"Dos personalidades diametralmente opuestas" Josan Montull: "'Los dos papas' imagina una conversación extraordinaria entre los dos actuales sucesores de Pedro"
"No se había hecho un film sobre un papa antes de su muerte"
"En la conversación van desfilando cuestiones difíciles: la pederastia de algunos sacerdotes, el afán de poder de la curia, la moralidad de situaciones novedosas, la denuncia de las dictaduras"
| Josan Montull Torguet
La vida de los papas ha sido una gran fuente de inspiración cinematográfica. La figura del papa sigue teniendo una importancia extraordinaria en la Historia y, por tanto, una gran fuerza mediática.
Por eso el relato de estas biografías recientes se ha llevado a la pantalla en muchas ocasiones con mayor o menor acierto Qué duda cabe que no nos es posible entender nuestra historia actual prescindiendo de los pontificados de Pío XII o de Juan Pablo II, por ejemplo. Ha habido, eso sí, en todas ellas una característica común: se han hecho films de los pontífices cuando ya estos habían muerto, nunca durante su vida.
Todo esto ha sido roto por el carácter rompedor y provocativo del papa Francisco. Su vida apasionante ya ha sido llevada a la pantalla en filmes, series, documentales y hasta cortos de animación. El director Fernando Meirelles (“Ciudad de Dios”, “El jardinero fiel”) lo hace en esta ocasión con una intuición y un buen hacer extraordinarios.
Hacía cientos de años que no coincidían dos papas en la cristiandad. “Los dos papas” imagina una conversación extraordinaria entre los dos actuales sucesores de Pedro. Ambos se reúnen días antes de la dimisión de Benedicto XVI. Este es el punto de partida de esta película ciertamente sorprendente. No se habla de un papa sino de dos y los dos vivos en la actualidad.
El encuentro es fascinante. Dos personalidades diametralmente opuestas, dos formas de entender la Iglesia, dos amigos de Cristo se encuentran cara a cara para intuir la voluntad de un Dios que se antoja silencioso en medio de tiempos turbulentos que urgen respuestas.
En la conversación van desfilando cuestiones difíciles: la pederastia de algunos sacerdotes, el afán de poder de la curia, la moralidad de situaciones novedosas, la denuncia de las dictaduras… Temas abruptos en los que la Iglesia tiene que posicionarse y orientar, no desde la teoría sino desde dentro.
La enorme talla de estos gigantes de la Historia aparece transida por una humanidad sencilla… Los Beatles, el tango, la pizza, la Fanta, el fútbol, el vino… Los pequeños placeres mundanos son acogidos por estos hombres que, en su encuentro con el otro, son animados a encontrarse consigo mismos. La fragilidad de estos hombres de Dios (uno que ha aprendido todo en los libros y otro en las calles) necesitará de la penitencia y la misericordia para crecer y desplegarse.
Con un ritmo pausado y correcto y unos flashbacks necesarios y ajustados, la película cautiva desde el principio. Las interpretaciones son absolutamente magistrales. Anthony Hopkins borda a Benedicto XVI y Jonathan Pryce es una copia de Francisco, en su imagen, su gestualidad y su mirada. El duelo interpretativo de estos dos actores es deslumbrante, magistral y conmovedor.
El duelo interpretativo de estos dos actores es deslumbrante, magistral y conmovedor
Con una ambientación excelente (impresionante la recreación de la Capilla Sixtina), el film es una oda a la amistad, a la fe, al amor a la Iglesia, a la grandeza de la fragilidad cuando la misión encomendada traspasa las posibilidades de la persona. El Dios encarnado se mete en la piel de estos hombres distintos seducidos por Jesucristo, conscientes de sus pecados y de la enormidad de la misión encomendada. Simplemente maravillosa.
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