Dignitas infinita ante las violaciones globales: Hacia la plena dignidad humana desde los últimos
"Se trata, sin duda, de un texto importante de alto valor en estos momentos y contextos en los que múltiples violaciones de la dignidad humana atraviesan nuestro mundo"
"Destacaría en el conjunto de este valioso Documento del Magisterio eclesial su concepto de la libertad humana personal y su sentido relacional y social"
"Hubiera sido deseable también el reconocimiento de errores y violaciones que la misma Iglesia ha cometido en este campo en determinadas épocas. Una honesta autocritica no le resta autoridad, sino que la hace más creíble"
“Esta Declaración no pretende agotar un tema tan rico y decisivo, pero pretende aportar algunos elementos de reflexión que nos ayudarán a tenerlo presente en el complejo momento histórico que vivimos para que, en medio de tantas preocupaciones y angustias, no perdamos el rumbo y nos expongamos a sufrimientos más lacerantes y profundos”. Así concluye la presentación de la Dignitas infinita Víctor Manuel Card. Fernández, como texto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, aprobado por el Papa Francisco.
Se trata, sin duda, de un texto importante de alto valor en estos momentos y contextos en los que múltiples violaciones de la dignidad humana atraviesan nuestro mundo. La Declaración pone de relieve algunas de ellas que requieren profundización y reflexión para ofrecer respuestas adecuadas, también matizaciones críticas, algunas ya aportadas en RD.
Es un texto en coherencia con la oferta ya subrayada por el concilio Vaticano II en su Constitución Pastoral de “servicio solidario en la salvación de la persona humana y renovación de la sociedad” (GS 3).
Desde bases antropológicas cristianas, presenta esa dignidad como fundamental valor evangélico, con sus dimensiones ontológicas morales, sociales y existenciales afirmando el “desarrollo del pensamiento cristiano sobre este tema” (n.12). Aquí hubiera sido deseable también el reconocimiento de errores y violaciones que la misma Iglesia ha cometido en este campo en determinadas épocas. Una honesta autocritica no le resta autoridad, sino que la hace más creíble.
Pienso que debe ser muy valorada su referencia a la “autoridad en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948) por la Asamblea General de las Naciones Unidas” (n.2). Es una clara muestra de su deseo de “sincera colaboración para lograr la fraternidad universal” (GS 3).
Destacaría en el conjunto de este valioso Documento del Magisterio eclesial su concepto de la libertad humana personal y su sentido relacional y social, subrayando el peligro actual de “dejarse atrapar por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia” (n.11).
Globalizaciones de la violencia contra la dignidad humana
Precisamente la importancia que atribuye la Declaración a los condicionamientos morales y sociales (n.29-32), la veo como una llamada a profundizar esas violaciones de la dignidad humana, algunas de la cuales quiero explicitar. Sigo la línea de su texto que se refiere a ”algunas situaciones problemáticas actuales en las que no se reconoce adecuadamente la inmensa e inalienable dignidad que corresponde a todo ser humano” (Presentación). Son violaciones globales, denunciadas en encíclicas y exhortaciones papales, como raíz y causas de las violaciones descritas en la Declaración. Subrayo las siguientes:
La globalización del neoliberalismo capitalista: violación económica
Ha generado una desigualdad criminal que denunció con rotundidad el papa Francisco. “Hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata”(Evangelii gaudium 65). “El sistema económico imperante desarrolla una globalización de la indiferencia” (id. 54). Estamos inmersos en una vulneración sistemática de la dignidad humana, de los Derechos Humanos y de la justicia debida a millones de seres humanos que mueren de hambre o viven en pobreza extrema, en precariedad, cuando una minoría acumula riqueza y poder excluyentes.
La violación de la dignidad de la Tierra
Este contexto de enriquecimiento sin límites para una minoría y pobreza para la mayoría utiliza la Tierra, nuestra casa común, para alimentar un crecimiento injusto agotando los recursos naturales, con la contaminación, deforestación, extractivismos. Explotada por las multinacionales y sometida por los Estado más poderosos, le han robado su identidad original, sus raíces creativas, su dignidad y derechos; sólo es vista por muchos como lugar de lucro y consumo.
También el papa Francisco que tantas veces ha denunciado esa violación creciente y global (Laudato sí / Laudate Deum) advertía que estamos dirigiéndonos hacia la ruina, cuando debemos cuidar nuestra casa común. "Nuestra generación ha dejado en herencia muchas riquezas, pero no hemos sabido custodiar el Planeta y no estamos custodiando la paz", señala en su mensaje con motivo del Día de la Tierra. Queriendo enriquecernos a costa de la naturaleza hemos violado la dignitas Terrae.
El armamentismo violador de la dignidad humana
Particularmente alarmante y de consecuencias destructivas imprevisibles es hoy la carrera armamentística cuyo gasto ha crecido este pasado año un 6,8% hasta alcanzar hoy los 2,44 billones de dólares según el “Instituto Internacional de Investigación por la Paz” (SIPRI).
