El escándalo del aún arzobispo de Toledo Antonio Aradillas: "La Iglesia, don Braulio, no es de los curas. Ni de los obispos o arzobispos. La Iglesia es del pueblo"
El silencio cartujano de don Braulio, en cuanto al exilio que padece la Virgen de Guadalupe, se interpreta como una delirante ofensa, de las que ya no se llevan en las relaciones de tipo convivencial, social, cívico-política y además, y sobre todo, en la religiosa. Así lo testimonia el papa Francisco
¿Quién se fiará del de Asís y del de la República Argentina, cuando consiente, o no afronta, de una “santa” vez el problema de la extremeñidad de la Virgen, patrona (bis) de esta Comunidad Autónoma, no existiendo razón alguna que lo justifique?
Siento mucho que en el verso epopéyico de la vida cristiana, y humana en general, rimen tan sonoramente mal las palabras “escándalo” y “arzobispal”. Lo siento por los versos, por la veracidad y frecuencia de los mismos, por las reacciones que susciten entre los débiles y aún por decencia personal. Pero el hecho es que, desgraciadamente los citados términos se hacen presentes en los medios de comunicación, en las conversaciones familiares y sociales, sin conmiseración alguna, “con” o “sin” piedad.
Les ofrezco mis disculpas a quienes les molesten mis reiteradas denuncias “eclesiásticas”, sugiriéndoles tan solo en mi defensa que mis gustos serían “pasar” olímpicamente de ellas y dedicarme a “turiferear” con garbo y presteza, y además por profesión u oficio, con los emolumentos establecidos “por quienes corresponda”. Aseguro que la función-vocación de manejar el turíbulo a diestra y a siniestra, y a satisfacción de unos y otros, es siempre rentable y “olorea” los problemas con bendiciones y solemnidades en la vida presente, aunque tal vez no en la otra.
Exilio de la Virgen de Guadalupe
Y, alejado de vituperios generalizadores, desciendo una vez más a las realidades “de aquí abajo”, e insisto en que la postura que se mantiene oficialmente en la Iglesia en relación con el exilio que padece la Virgen de Guadalupe, patrona (bis) de Extremadura, en tierras castellano-manchegas, y más concretamente toledanas, concita exhaustivamente toda clase de condiciones para que sus responsables sean declarados provocadores, a la vez que causantes de oleadas de escándalos. Al ser estos de tipo religioso, y al afectar a tantas personas en sus sentimientos más íntimos, el término “escándalo” –“hecho o dicho considerados contrarios a la moral social y que producen indignación, desprecio y habladurías maliciosas“- apenas si basta para expresar su contenido académico estricto.
El comportamiento al respecto que protagonista y encarna el arzobispo de Toledo, a la vez que de Guadalupe, -“Patrimonio Cultural de la Humanidad”-, hoy, y todavía, don Braulio Rodríguez, es todo un escándalo. Lo es mucho más cuando ni siquiera se dignó expresar la razones que puedan existir para mantener el estatus que rige y protege la pertenencia de las 31 parroquias extremeñas a la administración canónica primada.
Jamás mantuvo un diálogo con los obispos de la provincia eclesiástica de Extremadura, recientemente creada, no aceptando “intromisión” alguna en sus “propiedades” pastorales y religiosas, por lo que estos obispos no disponen de argumentos curiales con los que puedan informarles a sus diocesanos acerca de las posibilidades de cuando y cómo “Nuestra Señora de Guadalupe” será avecindada en calidad de extremeña.
Laicos y laicas de esta Comunidad Autónoma, tan empobrecida y necesitada en todo orden de cosas, -humanas y divinas-, y que, por no tener, “no tiene tren ni tranvía”- claman al cielo, a la espera de que el arzobispo toledano, primado de las ex -Españas por más señas, haga algún esfuerzo por arreglar un problema cuya solución depende fundamentalmente de su decisión personal.
Un insolente escándalo
Para las autoridades democráticamente elegidas por el pueblo-pueblo, y para las gestiones “pontificias” hasta ahora efectuadas en tal dirección, el silencio cartujano de don Braulio retratado por el extremeño pintor Francisco Zurbarán, se interpreta como una delirante ofensa, de las que ya no se llevan en las relaciones de tipo convivencial, social, cívico-política y además, y sobre todo, en la religiosa. Así lo testimonia el papa Francisco
Por supuesto que tan insolente escándalo sobrepasa las fronteras eclesiásticas patrias de la Conferencia Episcopal y adquiere dimensiones en detrimento del ejemplo que simboliza y hace patente el bendito papa Francisco, al que le roba fiabilidad y credibilidad religiosa ¿Quién se fiará del de Asís y del de la República Argentina, cuando consiente, o no afronta, de una “santa” vez el problema de la extremeñidad de la Virgen, patrona (bis) de esta Comunidad Autónoma, no existiendo razón alguna que lo justifique?
¡Por amor de Dios, don Braulio, deje usted de escandalizar al pueblo extremeño y de ofender a sus tres obispos…, de quienes ritualmente dice ser “hermanos en el episcopado”! ¿Para cuándo su sustitución de verdad y efectiva como arzobispo primado, y de Guadalupe? ¿ Cuándo colaborará también en restituirle a Tarragona su condición de “sede primada” de España?
Homenaje a monseñor Montero
La Iglesia, don Braulio, no es de los curas. Ni de los obispos o arzobispos. La Iglesia es del pueblo. Y, para terminar por ahora, haga el favor de contestar la pregunta que se formularon los extremeños –obispos, curas y fieles-, que participaron en el reciente homenaje, celebrado en Badajoz, en honor de su arzobispo emérito Mons. Montero, no hallándose usted presente… ¿A qué respondió su ausencia? ¿Acaso temió al “populacho” y llegó a pensar que la sonoridad del “escándalo” que generara su presencia sobrepasara en sonoridad al que produce solemnemente la “campana gorda” de su catedral toledana, bautizada con el nombre de “San Eugenio”, que rebasa las 1543 arrobas, considerada como la mayor de España?
De entre los lectores de RD hay quienes se preguntan asimismo, si le queda a usted algún “burofax” que enviar, con ocasión de su pasado episcopal en la diócesis de Salamanca y su relación pastoral con determinados sacerdotes y sus víctimas.
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