"No hay que pensar en guerras santas o de religión” Aradillas: "Sí a las desamortizaciones"
"La Iglesia es rica. Y poseedora en abundancia de bienes, no siempre ni mucho menos “religiosos” de por sí"
"A la Iglesia jerárquica –sacerdotes, obispos, arzobispos, cardenales y demás, no se les confieren ni exigen títulos universitarios, ni experiencias en economía y administración de bienes fungibles y de los otros"
El término “desamortización”-“liberación mediante disposiciones legales de un bien que no se podía vender para que pueda ser vendido o traspasado”-, ni está, ni tiene por qué estar de por sí condenado por la Iglesia, pese a que en la historia sea uno de los más “agraciados” con máximas, endemoniadas y graves descalificaciones.
De una u otra manera, pero ya en vísperas de que en España tal término vuelva a hacerse descarnada, peligrosa y frecuente noticia, no está de más reflexionar sobre él, siempre y cuando sean el sentido común, la justicia y el bien del pueblo, los elementos que así lo demanden y exijan, con respeto, congruencia y con las leyes que sigan los pasos y procedimientos al dictado de la democracia, sin la que no sería ley la ley.
La experiencia de pasadas desamortizaciones no tiene por qué obligar a desechar sistemáticamente todo lo que con tal palabra se relacione, en singular o en plural. Por lamentables y hasta poco o nada racionales que fueran sus planteamientos e intenciones con sus correspondientes consecuencias, el Estado y el servicio al pueblo, habrán de impedir cualquier idea y actividad desamortizadoras implantadas al margen de lo legislado.
En el caso concreto de la Iglesia, y haciéndolo eje de estas reflexiones, es obvio reconocer que sus bienes, posiblemente desamortizables, son –siguen siendo- todavía considerables. De obvio es preciso calificar el convencimiento de que, para el desarrollo, ejercicio, función, ministerio encomendados religiosamente como institución, muchos –la mayoría- de estos bienes no solo no les son necesarios, - imprescindibles para algunos-, sino que son obstáculos para su misión salvadora, en consonancia con el Evangelio y son las interpretaciones fieles a la palabra de Dios, a la ley sagrada y al ejemplo de Aquél a quien se le adjudica el título de Fundador.
La Iglesia es rica. Y poseedora en abundancia de bienes, no siempre ni mucho menos “religiosos” de por sí. Hoy por hoy, en la Iglesia ni fue, ni es la pobreza –“la causa de los pobres”- su distintivo y su misma razón de ser y actuar. Es la riqueza. La invocación de que la Iglesia como tal es pobre y de los pobres, con proyección doctrinal de tal condición a sus más cercanos “fieles” servidores, apenas si cuenta ya con un número reducido de partidarios conscientes, pero que “pasan” de eslóganes, integrando entre ellos aún este mismo de las “Bienaventuranzas” relativos a los “pobres de espíritu”, administrando tal concepto “al gusto del consumidor”.
Cuando la Iglesia era aún más rica en España en los por muchos añorados tiempos “pre” o “ante” desamortizadores, los beneficios de los que pudieron participar los pobres para cubrir sus necesidades más perentorias ni siquiera se notaron, dado que tal desamortización casi lo único que intentó y consiguió fue “desnudar a un santo para vestir a otro”, y estos “otros” fueron y se comportaron tal y como saben hacerlo, y lo hacen, “los nuevos ricos”.
A la Iglesia jerárquica –sacerdotes, obispos, arzobispos, cardenales y demás, no se les confieren ni exigen títulos universitarios, ni experiencias en economía y administración de bienes fungibles y de los otros. La de la economía en su diversidad de funciones, nombres y aplicaciones, no es carrera eclesiástica, ni Ciencia Sagrada, en el mundo de las realidades humanas, aún cuando desde los obispados de Cádiz al de San Sebastián, por citar un ejemplo, así lo parezca, sea y se practique.
Las noticias-informaciones que generaron y generan las entidades bancarias vaticanas en la variedad de sus denominaciones y gerentes, no fueron ejemplares, sino todo lo contrario. Por muchos y buenos frutos que al pueblo-pueblo les proporcionaran las rentas de las riquezas de la Iglesia, ellos no les compensarían a los cristianos de los males y de los escándalos que les ocasionaron los “administradores, amos, dueños, señores, gerentes, o jefes” ,y además “por la gracia de Dios” y sin control por parte de laicos y laicas, con voz y voto, igual, o más Iglesia, que los propios jerarcas.
Lo queramos o no, pero ya en España estamos en vísperas de desamortizaciones, con cualquiera de sus formas y fórmulas. Demos por supuesto que esta creencia jamás podrá dar ocasión a pensar en “guerras santas o de “religión”, ni en “cruzadas”, lo que sería de verdad antirreligioso, absurdo y anti- evangélico.
Aunque “desaMORTIzación tintinea fonética y etimológicamente a “muerte”, en cristiano sabe, presiente y adelanta la idea y el estado de “resurrección y de VIDA”, que es lo de verdad “religioso”.
No pocos curas, obispos, arzobispos etc. dejarán prestamente de estar en nómina de “administradores, gerentes y de capitalistas, y se apuntarán con alegría y honradez al gremio celestial, y a la bienaventurado letanía, de “pastores”.
Aunque “desaMORTIzación tintinea fonética y etimológicamente a “muerte”, en cristiano sabe, presiente y adelanta la idea y el estado de “resurrección y de VIDA”, que es lo de verdad “religioso”.