Una "primera lectura" de la cuarta encíclica de Francisco Dilexit Nos, buena letra en una partitura delicada
En UNA PRIMERA LECTURA, desde luego ligera, me llega su letra y mucho menos su música ambiental. Es decir, recurrir a la teología y piedad del Sagrado Corazón -con lo que esto supone de reconocimiento de un pasado harto discutible en torno a esas dos realidades- tiene más peligros espirituales y pastorales que beneficios
Sin duda que Francisco piensa que, con ese objetivo, es una recuperación llena de posibilidades -evangélicas y evangelizadoras-, pero me temo que su fruto será el refrendo de un tradicionalismo en la piedad cristiana, difícil de ahormar en el mesianismo liberador -personal y social, interior e histórico- que representa la vida del Señor entre Nazaret y Jerusalén
Prometo leerla, de nuevo, con todo cuidado y afecto, faltaría más. En UNA PRIMERA LECTURA, desde luego ligera, me llega su letra y mucho menos su música ambiental. Es decir, recurrir a la teología y piedad del Sagrado Corazón -con lo que esto supone de reconocimiento de un pasado harto discutible en torno a esas dos realidades- tiene más peligros espirituales y pastorales que beneficios. Hablo para una fe y espiritualidad comprometidas con la historia del amor y la justicia, el perdón y la gratuidad, en todas las dimensiones de la vida.
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Es verdad que el desarrollo de esa piedad y teología recibe ahora una profundidad y proyección totalmente distintas, pero ¿quién podrá convencer al pueblo cristiano de esa novedad, de manera que la letra suene distinta con parecida música? Es verdad que el texto está lleno de giros muy de Francisco y de los teólogos que hayan trabajado en el borrador y que, sin duda, lo consiguen sacar adelante con mucha calidad material y formal. Pero pienso que esos teólogos, hoy, saben que la teología y pastoral desarrolladas en torno a QUIÉN es Jesucristo y CÓMO es Cristo de Dios -con la centralidad de su encarnación frágil, abajada, misericordiosa, fraternal, justa y curativa...- está representando muy bien lo mismo que la encíclica pretende, y, sin embargo, la música es más contemporánea y, sobre todo, tiene otro potencial de cara a la verdad sobre el Dios de Jesús.
Esa teología del trenzado indisoluble entre los ordenes inmanente y trascendente de la vida humana, "ya sí/todavía no", porta una capacidad de llegar a la espiritualidad de los creyentes con más garantías de Evangelio que las del pasado reciente, incluida la devoción al Sagrado Corazón, y con muchas más posibilidades de traducirse a una vida cristiana más coherente con Cristo y los hermanos más necesitados.
Hay imágenes y conceptos que en el lenguaje visual y hablado tienen un significado que se les pega, para bien o para menos bien, de manera que los hace difíciles de recuperar. Poniéndose al abrigo de que Benedicto XVI centró el sentido del existir y la vida cristiana en el Amor trinitario de Dios y, por su obra salvadora, en la fraternidad confiada de todos los humanos entre sí y con todo lo creado, y de los más pobres en particular (G. Gutiérrez), no sé si era necesario recuperar esa expresión de espiritualidad -la del Sagrado Corazón- para abundar en una teología y una vocación humana que, ahora mismo, supera de lejos lo que antes la caracterizó.
Sin duda que Francisco piensa que, con ese objetivo, es una recuperación llena de posibilidades -evangélicas y evangelizadoras-, pero me temo que su fruto será el refrendo de un tradicionalismo en la piedad cristiana, difícil de ahormar en el mesianismo liberador -personal y social, interior e histórico- que representa la vida del Señor entre Nazaret y Jerusalén. Es posible que la piedad del Papa (y de los jesuitas) tenga algo que ver con esta encíclica que, con buen criterio, ha desarrollado, ¡hasta donde el tema lo permite!, en coherencia con el resto de su magisterio y el saber de los teólogos que le auxilian. A la presentación romana de Bruno Forte, muy lograda en cuanto a sus claves y pretensión, me remito. Paz y bien.
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