por uno y otro lado, hubiera de seguir siendo la palabra sagrada, última y definitiva.
La diversidad crea y re-crea la unidad, imprescindible para la formación de la personas, siempre al servicio de la colectividad, con efectividad y rigurosa mención para el pueblo y más para los débiles y vulnerables. Educados “religiosamente”, y re- educados con énfasis y argumentos contundentes, en el Nacional Catolicismo que aún rige, mantiene e inspira leyes y comportamientos sociales, para que la convivencia lo sea de verdad en consideración a las circunstancias de lugar y de tiempo, el respeto será su vector y protector siempre, con todos y en todo.
¡Bienvenido sea recurrir a las leyes democráticamente vigentes, tanto por parte de las autoridades eclesiásticas –Cardenal Arzobispo Juan José Omella- , como por las políticas, el presidente Quim Torra, con la seguridad de que los adjetivos correspondientes a su “autoridad” no sea ni conlleve de por sí privilegio o desafección alguna! “La ley es la ley y es igual para todos”, se repite con insistencia, aunque por lo que se ve, y se comprueba, las exenciones, los privilegios e interpretaciones benevolentes se inclinan a favor de los de casi siempre. Provoca asco y pena referirlo y subrayarlo con tanta y veraz franqueza, entristeciendo a muchos, a la vez que causándoles a no pocos ludibrio y satisfacción indecentes.
La Iglesia, en sus niveles jerárquicos, en España, incluida Cataluña, estuvo y está demasiado y culposamente callada. En silencio. De no haber sido así, probablemente, y a su tiempo debido, hubiera hecho pública la designación y nombramiento “in péctore” de “Madre Abadesa” de la familia más representativa y políticamente ejemplar del territorio. Similar nombramiento de esposo y padre de sus hijos, hubiera sido reservado con carácter de “Prior de Órdenes Militares” y emérito Primado de la “Hispania Tarraconense”, de no haber sido porque “Hispania” lleva dentro de su vetusta y docta etimología el concepto de “tierra de conejos”. La Virgen bajo la advocación sagrada de Monserrat, así como sus priores podría atestiguarlo, prestos en ocasiones devotas a no negarle el privilegio del uso de la “silla gestatoria” en su acercamiento al camarín. La Iglesia debió haber hablado, también por sus monjes, con la sagrada Regla Benedictina del “Ora et labora” “-“reza y trabaja”- en sus manos.
Las autoridades constitucionales, instituciones y organismos políticos debieron y deben hablar de la Iglesia de tiempos pasados y de los actuales. Y no me refiero en exclusiva a los obispos de las diócesis catalanas –“catalanistas” no pocos de ellos,- quienes precisamente fueron nombrados -que no elegidos- por tal condición, eligiendo por su cuenta y riesgo a la Virgen de Monserrat como Madre, propicia a la sedición –independencia, desamparando a los devotos no patrocinadores de tales sentimientos e ideas. (La adicción – palabra escrita con dos “c” patológicas), al silencio, fue y es “santo y seña” en la pastoral catalana, revestida, como casi siempre, de “prudencia”. Lo mismo unos que otros, y en proporciones similares, en el ámbito civil como en el eclesiástico, se sirvieron de la Virgen y de la religión en general para su provecho personal y el de sus grupos aún partidistas.
El bueno, digno, sano, justo, constructivo y necesario que pleiteen los “Omella y los Torra” en sus demarcaciones autonómicas respectivas, con respeto, sin ventajas espurias y teniendo como beneficiario al pueblo. Así lo demanda también la Iglesia sinodal, “en salida” y “post- coronavírica”. Lo que no puede ni debe ser es que se deje pasar indebidamente el tiempo, se llegue tarde tal y como ha acontecido en las calendas valencianas y se les declare culpables a los fallecidos, cuyos teléfonos móviles están ya sempiternamente “fuera de cobertura”.
También podrían y deberían hablar los informadores religiosos. Pero ese es otro “cantar”, y no precisamente en “gregoriano”, ni en “lenguas vernáculas”..