"Sólo existe una religión: la religión vivida" Manuel Mandianes: "En realidad, sólo existe una religión, la religión vivida. La otra, la ortodoxia se podría calificar de teoría religiosa"
"Muchas prácticas de la religiosidad popular son, consciente o inconscientemente, una protesta contra la ortodoxia que el pueblo no entiende"
"La tensión entre lo popular y lo culto, lo espontáneo y lo estructural, de una manera metafórica se da ahora entre los seguidores sin remilgos del Papa Francisco y los seguidores del cardenal Müller"
"La pastoral hoy debe de ser dirigida y hecha no para una sociedad sedentaria sino a una sociedad en movimiento, líquida"
"La pastoral hoy debe de ser dirigida y hecha no para una sociedad sedentaria sino a una sociedad en movimiento, líquida"
Cuando un pueblo invasor impone su religión a los colonizados, en principio, se produce un desequilibrio de los valores motivado por el paso de una sociedad igualitaria a una de estratos o niveles sociales. La religión de los vencedores se convierte en la única religión oficial valida para todos mientras que la religión depuesta se degrada hacia la magia o se metamorfosea en religión esotérica, basada en la iniciación y el secreto, piensa R. Bastide. La resistencia de las prácticas religiosas anteriores al cristianismo no logró hacer frente a la cristianización. Pero el pueblo siguió realizando muchas de sus prácticas a escondidas y, por ello, se convirtieron en supersticiones.
Muchas prácticas de la religiosidad popular son, consciente o inconscientemente, una protesta contra la ortodoxia que el pueblo no entiende; una revuelta cultural y religiosa contra la imposición de algo que para ellos no tiene sentido. Muchas de las prácticas, consideradas hoy supersticiones que forman parte de la religión o religiosidad popular no son más que practicas precristianas que el cristianismo no pudo ni asimilar ni desterrar. Un celebre libro, de enorme importancia en la historia de la religiosidad en Galicia, De correctione rusticorum de San Martin Dumiense, es una condena en firme de una serie de supersticiones que, en realidad, eran prácticas religiosas precristianas y que los evangelizadores no habían logrado desterrar ni erradicar.
El pueblo busca protectores cercanos y símbolos familiares, significativos que realmente signifiquen de manera casi evidente sin tener que buscar su significado con racionamientos y conceptos difíciles de asimilar. La religión tradicional, popular consiste en un cumulo de prácticas y ritos esparcidos a lo largo del ciclo anual y realizados en espacios concretos: casa, santuarios, capillas. Muchos de los lugares oficiales de peregrinación fueron primero lugares de peregrinación popular. Los santuarios marianos, desde que el pueblo empieza a visitar el lugar de apariciones y manifestaciones hasta que la Iglesia los reconoce o no los reconoce pueden pasar años.
Algunos de los lugares de apariciones marianas muy frecuentados en la actualidad, la Iglesia no los ha reconocido aún y muchos de ellos no los reconocerá nunca. La religión popular marca el ritmo de la jornada con jaculatorias, y del año con peregrinaciones y fiestas en honor de los santos de su devoción, distintos para cada grupo y comunidad. Las fechas de las grandes fiestas litúrgicas, por ser “fiestas de guardar”, la gente va a misa, pero el contenido teológico y litúrgico no preocupa lo más mínimo a la mayoría de la gente.
Cuanto más se extiende la educación oficial, cuanta más gente adquiere grados de escolaridad, un mayor número de personas deja de lado las prácticas de la religión popular. El ascenso social requiere asimilar la oficialidad. Pero el hecho de dejar de lado la religión popular no quiere decir que cada vez haya más fieles que asimilen y practiquenla ortodoxia teológica y litúrgica. Mucha gente con grados académicos sigue peregrinando a los santuarios populares y realizando otras practicas de religión popular “no porque yo crea en estas cosas sino porque ya venía y lo hacía con mis padres y porque hay que mantener las tradiciones”, me dijo alguien.
Con el progreso material y el bien estar social, muchas de las practicas tenidas por supersticiosas, con el tiempo son recuperadas no como practicas religiosas sino como tradiciones, y practicadas por toda la sociedad.