Sin un tratado de control de armamento, los países, especialmente los más poderosos, están lanzados en esta carrera suicida, provocando y haciendo inevitables las guerras, donde toda dignidad desaparece y la agresividad se hace el criterio supremo de relación entre estados. En esta globalización bélica la fraternidad, base y consecuencia de la dignidad humana, queda bombardeada y destruida por el odio mutuo y la dignidad humana pierde su nombre.
Las culturas violadas
Cada pueblo de nuestro mundo tiene una amplia riqueza cultural, inviolable, de profundas raíces espirituales en sus tradiciones, lengua, costumbres, relación con la Tierra. Es expresión de su dignidad colectiva que subrayó ya el Concilio Vaticano II. Conservarla, desarrollarla, comunicarla es su derecho desde el respeto y reconocimiento.
Sin embargo la actual globalización invasora está anulando esa indispensable relación humana base de su dignidad colectiva. Pretende marginar y anular su acerbo ancestral y sus derechos culturales, uniformando pensamientos, suprimiendo lenguas, despreciando identidades, destruyendo relaciones de igualdad desde la diferencia e idiosincrasia de cada pueblo. “Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las naciones, porque la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos”, insistió el papa Francisco en la Fratelli tutti (12).
Ante esta violación global, la dignidad de cada cultura en cada pueblo debe ser respetada, conocida, admirada como fuente de enriquecimiento mutuo y base antropológica de la dignidad de las personas. Es, como dijo el Vaticano II, referencia necesaria para la evangelización (GS 58).
Falsas ideologías globalizadas, violación de la libertad de pensar y ser
En su carta encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco, denunció falsas ideologías en las que se olvida la dignidad fundamental de la persona (247) y crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida del sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales (11); manipulan y se imponen globalmente en nuestro mundo legitimando guerras, enfrentamientos, conquistas, sometimientos al poder y al enriquecimiento de unos pocos.
Violan, en definitiva, la libertad de pensar por sí mismo y de ser persona autónoma y en relación creativa con las demás. Son “ideologías de distintos colores, que destruyen —o de-construyen— todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha precedido” (13).
Violencia mediática global, manipuladora de conciencias y de pensamientos
Con su gran fuerza expansiva y con poderosos medios de difusión y control los mass media o medios de comunicación se han erigido como decisivo poder global. Por tanto las grandes potencias tratan de controlarlo por medio de avanzadas tecnologías digitales. Lo advertía la Fratelli tutti (45): “No cabe ignorar que en el mundo digital están en juego ingentes intereses económicos, capaces de realizar formas de control tan sutiles como invasivas, creando mecanismos de manipulación de las conciencias y del proceso democrático …Estos circuitos cerrados facilitan la difusión de informaciones y noticias falsas, fomentando prejuicios y odios”. Nos hacen pensar lo que interesa a los poderes fácticos conduciendo a un pensamiento único desde una información manipulada, contaminada por fake news, a un pensamiento único en la llamada sociedad del conocimiento.
La Dignitas infinita hace mención expresa de esta “violencia digital” (n. 61-62) que, “aunque ofrece muchas posibilidades para promover la dignidad humana, tiende cada vez más a crear un mundo en el que crecen la explotación, la exclusión y la violencia, que pueden llegar a atentar contra la dignidad de la persona humana”.
Hacia la plena dignidad humana desde los últimos
La “dignidad de la persona humana” fue el primer capítulo de la Constitución pastoral del Vaticano II. De ella se deriva el desarrollo y progreso adecuado de la humanidad y la solución de sus problemas. Desde la persona humana en relación con todo lo que existe, iluminada por la fe, en diálogo con los progresos culturales de la reflexión humana en la filosofía y en las ciencias, descubrimos el sentido de la realización de la humanidad y se abre la esperanza de un futuro utópico: una dignidad abierta al infinito, a la realización plena del Reino de Dios, a la Bondad Suprema,
En la autorizada Declaración Dignitas infinita aunque “no exhaustiva… se subrayan elementos decisivos, que pueden estar oscurecidos en la conciencia de muchas personas hoy en día”. Desde una aproximación a las injustas violaciones globales más alarmantes de la dignidad humana, he intentado subrayar las más urgentes, a mi entender, en las que se encuadran y son el contexto de las descritas en la Declaración.
Responder con eficacia humana y cristiana exige hoy ante todo comenzar por aquellas situaciones injustas de las que su primer exponente son las personas pobres y pueblos marginados, hoy los más afectados por estas violaciones. Considerados los últimos, descartados, sin embargo es a partir de ellas y ellos donde descubrimos lo que significa y exige la auténtica dignidad humana. Son su semilla y su liberación, primer signo de nuestro tiempo.