Crónica de mi conversación con Francisco "Dios está mucho más allá"
En esta década muchos no hemos abandonado la Iglesia precisamente por estar al frente de ella Francisco. Nos hemos sentido acogidos y tenidos en cuenta hasta este último gesto de Fuducia supplicans. La maternidad de la Iglesia se ha hecho efectiva con el papa Francisco, acogiendo a todos y todas, sin excepciones
Toda esta labor con persecuciones y fuertes rechazos. A lo que él dijo muy claro por teléfono: “Dios está mucho más allá de todo eso”. En esta carta animaba a seguir adelante con el testimonio y la entrega con esa libertad que da el Espíritu Santo a todos los que impulsa a la misión.
| José Andrés García Soto (Profesor de secundaria y Bachillerato. Seglar. Diócesis de Granada)
En el día de la Presentación del Señor en el templo quiero hacer público mi testimonio de adhesión al papa Francisco. Hace hoy casi seis meses recibí una llamada del papa. Viajé a Roma solo y allí hice mis ejercicios espirituales. Los motivos internos eran especiales y el impulso era ir a la ciudad de los apóstoles, Pedro y Pablo, y de los mártires, para los que toda referencia a la vida eterna y la Resurrección era fundamental. Los símbolos de la Resurrección se expanden por las catacumbas: una iglesia viva y martirial, para la que el horizonte y destino último es la vida con el Resucitado.
La vuelta por la ciudad a los lugares singulares de santos y santas se volvió peregrinación para mí. El día 5 de agosto estuve en Santa María la Mayor y allí pude averiguar que el papa Francisco volvería el día 7 de agosto a dar las gracias por la JMJ de Lisboa, en la que resonó contundente aquel “todos, todos, todos”.
Después de haber estado en día 6 en san Pablo extramuros, celebrando la Transfiguración, junto a la tumba del apóstol, en un lugar tan importante para mí… el día 7 me aventuré a regresar a Santa María la Mayor por si coincidía con el papa.
La sorpresa: coincidir con él y entregarle en mano una carta. Él entró en silencio, oró ante el icono de la Salus Populi Romani y salió en silencio. No me atrevía a romper el protocolo y entregar en mano la carta. Pero el impulso fue mayor, salté por encima de algún banco y grité: ¡Francisco, gracias por lo que haces por la Iglesia! Y le entregué la carta.
A los dos días recibía una llamada del propio papa, dándome las gracias por el contenido de la carta. El contenido de la carta era agradecer profundamente esta década de entrega del santo Padre a la Iglesia en la que se ha tomado muy en serio la vuelta al Evangelio: poner el evangelio en el centro mismo de la Iglesia. Una década en la que lo previsto en la “evangelii gaudium” él lo ha ido cumpliendo puntualmente con sus palabras y sus gestos, con su vida. Una década en la que se ha recuperado el espíritu del Concilio Vaticano II, en serio, sacándolo del congelador y en la que se ha llevado la misión a las periferias de todo tipo, incluidas las existenciales.
En esta década muchos no hemos abandonado la Iglesia precisamente por estar al frente de ella Francisco. Nos hemos sentido acogidos y tenidos en cuenta hasta este último gesto de Fuducia supplicans. La maternidad de la Iglesia se ha hecho efectiva con el papa Francisco, acogiendo a todos y todas, sin excepciones. El Cardenal Zuppi decía el otro día: la Iglesia no es un hotel, es un hogar. Y en esa carta le recordaba algo que se decía de Juan XXIII, que era párroco del mundo.
Toda esta labor con persecuciones y fuertes rechazos. A lo que él dijo muy claro por teléfono: “Dios está mucho más allá de todo eso”. En esta carta animaba a seguir adelante con el testimonio y la entrega con esa libertad que da el Espíritu Santo a todos los que impulsa a la misión.
Hoy es el día de la vida consagrada y la vida religiosa. El Señor al ser presentado al templo, inaugura nuestras presentaciones al Padre de nuestras personas. Y, al ser presentado, toma posesión de su templo. Como en las consagraciones personales y religiosas: El Espíritu impulsa, el espíritu concede los carismas y dones y el Espíritu abre camino y capacita para la misión.
El consagrado no se pertenece. Pertenece al Señor y ha de entregar los dones recibidos para ser fecundo. Cada cual, con su carisma particular y personal, sabiendo que la iniciativa la ha tomado el Señor y es el Señor quien arrastra hacia él al que se entrega.
Leo hoy con alegría que la cúpula de la Iglesia española está sin reservas con el papa Francisco. Mi esperanza es que los latinismos cum Petro (con Pedro) et sub Petro (bajo Pedro) y el viejo adagio Ubi Petrus, ibi ecclesia (donde está Pedro está la Iglesia) sean de corazón y sin fisuras porque el papa ha reorientado la marcha de la Iglesia hacia lo verdaderamente importante y nuclear del evangelio: la compasión, cercanía y misericordia de Dios para “todos, todos, todos”.
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