El avance de las nuevas tecnologías y especialmente la penetración de una visión científica del mundo en todas las capas sociales que llevan consigo la desacralización de las fuerzas de la naturaleza y la caída de un montón de cosas consideradas hasta entonces como naturales. Un catolicismo renovado ha sido obra de un clero y un laicado más sensible a la problematización de la fe y las costumbres tradicionales. A partir del Concilio Vaticano II, la manera de entender la religión saltó a la literatura y una serie de novelas insistían y trazaban el perfil de sacerdote y del laico comprometidos con el Evangelio. “El Evangelio en Solentiname” de E. Cardenal es una síntesis de todo, un catolicismo progresista que asume de lleno la religiosidad popular. “La teología de la liberación” incorpora lo popular a la teología de escuela.
Una de las novelas más leídas allá por los años setenta del Siglo XX ha sido “Los curas comunistas” de Martín Vigil, cuyo reverso es “Los nuevos curas” de M. de Saint-Pierre. Estas han sido precedidas por una novela, desde el punto de vista literario, mucho más importante, “La hora 25” de C. V. Gheorghiu, contestada piadosamente por V. Oria con “La hora de Dios”. “Diario de un cura rural” de Bernanos supuso a nivel de pastoral y teología lo que “Las flores del mal” de Baudelaire a nivel poético, un toque y una llamada de atención sobre el aburrimiento, la pereza, “l´ennui”. La tensión entre lo popular y lo culto, lo espontáneo y lo estructural, de una manera metafórica se da ahora entre los seguidores sin remilgos del Papa Francisco y los seguidores del cardenal Muller, que consideran la tradición como algo pétreo e inamovible.
Religión es un hecho social que consiste en una práctica, una actitud de religación con lo sagrado, lo santo, lo divino, el misterio, más símbolo que concepto. Desde este punto de vista general, las prácticas de la religión pueden ser muy variadas lo que dificulta una definición de límites precisos y concisos de religión y, más aún, de religión popular.
La religión hoy se propone como adhesión personal a una persona, a Cristo; la interiorización de los valores y del contenido doctrinal cristianos. El cristianismo debe de exteriorizarse en actitudes frente a la vida, una relación estrecha entre conocimiento y cultura. Pero si los cristianos progresistas y los tradicionalistas son lo que son es porque confieren un significado a lo que hacen. Lo importante es el significado que los practicantesdan a sus practicas para descubrir su motivación y, por lo tanto, su legitimación. La pastoral hoy debe de ser dirigida y hecha no para una sociedad sedentaria sino a una sociedad en movimiento, líquida: desplazamientos, movilidad social, mutaciones frecuentes.
No se puede hablar de dos catolicismos porque tanto el catolicismo ortodoxo como el catolicismo popular confiesan la misma fe, teóricamente comparten los mismos dogmas y el mismo catecismo, pero en la práctica, las preocupaciones de los teólogos y de los practicantes. La ortodoxia observa y luego interpreta, la religiosidad popular no distingue el momento de la observación y la interpretación. Le religión popular se define, no por conceptos y un catecismo de doctrina y definiciones sino por una serie de prácticas.
La casi totalidad de lo que la cultura urbana considera supersticiones propias del mundo rural dejan de ser tales cuando se consideran y ven como elementos de un sistema cultural coherente y lógico. Para ello hay que verlos desde dentro del tal sistema. La base de toda práctica religiosa es la fe en lo divino, en lo sobrenatural, como algo que está por encima de todas las estructuras sociales pero que, la manera de vivirlo, padece las influencias de aquellas. En realidad, sólo existe una religión, la religión vivida. La otra, la ortodoxia se podría calificar de teoría religiosa sacada de la Biblio o del Corán.
La vida es, ante todo, la capacidad de adaptarse al medio externo o de transformarlo, de hallar una respuesta a los problemas que plantea el día a día. La religión, sin dejar su contenido esencial, también debe de ser y hacer lo mismo. “Cristo compartió, no lo humano en general, sino las particularísimas condiciones de su medio ambiente. Hasta el punto que, a juzgar por lo exterior, no solo fue considerado uno más, sino incluso como representante de su pueblo. El Verbo de Dios, en el transcurso de su actuación histórica, fue siempre fiel a este carácter esencial de su Encarnación”, escribió B. Haring. Un organismo está vivo cuando digiere, respira y se reproduce.
Manuel Mandianes, antropólogo del CSIC y escritor. “En blanco”, novela, es su última publicación.