"Al final murió en su cama, aunque ella nos solía decir que quería morir en la calle" Peio Sánchez, sobre Viqui Molins: "Una vida al servicio de los nuestros"

Peio Sánchez, con Viqui Molins
Peio Sánchez, con Viqui Molins

"Tenía la intuición de los profetas que sabían contemplar el sufrimiento, pero también reconocía las posibilidades de cada persona. Sabía ponerse siempre del lado de los últimos, especialmente en este tiempo donde el rechazo y la aporofobia crecen"

"Le decían los médicos que tenía cardiomegalia y esta vez coincidían el diagnóstico sanitario y el espiritual. Su corazón grande se traducía en la pedagogía de los abrazos, a golpe de corazón vivía sin dejar a nadie fuera"

Es difícil escribir cuando apenas hace unas horas del fallecimiento de nuestra hermana Viqui. Sabíamos que podía pasar en cualquier momento, había salido de forma inexplicable de una grave crisis cardiaca y esta noche moría acompañada de su comunidad teresiana tras fallarle el corazón. Era normal ya que lo que más había regalado y desgastado era su corazón, 88 años de trotar las calles y acoger a tantas y tantos.

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Al final murió en su cama, aunque ella nos solía decir que quería morir en la calle, con sus amigos sin hogar, a los que ella llamada de la mano de sor Genoveva, “los nuestros”. En el Hospital de Campaña de Santa Ana hemos gozado del regalo de tenerle a nuestro lado de forma cotidiana y cercana. Era siempre una inspiración porque transparentaba con toda naturalidad el Evangelio de Jesús, sin glosa. Tenía la intuición de los profetas que sabían contemplar el sufrimiento, pero también reconocía las posibilidades de cada persona. Sabía ponerse siempre del lado de los últimos, especialmente en este tiempo donde el rechazo y la aporofobia crecen. Su forma de acompañar, aunque era insistente y creativa para encontrar soluciones a las necesidades, era también y sobre todo tierna y compasiva, donde cada uno de los últimos se sentía primero y querido. Vivía entre la ternura y la valentía.

Viqui Molins, en el hospital
Viqui Molins, en el hospital

Le decían los médicos que tenía cardiomegalia y esta vez coincidían el diagnóstico sanitario y el espiritual. Su corazón grande se traducía en la pedagogía de los abrazos, a golpe de corazón vivía sin dejar a nadie fuera. Siempre me admiró su facilidad para escribir, más de 60 libros son testimonio. Pero, como Teresa de Jesús, sus escritos eran el “Libro de la Vida”, ella de la vida destilaba literatura y comunicación, pero lo suyo era contar las historias de sus encuentros con los excluidos, sus amigos del alma que le habían robado el corazón. Vivió con pasión la creación de fraternidad y en esta época se deshacía en agradecimientos con su familia, sus hermanas teresianas y con todos. A su lado había alegría y fiesta incluso en medio del desastre.

Formaba parte de las raíces del cristianismo social en Cataluña y era un referente que tiene no solo un valor de memoria, sino también una actualidad de presente y de futuro. Ella nos pidió que continuáramos con “los nuestros” y esta es nuestra opción, recogiendo el relevo. Cuando hizo profesión religiosa quiso llamarse Victoria de Jesús, ahora ya lo es plenamente. Demos gracias por su vida y mantengamos su antorcha encendida.

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