"La vulnerabilidad de nunca controlar tu vida" Francisco Olavarría: "Aislados, sentimos lo que sienten los que conviven con una condición de discapacidad o situación de dependencia"
"Los mayores y personas con discapacidad han sido los últimos en recibir los apoyos que reclamaban"
"Es injusta la criminalización de las residencias de personas mayores, con discapacidad o en situación de exclusión social"
| Francisco Olavarría Ramos
¿Qué edad tenía?, es la pregunta más común que surge tras la noticia de una muerte en nuestro entorno. ¿Te suena conocida? Yo, la he escuchado cientos de veces, en velatorios, en funerales o en conversaciones callejeras. Quizá la consideres una respuesta lógica e intrascendente y es así, donde reside el peligro, pero déjame que esta interpretación te la cuente más tarde.
A partir del decreto que establecía el Estado de la Alarma y las medidas de contigencia que planteó el Gobierno, te habrás dando cuenta, que a pesar de lo que creías, nunca controlaste tu vida. De repente todos esos planes inmediatos o futuros se vieron pospuestos por una causa mayor. Nació entonces el tiempo de cuidarnos y protegernos, pero de también sentir algo que los que conviven con una condición de discapacidad o situación de dependencia, se enfrentan en su día día.
El aislamiento social y la inaccesibilidad de los entornos, el sentimiento de vacío o de rabia, la fatiga, la inseguridad económica y la pérdida de seres queridos se han convertido en una vivencia generalizada que nos sitúa en un mismo plano de vulnerabilidad con aquellos grupos sociales que mencionaba arriba.
Esta crisis humanitaria -no tiene otro nombre- que estamos viviendo con gran pesar, ha evidenciado algo de lo que algunos ya veníamos alertando, que el capacitismo y el edadismo ha condicionado la forma de mirar y actuar ante esta pandemia. Desde el sector de las organizaciones que representan a las personas con discapacidad o el de aquellas personas con algún grado de dependencia, en particular las personas mayores, así lo han confirmado. Han sido los últimos en recibir los apoyos que reclamaban.
"Me hace recordar la 'lógica' del nazismo que hizo la expresión'vida indigna de ser vivida'"
Volviendo al principio, ahora ya con más argumentos, podrás entender mi preocupación. A muchos les tranquilizaron los primeros informes en el sentido de que el 80% de las personas infectadas por COVID-19 sólo presentaban síntomas leves, y que la mayoría de las infecciones graves y las muertes las sufrían los adultos mayores. La misma tranquilidad que cuando preguntamos por la edad del muerto, intentando justificar que ya era su hora o que nosotros estamos a salvo.
Escucho hablar de edad de riesgo -sin especificar la misma- o de coste beneficio relacionado con la esperanza de vida o de estados de cronicidad, con igual preocupación, porque me hace recordar la “lógica” del nazismo que hizo de la expresión“vida indigna de ser vivida» (en alemán “Lebensunwertes Leben“) un lema, de las políticas de higiene racial del III Reich, donde todas las vidas, efectivamente, no valían lo mismo.
Si este trato es injusto y criminal, injusta es también la criminalización de las residencias de personas mayores, con discapacidad o en situación de exclusión social y por ende, de sus profesionales, muchos gestionados por organizaciones religiosas como aquellas que pertenecen a la Federación Lares, que cuidan de manera entregada y con condiciones precarias a nuestros familiares, como nosotros no supimos, no pudimos; y lo que es más doloroso, tampoco quisimos.
Volvamos a los valores cristianos, reconociendo a la religión y su espiritualidad como ese salvavidas que es para millones de personas, donde encuentran comunidades de cuidados comprensibles a su situación de dependencia o discapacidad.
Fallamos como sociedad señalando a la propia vejez o la fragilidad de la discapacidad como la causa de estas muertes provocadas por el Coronavirus, y no como el resultado de un sistema defectuoso que evidencia que la ‘Cultura del Descarte’ no era entelequia, sino la mismísima pandemia que tenemos que combatir. Porque sí, estamos todos en riesgo.