"San Juan de la Cruz nos recomienda aventurarnos en la fe, que es segura y también 'oscura'" El Claroscuro de la Navidad
Con mi meditación de Navidad 2024, no quiero alimentar el derrotismo, sino alentar una fe humilde y oscura, capaz de vivir con preguntas y dudas y de decir al Señor con el padre del niño poseído por un espíritu inmundo en el Evangelio de Marcos (9,24): «Creo, pero ayuda mi falta de fe»
La crisis actual de la Iglesia, agravada por el fracaso de muchos de sus ministros, es también una «crisis de fe». Esto no lo pueden ocultar las iglesias llenas a la sombra del «encanto de la Nochebuena». Nos resulta difícil encontrar un camino de fe responsable entre la Escila del agnosticismo creciente de muchas personas de buena voluntad y la Caribdis del cristianismo aleluya de evangélicos y católicos carismáticos
Es un Dios que quiere traer a todos a sí («salvar» o «redimir», como decimos en teología) y que hará justicia a cada uno de nosotros combinando el amor y la misericordia. Este es el mensaje esencial de la encarnación de Dios en el establo de Belén, el mensaje de la luz que vino al mundo y brilla en las tinieblas
Es un Dios que quiere traer a todos a sí («salvar» o «redimir», como decimos en teología) y que hará justicia a cada uno de nosotros combinando el amor y la misericordia. Este es el mensaje esencial de la encarnación de Dios en el establo de Belén, el mensaje de la luz que vino al mundo y brilla en las tinieblas
| Mariano Delgado*
«La luz verdadera, que alumbra a todo hombre», vino al mundo y «brilla en la tiniebla» (según el prólogo del Evangelio de Juan). Sin embargo, la fe en ella siempre ha sido también «oscura»: no sólo porque aquí en la tierra bajo las condiciones de la finitud es «de noche», sino también porque las hierofanías o apariciones de lo sagrado se caracterizan por la ambivalencia de desvelar y ocultar al mismo tiempo, como nos muestra la historia de las religiones; y no hay que olvidar que los cristianos y las cristianas han oscurecido a menudo esta luz con su comportamiento. Jesús y el Sermón de la Montaña son muy atrayentes, pero los pueblos cristianos son, como dijo Mahatma Gandhi, los que más adoran a Mammón y Moloch, los ídolos del dinero y la violencia.
No es «mala voluntad» ni «obcecación» si Jesús no fue entendido como el Mesías esperado por la mayoría de los judíos de la época, o si no es considerado como «la luz del mundo» por la inmensa mayoría de la humanidad dos mil años después. Esto no debe llevar a los cristianos a dudar del brillo de esta luz, sino a una humilde reflexión sobre nuestra condición humana (la constitución antropológica del hombre) y a una fe que deje en el aire muchas preguntas sobre el camino de Dios con la humanidad, sin cerrarlas dogmáticamente:
¿Por qué la encarnación o autocomunicación de Dios en Jesús de Nazaret sólo tuvo lugar hace 2.000 años, mientras que la historia de la humanidad y de la religión es mucho más antigua? ¿Por qué, además, tuvo lugar en la dialéctica de la revelación y la ocultación, de modo que la luz de la Encarnación no es inmediatamente evidente para los hombres de entonces y de ahora? ¿Por qué muchos pueblos desconocieron durante siglos la historia de la revelación en el Antiguo y en el Nuevo Testamento?
Este fue, por ejemplo, un gran problema teológico cuando se descubrió el Nuevo Mundo, donde millones de personas vivían sin conocimiento del nacimiento del Salvador en el establo de Belén. ¿Por qué los cristianos han seguido siendo una minoría en todo el mundo hasta nuestros días? ¿Por qué han surgido nuevas religiones como el Islam y el Baha'i «después de Cristo», que se ven a sí mismas como la última revelación e interpretan de forma diferente el significado del cristianismo? ¿Hay sólo «ambigüedad» en las otras religiones, mientras que en el cristianismo todo está claro? ¿Por qué la historia del cristianismo no está libre de muchas perversiones y depravaciones que se dan en la historia general de la religión, aunque es cierto que los cristianos las han cuestionado y superado repetidamente, recordando el poder normativo del Evangelio?
