Queridísima Mara: Te hago llegar las palabras que el Papa contestó a una de las chicas que estuvo participando en la entrevista con los jóvenes. A mi parecer, la entrevista es encantadora y el Papa estuvo sumamente abierto a todas las preguntas que le hicieron y mostró mucha comprensión y delicadeza en todo lo que se hablaba. Fue bonito y fluido. Vale la pena ver toda la entrevista.
Sin embargo, una de las chicas, tocó un punto clave cuando le preguntó sobre el sacerdocio femenino, y, la verdad, su contestación me resultó lamentable. Puso de manifiesto que, tanto el Papa, como todo el sistema eclesial, no ofrece ninguna esperanza sobre esta posibilidad. Es algo cerrado y dejó entender que, todo posible propuesta o disensión a lo que él piensa y el Derecho Canónico tiene normado, no es estar con Iglesia y no es la verdadera Iglesia. Me pareció fuerte esto, porque para mí no es creíble, ni por muchos creyentes.
Aquí te paso lo que le pregunta la chica y lo que dice el Papa, para que tú misma te hagas tu propio criterio.
-¿Qué opina, o se imagina usted, algún día, el puesto de ahí, que ocupa usted, de una mujer?, porque si bien nosotras participamos ¿no?, en la Iglesia y la sostenemos, pero ¿qué impide que haya una mujer en su puesto, si se imagina que alguna vez pueda haber una mujer?
-La mujer tiene su función en la Iglesia, porque la Iglesia es mujer, no es el Eglesia, es la Iglesia. La Iglesia es esposa, es la esposa de Cristo, no es el esposo, el esposo es Cristo. Y esta es nuestra fe.
Creo que a la mujer hay que promoverla. En el Vaticano la Vice gobernadora es una mujer; la comisión de lo económico, lo llevan las mujeres.
-O sea ¿no sería posible entonces una mujer tampoco sacerdota?
-No, porque sería en la línea ministerial. Detrás de tu preocupación estás mostrando -no te enojes-, (Ella: No), una adhesión machista, porque te acompleja que la mujer no pueda ser sacerdote ¿te das cuenta?
-Sí, porque ya está, ya estamos ocupando todos los espacios, catequistas y demás; pero ¿qué impide?
-Te acompleja eso cuando no puede ser dogmáticamente y se priva a la mujer de la cosa más rica que tiene.
-No, no, mi idea no es privar a la mujer, es sacarla de su espacio, sino que ocupe ambas igual que los hombres)
-Entonces le quita la originalidad. Es un punto dogmático serio esto, que no disminuye a la mujer, al contrario, la pone en primer lugar, pero donde tiene que estar. No es mejor ser sacerdote que no serlo. Yo respeto si alguno tiene otra idea, también es una idea, pero no es la idea verdadera, no es la fe de la Iglesia. Y ojo eso no hago disminución. Es muy importante ser mujer en la Iglesia.
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Como te decía, este decir del Papa me ha parecido lamentable. Nadie debe creer que la verdadera Iglesia es solo lo que propone la ley del sistema eclesial, lo que dice el Papa, los obispos o los curas. Pues la Iglesia somos todos y todas. Lo determinante no es el Derecho Canónico, ni el catecismo, lo de decisivo y esencial es una persona: Jesús y su Evangelio. Vivir todo y pensar todo desde Jesús el Cristo. Lo que nos ha de mover y por quien hemos de ser activadas es por Jesús, desde nuestra relación personal con Él. El Espíritu Santo es quien nos inspira a todos y a todas, no solo a la jerarquía eclesiástica. La Iglesia la hemos de hacer y pensar todos y todas. El sacerdocio también es de todos y no propiedad privada y privilegio de solo curas. El Sacerdote es Cristo Jesús. Y lo que Él es, nos lo da a todos y todas sin discriminaciones.
Que a las mujeres no se nos permita ejercer el sacerdocio, no es voluntad de Dios. Digámoslo claro, es decisión de la mentalidad de los varones eclesiásticos que así lo han determinado, sometiendo a las mujeres al silencio y la exclusión. La jerarquía eclesiástica y las leyes canónicas nos han robado, por siglos y milenios, lo que nos pertenece: el sacerdocio de Cristo Jesús en nosotras. Y se lo han apropiado solo para ellos. Esto no nació así, se ha ido elaborando de manera excluyente a lo largo de la historia, relegando a las mujeres a callar, acatar y obedecer lo que ellos deciden.
Que el Papa diga que las mujeres no podemos ser sacerdotes, no es para ser creído, sino solo para ser penosamente soportado. Porque lo que es creer, creer, solo hay que creer en Dios, en Jesús, que “pasó haciendo el bien”, y comprometernos a vivir una vida para el Evangelio. Lo decisivo y fundante es que, el Resucitado nos vive dentro identificándonos con Él. Dios no nos discrimina por sexo. La discriminación a las mujeres en la Iglesia la hacen los varones eclesiásticos, no Dios. Dios hace todo con amplitud. Estrechar, restringir, prohibir, excluir, es cosa de la mezquina mentalidad humana que, al fin y al cabo, está llamada a abrirse y ser amplia y generosa como la de Dios. A imagen y semejanza nos hizo. Parezcámonos a Él.
Ninguna mujer tiene que vivir sometida a creer que tiene que ser así siempre. Es el tiempo de la mujer en la Iglesia y creo que a esto es a lo que tienen miedo. Es tiempo para hacer oír nuestras voces y comenzar a vivir esa realidad de Iglesia que está en nosotras y nunca hemos podido apalabrar. Las mujeres hemos vivido sumisas al sistema totalitario eclesial, que ha dominado sin crear diálogo ni confrontación, sino imponiendo y sometiendo. Ninguna mujer tiene que creer que las cosas han de seguir siendo solo lo que ellos dicen. Hay que tener seguridad de que, el Espíritu Santo, inspira a todo el pueblo de Dios para crear la novedad que requiere nuestro momento histórico hoy. Otra Iglesia es posible, pensada, orada, acordada por todos y todas. Y ya ha comenzado.
Nosotras, mujeres creyentes y seguidoras de Jesús, tenemos que mirarle más a Él, escuchar más a Jesús desde dentro, para saber qué nos dice a cada una de nosotras. Jesús nos sigue interpelando con estas palabras: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Llamadas estamos a contestar a su interpelación, nadie conteste por nosotras, nadie decida por nosotras. La Iglesia debe ser novedad siempre, porque siempre debe dar respuesta a los nuevos retos y tareas que se nos presentan.
¿Dónde está en la Iglesia la voz de las mujeres a lo largo de la historia? No se trata de que seamos solo las hacedoras de cosas, no. Somos las que Jesús quiere a su lado para dialogar con nosotras, somos las que le siguen desde siempre. “Somos las amadas en el Amado transformadas”. Él nos hace sacerdotes y profetas, nos hace Eucaristía. Y nuestra identidad sacerdotal y eucarística nos ha de dar fuerza y coraje para ser celebradoras de nuestra realidad eucarística, porque no es solo cuestión de oficiales del templo, es fundamentalmente eso: identidad,ser pan de Dios que se parte y reparte, como lo hizo Jesús. El pan que yo soy crea la comunión con los demás.
La esperanza y la confianza nos hará capaces de creer que la cosas han de cambiar desde la base, haciéndolas nosotras de otra manera. Las mujeres hemos de decir quién es Jesús para nosotras, qué iglesia queremos promover y qué camino abrir. En dos mil años de cristianismo solo se ha oído la voz de los varones eclesiásticos. Es nuestro turno, nuestro tiempo. Adelante, sin miedos y decididamente ser sacerdotes y profetas con Jesús. A Él mirar, a Él escuchar, a Él seguir y con Él vivir las Bienaventuranzas del Reino.
Querida Mara, ya me dirás qué impresión te ha causado lo que dice el Papa. Sé cómo piensas y creo que te convulsionará su decir. Seguimos confiando que las cosas habrán de cambiar, esto es imparable, lo lleva el Espíritu. Siempre unidas en amor y comunión. Nura (Anna Seguí Martí ocd)
(El Papa: Hay un problema teológico, de constitución teológica. En la Iglesia están dos líneas constituyentes, como dos principios. En el ministerio están los hombres. En la maternalidad, mucho más importante todavía, están las mujeres. La promoción de la mujer va en la línea de su propia vocación de mujer, no en un machismo ministerial, porque si no disminuiríamos a la mujer.