Sí, la encarnación de Dios y el cristianismo no son inmediatamente evidentes. Por eso Bartolomé de Las Casas, en el siglo XVI, reconoció a los indios el derecho a responder a los misioneros del mismo modo que lo hicieron los judíos o los paganos desde el principio: «¿Qué clase de enseñanza es ésta? Que Dios es trino y uno y que Dios mismo fue crucificado, ¿cómo puede suceder eso?».
Y como la encarnación de Dios y el cristianismo no son inmediatamente evidentes, la buena teología ha enseñado repetidamente que nadie está obligado a creer si no se cumplen estas tres condiciones: Que Dios mismo nos mueva interiormente a creer; que los predicadores de la fe traten de convencernos de la verdad cristiana pacífica, suave, pacientemente y con buenos «argumentos razonados»; y que la doctrina se confirme por «milagros», entendiendo que –como subrayó Las Casas en el contexto de la evangelización del Nuevo Mundo– el milagro más eficaz es una vida irreprochable y convincente de los mismos predicadores.
Con mi meditación de Navidad 2024, no quiero alimentar el derrotismo, sino alentar una fe humilde y oscura, capaz de vivir con preguntas y dudas y de decir al Señor con el padre del niño poseído por un espíritu inmundo en el Evangelio de Marcos (9,24): «Creo, pero ayuda mi falta de fe»
Con mi meditación de Navidad 2024, no quiero alimentar el derrotismo, sino alentar una fe humilde y oscura, capaz de vivir con preguntas y dudas y de decir al Señor con el padre del niño poseído por un espíritu inmundo en el Evangelio de Marcos (9,24): «Creo, pero ayuda mi falta de fe».
La crisis actual de la Iglesia, agravada por el fracaso de muchos de sus ministros, es también una «crisis de fe». Esto no lo pueden ocultar las iglesias llenas a la sombra del «encanto de la Nochebuena». Nos resulta difícil encontrar un camino de fe responsable entre la Escila del agnosticismo creciente de muchas personas de buena voluntad y la Caribdis del cristianismo aleluya de evangélicos y católicos carismáticos.
San Juan de la Cruz, el místico de la noche oscura del siglo XVI, nos recomienda aventurarnos en la fe, que es segura y también «oscura». Ésta no es capaz de responder a todas las preguntas, sobre todo a las preguntas sobre la falibilidad del hombre y el sufrimiento de los inocentes. Pero en la noche de nuestra fragil existencia humana, la fe oscura nos invita a «confiar» en un Dios que es «amor» 1 Juan 4,16). ¿Existe una declaración mejor sobre la esencia de Dios? ¿Por qué no se ha elevado esto a dogma y se ha abierto con ello el credo?: Creo en Dios, que es amor y que se manifestó en el destino de Jesús de Nazaret como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Según la experiencia mística de San Juan de la Cruz, es un Dios que se hace pequeño y se adapta a cada ser humano, y que nos busca más intensamente de lo que nosotros le buscamos a él. Es un Dios que quiere traer a todos a sí («salvar» o «redimir», como decimos en teología) y que hará justicia a cada uno de nosotros combinando el amor y la misericordia. Este es el mensaje esencial de la encarnación de Dios en el establo de Belén, el mensaje de la luz que vino al mundo y brilla en las tinieblas: ¡Aunque en la ambivalencia de la revelación y la ocultación, en el «claroscuro» de la aparición de lo sagrado que tan bien captaron los pintores del barroco en su versión de la adoración de los pastores!
Deseo a todos mis lectores en Religión digital una Feliz Navidad y un buen año 2025.
* Mariano Delgado es catedrático de Historia de la Iglesia y Director del Instituto para el estudio de las religiones y el diálogo interreligioso en la Universidad de Friburgo (Suiza), así como Director de la Clase VII en la Academia Europea de las Ciencias y las Artes en Salzburgo.
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